Teoría económica, fronteras sociales y representación discursiva: un análisis de la aristocracia castellano-leonesa a partir del enfoque de Thorstein Veblen (siglos XI-XIII)
Economic Theory, Social Frontiers and Discursive Representation: an Analysis of the Castilian-Leonese Aristocracy from Thorstein Veblen's approach (11th-13th centuries)
Teoría económica, fronteras sociales y representación discursiva: un análisis de la aristocracia castellano-leonesa a partir del enfoque de Thorstein Veblen (siglos XI-XIII)
Amoxtli, núm. 13, 2024
Universidad Finis Terrae
Recepción: 20 Noviembre 2024
Aprobación: 31 Enero 2025
Resumen: En el siglo VIII la península ibérica es conquistada por los musulmanes. Quedan establecidas áreas donde hay intercambios y tensiones entre diferentes grupos étnicos y culturales, además de relaciones cambiantes entre los distintos actores políticos. Se trata de un escenario de frontera poroso e indefinido, en el que atestiguamos la presencia de caballeros de origen plebeyo que devienen en parte de un patriciado urbano, o de integrantes de la elite feudal que, por diferentes motivos, son relegados de los círculos de poder más importantes. Existen, entonces, espacios, pero también personas, fronterizas, que viven en los márgenes, que se desplazan entre las clases y los estamentos, que habitan en los intersticios de las clasificaciones que, conjeturamos, son operativas para entender la realidad histórica. Esto queda plasmado, a su modo, en algunas representaciones narrativas, atravesadas por una determinada lógica política y discursiva, que dan cuenta de las formas de ostentación de sectores de la aristocracia medieval con rasgos sociológicos peculiares. En función de las problemáticas enunciadas, consideramos pertinente revisar los conceptos de clase ociosa (leisure class) y consumo conspicuo (conspicuous consumption), propuestos por Thorstein Veblen a fines del siglo XIX. Se trata de términos poco empleados por los medievalistas, pero que ameritan un tratamiento y una serie de comentarios. Tengamos presente que, en sus escritos, Veblen hace referencias puntuales, pero determinantes para su esquema expositivo, a la Edad Media y a algunos relatos de esa época. Resulta importante, entonces, reflexionar críticamente sobre los aportes de este pensador, y el uso de las herramientas analíticas que nos suministra.
Palabras clave: representación, frontera, aristocracia, clase ociosa, consumo conspicuo, Castilla y León, Edad Media.
Abstract: In the 8th century the Iberian Peninsula was conquered by the Muslims. Areas are established where there are exchanges and tensions between different ethnic and cultural groups, in addition to non-static relationships between different political actors. This is a porous and undefined border scenario where we witness the presence of knights of plebeian origin who become part of an urban patriciate, or members of the feudal elite who, for different reasons, are relegated from the most important power circles. There are border spaces, but also border people, who live on the margins, who move between classes and estates, who live in the interstices of classifications that, we conjecture, are operative to understanding this historical reality. In its own way, this is reflected in some narrative representations, crossed by a certain political and discursive logic, which account for the forms of ostentation of sectors of the medieval aristocracy with peculiar sociological features. In function of the problematics planted, we consider it pertinent to review the concepts of leisure class and conspicuous consumption, created by Thorstein Veblen at the end of the 19th century. It´s been concepts not much used by medievalists, but they deserve a treatment and a series of comments. Let´s keep in mind that in his writings, Veblen has specific references, but determining one´s for his expository scheme, to the Middle Ages and to some stories of that time. It is important, then, to critically reflect on the contributions of this thinker, and the use of the analytical tools he provides us.
Keywords: representation, frontier, aristocracy, leisure class, conspicuous consumption, Castile and Leon, Middle Ages.
Espacios, grupos y perspectivas fronterizas
Los musulmanes llegan a la península ibérica en el año 711. Conquistan la mayor parte del territorio y mantienen un control importante hasta que, en el siglo XI, se producen cambios políticos que permiten a las monarquías hispano-cristianas expandir sus dominios1. Quedan establecidas áreas de frontera en las cuales se producen intercambios y relaciones ambivalentes entre grupos étnicos y culturales. Esa compleja realidad histórica problematiza miradas tradicionales que establecen separaciones bien definidas entre distintas sociedades2. Adquieren relevancia, entonces, propuestas interpretativas que, esbozadas desde la década de 1990, analizan el carácter abierto y dinámico de las fronteras3. A ello se añade el hecho de que, al contrario de lo que se supone, los reinos cristianos no se constituyen como estructuras unitarias, exentas de conflictos, así como en ellas tampoco se observan las mismas características sociales y económicas4. Ahora bien, así como existen espacios geográficos fronterizos, también hay grupos que están ubicados en los márgenes o en los bordes de la estructura social. No se trata, necesariamente, de personas empobrecidas, sino de sujetos difíciles de encasillar con las categorías que, por lo general, utilizamos los historiadores. La diversidad que encontramos en la caballería hispánica así lo revela5.
Al norte del río Duero nos encontramos con integrantes del estamento privilegiado que acompañan y asisten al monarca, que poseen amplios dominios, exenciones e inmunidades cedidas por el rey y que, además, cuentan con vasallos. Aunque algunos de estos caballeros feudales provienen de reconocidas familias astur-leonesas, muchos de ellos, en un principio, son labradores, o incluso siervos domésticos. Su situación cambia porque realizan un servicio honorable para su señor a cambio de beneficios, lo cual incrementa un patrimonio formado, en un primer momento, por tenencias alodiales6.
Al sur del Duero toman protagonismo los caballeros villanos. Se trata de jinetes que, emergidos del mundo campesino, logran distinguirse del resto de los labradores, sin perder por completo el vínculo con ellos. Tengamos presente que, por lo menos hasta fines del siglo XII, la Extremadura histórica castellano-leonesa es cercana al territorio musulmán. En ese contexto, los caballeros villanos se hacen responsables de las tareas militares y de vigilancia, obtienen botines y reciben compensaciones monetarias al garantizarles seguridad a los poseedores de tierras y ganado frente a los peligros de la región. Con el paso del tiempo, afianzan su liderazgo y reciben prerrogativas similares a las que disfrutan los integrantes del orden privilegiado7. De hecho, entre los siglos XIII y XV, los reyes convalidan algunos de sus atributos, convirtiéndolos en hereditarios8, y hacen que una fracción de ese grupo se transforme en un patriciado urbano responsable de la absorción tributaria en los señoríos concejiles. Aun así, la caballería villana no cuenta con un derecho de mando individual, no retiene el excedente en sus manos, ni dispone de todas las características distintivas de los hidalgos9.
A partir de lo indicado, queda claro que la situación de la caballería medieval hispánica es mucho más compleja de lo que se supone. Dentro del estamento hay sectores que cuentan con un origen plebeyo y/o se encuentran desplazados de los centros de poder político y económico. Estos son los protagonistas de algunas representaciones narrativas. Concentremos nuestra atención, entonces, en dos obras que pertenecen a géneros diferentes, pero que permiten trabajar con la problemática contemplada. Por un lado, el Poema de Mio Cid, cuya composición podríamos fechar entre fines del siglo XII y comienzos del XIII10; por el otro, la Crónica de la población de Ávila, redactada entre 1255 y 125611.
Hay importantes contrastes entre esos dos textos, pero también similitudes12. La primera es tipológica y bastante evidente, puesto que se trata de un cantar de gesta y de una crónica13. Asimismo, es distinto el contexto histórico particular en el cual son redactadas cada una de las obras, o la extracción social de sus autores14. Pero los paralelismos también son relevantes: en las dos representaciones discursivas se alude al estilo y al nivel de vida de un tipo de caballero que, por diferentes circunstancias, está excluido de los estratos más elevados de la aristocracia medieval15. La posibilidad de efectuar un tratamiento comparativo, además, está fundada en razones del tipo metodológicas. El análisis de contenido de ambos textos permite detectar e interpretar tópicos conceptuales que, más allá de sus diversos usos y modalidades de aplicación, expresan cierta uniformidad ideológica16. La tarea puede concretarse gracias a las herramientas que brinda la antropología simbólica, la cual concibe a la cultura como un sistema de signos interpretables17. El procedimiento heurístico es acompañado por una crítica literaria que contempla las particularidades de la producción escrita medieval, y que establece los vínculos con un contexto que, desplazado u ocultado a los lectores, funciona como un referente de la representación discursiva y explica algunas de sus características18.
El PMC da cuenta, con importantes licencias, de las hazañas realizadas por Rodrigo Díaz de Vivar, el Campeador, quien combate en el Levante hispánico durante el siglo XI. El cantar permite constatar las características peculiares de aquellos guerreros que forman parte de la jerarquía feudal. La trascripción del poema, además, inaugura una tradición ideológica de compromiso con la monarquía, confiriéndole a ésta y otras obras una funcionalidad propagandística19. En cuanto a la composición sociológica que evoca el texto, debemos tener en cuenta que, en uno de los episodios del PMC, algunos personajes de la elite, cercanos a la monarquía, injurian al Cid20. Ese trato despectivo indicaría que el Campeador pertenece a un segmento inferior de la aristocracia. En sintonía con ese enfoque, Funes ve en el Cid a un infanzón, un integrante de la baja nobleza rural21. Es una interpretación que contradice la tesis de Porrinas González, para quien el Cid proviene de un linaje ilustre22. No obstante, el autor también reconoce que el padre de este señor de la guerra es un segundón de una familia leonesa, la cual es desterrada por Fernando I. En cualquiera de los casos, se trata de un personaje que se encuentra, por lo menos al momento de comenzar la obra, marginado de la cumbre de poder político y económico, puesto que es expulsado de la corte real. De esta forma, existen suficientes argumentos para sostener que la figura del Cid evoca a un integrante de la baja aristocracia hispánica o que, por lo menos, está ubicado en un espectro social poco definido. El PMC constituye entonces la historia de un personaje que pretende alcanzar los estratos más elevados de la elite23.
En el caso de la CPA, se relatan distintos acontecimientos heroicos protagonizados por los caballeros abulenses entre los siglos XI y XIII. Redactada entre 1255 y 1256, su motivación y autoría generan polémicas. Más allá de los diferentes puntos de vista, la mayoría de los investigadores coinciden en que la crónica está elaborada por un caballero abulense y que el principal destinatario es Alfonso X, un rey que confirma los privilegios del grupo y los transforma en articuladores del sistema político feudal. La obra refiere, en clave apologética, a jinetes de origen plebeyo que mantienen un vínculo cercano con el universo campesino del cual provienen y que pretenden demostrarle a la monarquía que se trata de caballeros leales y valientes24.
Llegados a este punto es factible pensar en similitudes entre las dos obras. El PMC representa, de una manera en particular, las tensiones que existen entre los infanzones, grupo al que pertenecería el Cid, y los ricos hombres, es decir, entre la baja y la alta elite hispánica25. La hipótesis tiene sentido y puede articularse sin problemas con la interpretación que aquí postulamos: que el protagonista del PMC, durante la mayor parte de la obra, no forma parte de la aristocracia más alta y que muchas de sus acciones tienen por objeto, precisamente, convertirse en un intérprete destacado dentro del concierto político castellano-leonés. La CPA, por su parte, constituye un intento por reivindicar el valor de la caballería popular en un contexto en el que la mayoría de los cronistas procuran soslayar el protagonismo de los milites de origen plebeyo26. Lo relevante es que, en cualquiera de los dos textos, aparecen grupos sociales que no ocupan el vértice de la pirámide feudal. En esas narraciones también nos encontramos con situaciones en las cuales se visualiza la herencia material e inmaterial de esa franja de la aristocracia27. De hecho, su patrimonio, nivel y estilo de vida puede analizarse con un marco teórico poco utilizado por los historiadores, en general, y por los medievalistas, en particular: el que propone Thorstein Bunde Veblen (1857-1929). Atender a la operatividad concreta de sus herramientas heurísticas puede significar un aporte para entender la compleja realidad social de la caballería medieval o, por lo menos, del modo en que ella es representada28.
De este modo, en el presente trabajo la idea de frontera es omnipresente. Estudiamos regiones ubicadas en los extremos, disputadas por diferentes autoridades político-militares que establecen delimitaciones poco precisas entre sí. Analizamos sectores que forman parte de la aristocracia medieval y que, por diferentes circunstancias, no aparecen totalmente integrados a las elites más importantes. Investigamos, puntualmente, cómo está representado el habitus de esos actores sociales con el auxilio teórico de un autor que no es central en la historiografía medieval29. En definitiva, el marco geográfico seleccionado en este artículo es el reino castellano-leonés o, mejor dicho, lo que se evoca de él en el PMC y la CPA. Se trata de un ámbito espacial que, hasta mediados del siglo XIII, se encuentra sumergido en un proceso de expansión y contracción territorial, en el que también se observa la configuración de una autoridad monárquica con pretensiones centralistas que procura tener bajo control no sólo a los musulmanes, sino también a la elite cristiana rebelde. Nos enfocamos entonces en personajes y sucesos representados en las fuentes narrativas seleccionadas, las cuales hacen alusión al período comprendido entre el reinado de Alfonso VI y el de Alfonso X30. El recorte nos permite analizar las características de miembros de la caballería hispánica que no ocupan los estratos más elevados de la aristocracia. La forma en que se representa el comportamiento económico de estos personajes también nos dice mucho en cuanto a las estrategias que emplean para ascender socialmente. Al respecto, consideramos relevante para nuestro análisis los aportes de un autor poco empleado por los medievalistas. Así, poner en tensión las ideas de Veblen con respecto al contenido de determinadas fuentes narrativas y el modo en que en ellas se representan aspectos históricos, así como también evaluar el alcance y las limitaciones de sus postulados, aparece como una oportunidad propicia para atender una cuestión por demás compleja.
Veblen y el comportamiento económico
El pensador al que hacemos referencia forma parte del institucionalismo clásico, surgido en Estados Unidos entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Interesado por las características que revisten las costumbres, las normas, las maneras de pensar y de actuar en diferentes sociedades31, Veblen publica su libro más importante, The Theory of the Leisure Class: an economic study of institutions, en el año 189932. Allí sostiene que, en un determinado momento, la humanidad experimenta una transición desde las formas de vida pacíficas a las conflictivas o, en sus propias palabras, pasan del salvajismo primitivo a la barbarie33. En el nuevo estadio, algunos se enriquecen y disponen de suficientes medios de subsistencia, lo que les permite sustraerse de las actividades productivas y desarrollar una actitud displicente hacia ellas34. Ahora bien, el auténtico aporte de Veblen no es esa descripción histórica, cercana al evolucionismo, sino la manera de pensar el modo en que, por medio del consumo de bienes superfluos, los poderosos reproducen su condición social. Lo que parece un gasto innecesario, o un derroche de las clases acomodadas, es lo que permite a los sectores más poderosos distinguirse de los demás. Así, determinados miembros de la clase alta (upper-class, en el original) que están exentos del trabajo productivo, compran mercancías o realizan actividades que, en términos neoclásicos, no se condicen con el comportamiento económico racional. Este estrato social en particular, caracterizado como una clase ociosa (leisure class), consume y utiliza determinados bienes y servicios cuyo precio, a medida que se incrementa, resulta aún más atractivo por lo que significa la exclusividad de su posesión35, antes que por su utilidad36. Los ricos y poderosos, entonces, exentos de trabajos rutinarios, ocupándose sólo de las labores que perciben como dignas, derrochan, llevan adelante un consumo conspicuo (“conspicuous consumption”) para garantizar su reputación37.
Visto a la distancia, el aporte de Veblen a la teoría económica es sustancial. Durante mucho tiempo, temas como el consumo de las elites, sus motivaciones sociales y estructuras institucionales que le confieren razón de ser, reciben poca atención por parte de los intelectuales, o bien, no constituyen más que cuestiones accesorias. Los mercantilistas, por ejemplo, prestan atención a la compra de productos suntuarios, pero sólo si constituyen un problema para la balanza de pagos38. Adam Smith identifica en la frugalidad de los empresarios lo que permite el ahorro, la inversión y el estado progresivo. Desde este punto de vista, la dilapidación de riquezas, como la que realiza la aristocracia tradicional, no contribuye al crecimiento de la economía39. Karl Marx, aunque critica muchos de los postulados de la economía política clásica, también recupera algunos de ellos y presenta una mirada similar en cuanto a la relevancia del ahorro para revolucionar las fuerzas productivas40. Desde el paradigma neoclásico se supone la presencia universal de un homo economicus, de un sujeto racional que toma decisiones con las cuales procura disminuir los costos e incrementar sus ganancias. Se trata de una perspectiva ahistórica según la cual el comportamiento de las elites preindustriales podría ser caratulado como irracional. El institucionalismo clásico estadounidense tiene varias cosas para decir al respecto41. Otros autores, que alcanzan mayor celebridad que Veblen, trabajan con problemas similares a los que a él le interesan, pero no con la misma profundidad. La popularidad académica de esos intelectuales da cuenta de lo valioso que es el aporte de Veblen, aún más, si consideramos el momento en el que efectúa sus investigaciones.
A comienzos del siglo XX, Max Weber traza un vínculo entre consumo, estilo de vida y estratificación social42. Georg Simmel toma nota de la importancia que tiene la adquisición de determinados tipos de bienes en las grandes ciudades europeas para que sus beneficiarios puedan integrarse y, al mismo tiempo, distinguirse de las masas43. Más allá de estos casos puntuales, Veblen es, en muchos sentidos, un adelantado a su época: recién es en la década del cincuenta y del setenta cuando Roland Barthes y Jean Baudrillard consideran que el consumo en el sistema capitalista no sólo persigue una finalidad utilitarista, sino que también se relaciona con el objetivo de las personas de convertirse en un determinado tipo de actor social, valorado de un modo en particular por otros44. Con posterioridad, Pierre Bourdieu argumenta que los agentes actuantes no sólo se definen por el lugar que ocupan en las relaciones de producción, sino también por el habitus de clase que se asocia a su posición45.
En el terreno de la ciencia económica, temas como los que le interesan a Veblen ganan cierta relevancia desde la década del treinta. El keynesianismo, por ejemplo, postula la existencia de una propensión marginal a consumir, es decir, de un nivel de consumo que aumenta conforme al ingreso, pero no en la misma medida. Con ese razonamiento, la adquisición de bienes lujosos por parte de las elites no impacta de modo decisivo en la economía, lo cual amerita políticas macroeconómicas de distribución de la riqueza46. Desde el estructuralismo latinoamericano, Fernando Fajnzylber observa que, en los países periféricos, el acceso a determinadas manufacturas queda circunscripto a los sectores más ricos. Se establece entonces una estructura industrial desarticulada, orientada hacia la demanda de bienes suntuarios, que no cuenta con una sólida base de acumulación de capital47. El neoinstitucionalista Douglass North analiza el funcionamiento de economías no industrializadas, orientadas hacia el mercado exterior y con una distribución del ingreso altamente concentrada. Constata en esos casos que la mayor parte de la población gasta su dinero en alimentos, pero los terratenientes y exportadores lo hacen en bienes de consumo suntuarios que son importados. El patrón de demanda obstaculiza la inversión y el desarrollo, lo que acompaña la falta de interés por invertir en capital humano, tecnología e investigación científica48. La crisis del petróleo y el ascenso de las propuestas neoliberales vienen acompañadas, en la década del setenta, por la crítica de Milton Friedman al principio de la propensión marginal al consumo keynesiana, pero también por lo que, de forma coloquial, se denomina teoría del derrame (trickle-down)49. Desde este punto de vista, el incremento de ingresos en los sectores más acaudalados posibilita formas de consumo e inversión con enorme impacto en la actividad económica50.
Veblen, entonces, es pionero en muchas de estas discusiones y presta atención a temas que, hoy en día, se consideran elementales para comprender la marcha de la economía51. Aquí es oportuno destacar que uno de los más importantes autores que redescubren a Veblen durante el siglo XX, Galbraith, es un economista keynesiano. La importancia otorgada a la desigualdad social, el modo en que esta se vincula a los patrones de acumulación y de demanda de los sectores más pudientes, y la relevancia conferida a los factores institucionales para comprender las economías monetarias de producción, son algunos de los puntos de contacto que existen entre ambos pensadores.
Además de todo lo anterior, es importante advertir que Veblen ejemplifica algunos de sus puntos de vista refiriéndose a períodos históricos previos al capitalismo y a sociedades de su época que no están industrializadas52. En pocas ocasiones alude a la época medieval, pero cuando lo hace es en puntos medulares dentro de su esquema expositivo. La relativa centralidad que confiere a este asunto no es extraña ni casual. Observa en el feudalismo europeo y japonés la fase superior de la barbarie y, por consiguiente, la génesis de una cultura depredadora y de una clase ociosa. Asimismo, recurre a fuentes narrativas, como las sagas nórdicas53, para elaborar una explicación de cómo las elites configuran una división de tareas en la que desprecian el trabajo manual54.
La figura de Veblen despierta escaso interés en el medievalismo por diferentes motivos. En primer lugar, por algo que ya fue comentado en una nota al pie: muchas de las ideas de Veblen son postuladas, de manera más refinada, por Bourdieu55. En segundo lugar, porque hay quienes conjeturan, a veces de forma poco criteriosa, o influenciada por las corrientes primitivistas, que las tesis institucionalistas funcionan en las sociedades modernas, puesto que allí el mercado está articulado y bien definido56. La tercera objeción es presentada por Dyer, un prestigioso medievalista, especializado en patrones de consumo y en niveles de vida. En una de las pocas ocasiones en las cuales cita de manera explícita a Veblen, no le dedica más de dos páginas y, dicho sea de paso, no considera que su andamiaje interpretativo resulte operativo. Entre otras cosas, no coincide con caracterizar la forma de vida de la aristocracia medieval como extravagante y destructiva57.
Detengámonos en el último de los argumentos. Dada la relevancia que tiene Dyer en la historiografía, es probable que sus afirmaciones inhiban a los medievalistas de emplear las categorías interpretativas de Veblen. No obstante, el propio Dyer parafrasea a Veblen y, sin referirse a él de modo explícito, emplea la expresión “conspicuous waste” para dar cuenta de la adquisición de bienes de lujo durante la Edad Media58. En este caso, la mayor diferencia que plantea frente a Veblen es pensar en el gasto aristocrático como un catalizador de actividades productivas y comerciales que deja sus huellas en la cultura material del período59. Ahora bien, aunque no lo admita, Dyer coincide con Veblen en lo sustancial60. Además, gracias a su oficio como historiador, realiza una lectura crítica de las representaciones narrativas que aporta mucho a la comprensión del modo en que se evoca el consumo suntuario61. Entre otros aspectos, el medievalista británico explica que, en los testimonios de la época, los actores sociales necesitan mostrarse como dispendiosos, para reproducir su posición social, pero también controlar sus erogaciones, para no empobrecerse. Los integrantes de la elite, en efecto, son conscientes de sus limitaciones, en especial, si no forman parte de los estratos más elevados de la aristocracia. Son advertencias válidas al momento de estudiar la manera en que se evoca la morfología sociológica y el comportamiento económico de determinados sectores de la caballería.
Poner en discusión las ideas de Veblen obedece entonces a diferentes motivos vinculados entre sí. Se trata del primer autor que analiza de manera relativamente sistemática una cuestión en particular que otros pensadores, anteriores, contemporáneos y posteriores a él, pasan por alto o prestan atención de modo tangencial. Además, es un autor que, para formular algunas sus hipótesis, observa las características de las sociedades precapitalistas. Por último, pero no menos importante, Veblen desarrolla muchos de sus argumentos a partir del estudio de fuentes narrativas. Dado que el objeto de estudio en este artículo es el modo en el que se evoca el comportamiento económico aristocrático, y sus implicancias sociales, en representaciones discursivas del período medieval, la elección del marco interpretativo brindado por el institucionalismo estadounidense es coherente. Forman estas un conjunto de ideas que no necesariamente funcionan a la perfección en los casos seleccionados. En última instancia, lo importante es aludir a ellas y problematizarlas, precisamente, para dar cuenta de su grado de operatividad.
Análisis de las representaciones discursivas
Empecemos por la CPA. Aunque se trata de un texto elaborado con posterioridad al PMC, es importante comenzar por la crónica porque en ella se evoca la gestación de lo que Veblen caracteriza como una clase ociosa. Tengamos presente que la CPA constituye un texto de naturaleza apologética, redactado por un caballero de origen plebeyo que busca la concesión formal de sus privilegios. El autor desarrolla entonces una narración que, cargada de exageraciones y licencias, procura destacar la importancia de la caballería villana para toda la comunidad abulense, en particular, y para el reino cristiano, en general62.
Al principio de la CPA observamos que, dentro de la localidad de Ávila, existen distinciones entre los que practican actividades bélicas y los que llevan adelante tareas comerciales y artesanales. En concreto, se hace alusión a personas que “metiéronse a comprar e a vender e a fazer otras baratas e ganaron grandes algos”, y se los contrapone a los caballeros, quienes “trabajáronse en pleito de armas e en defender a todos los otros” . Desde el punto de vista del cronista, el combatiente concejil se sacrifica por los demás; el artesano o el mercader, por el contrario, persigue sus propios objetivos.
Veblen interpretaría estos pasajes como la manifestación discursiva del surgimiento de una clase ociosa que prefiere abstraerse de las necesidades y las actividades laborales que practican el resto de la sociedad. Ahora bien, es importante analizar críticamente la forma en que es representado el proceso, entre otras cosas, porque la elaboración de la obra corresponde a un momento histórico muy posterior a los procesos que refiere y, además, se encuentra atravesada por intereses particulares. A decir verdad, la sociedad concejil de frontera, hasta fines del siglo XII, no verifica desigualdades importantes64. De hecho, los caballeros villanos emergen del campesinado y no pierden el vínculo con ellos, ni se desligan por completo de sus actividades agroproductivas. Si consideramos, además, que en las comunidades agrarias una parte del excedente se destina al intercambio, los jinetes, en tanto propietarios de tierras y animales, también se desempeñarían en actividades comerciales65.
La génesis de la clase ociosa, en caso de ocurrir, no implicaría una separación inmediata y total del resto de los actores sociales. Además, la existencia de campesinos que se dedican al combate de forma circunstancial es complementada con tareas agropecuarias en áreas de frontera. En el capítulo cuarto de la crónica se refiere a la aventura del caballero Çorraquín Sancho, quien rescata a veinte pastores cristianos, capturados por los musulmanes. Tiempo después, los propietarios de ganado acuden a la villa para agradecerle y otorgarle sesenta puercos66. El obsequio da cuenta del modo en que los jinetes se enriquecen al proteger la ganadería trashumante de las amenazas de la zona. Los pasajes también evocan una asignación de funciones que reproduce, a escala local, el imaginario medieval de los tres órdenes.
En la CPA es representado otro proceso por el cual los caballeros abulenses logran enriquecerse: la adquisición de botines. A lo largo del texto se observa que las acciones de pillaje incrementan su patrimonio67. Esas ganancias permiten satisfacer las necesidades de la hueste y, además, abonar el conducho, es decir, el tributo que los caballeros, en tanto vasallos, deben entregar a su señor68. Al respecto, es importante que no pasemos por alto que las necesidades económicas de las unidades domésticas de la aristocracia varían de acuerdo a su crecimiento69. El ascenso social y económico de la caballería villana implica un incremento en el número de dependientes e integrantes de su tropa, además de un aumento en el número de bienes que deben consumirse para mantener el estatus diferencial de sus miembros.
Por desgracia, la CPA no brinda mucha información relativa a la forma en que estos caballeros llevan adelante lo que Veblen interpreta como un consumo conspicuo. No obstante, el capítulo octavo, en el que se relata la batalla de los Alarcos (1195), suministra algunas pistas. Allí se subraya la valentía de los caballeros abulenses y se los describe “tan onrrados que capas pieles leuaron a essa hueste”70. Portan un atuendo, al parecer, distinguido. De todos modos, por la somera descripción que está disponible en el texto, podemos conjeturar que no son vestimentas de lujo como las que observaremos en el PMC, un cantar de gesta que narra la historia de un caballero que, circunstancialmente, está desplazado de las jerarquías políticas y económicas. Que el poema concluya con la proyección de una boda entre las hijas del Cid y los integrantes de la alta aristocracia, en el que a las muchachas les resarcen su honor tras los acontecimientos en el robledal de Corpes, es todo un indicio71. Es un final feliz para un protagonista que busca el reconocimiento de los grupos más importantes del reino a lo largo de la obra . De hecho, aunque el PMC está dividido en tres cantares, su estructura argumental es bipartita, puesto que en él se observa un proceso de pérdida y recuperación del honor, entendido como el prestigio de una persona, que también se manifiesta en su valor moral y nivel patrimonial73.
La conclusión del PMC nos ayuda a pensar en estas cuestiones. Los últimos versos del cantar contrastan con los primeros, en los cuales el Campeador no posee “pielles”, “mantos” ni “falcones”74. El protagonista, en ese momento de la narración, no dispone de textiles de lujo, así como tampoco de aves de caza, lo cual le impide practicar la cetrería, una actividad recreativa característica de la elite que se realiza sin finalidades alimenticias75. El Cid, privado del estilo de vida propio de la alta aristocracia76, no puede realizar un deporte, en el sentido en que lo define Veblen77, como acción que expresa una ferocidad emulativa.
A medida que se desarrollan los acontecimientos, el héroe del poema participa en aventuras, conquista territorios y obtiene botines que utiliza para otorgar obsequios al monarca78. También emplea esa riqueza para financiar ceremonias religiosas79. Se construye en esos pasajes la imagen del prototípico caballero cristiano, modelo a seguir que deberían imitar otros guerreros80, además de que se expresa una forma de pensar, y de proceder, que incide en la capacidad acumulativa de los actores sociales durante el Medievo. El Cid invierte de ese modo sus ganancias porque cree que los regalos y los ritos religiosos le depararán algún tipo de beneficio concreto. Además, en esas escenas, el Campeador expresa su deseo de ver a sus hijas como “dueñas ricas”. Al parecer, durante buena parte de la obra, el protagonista no dispone de un patrimonio considerable, sino que aspira a alcanzarlo y toma recaudos para establecer relaciones sociopolíticas y, al mismo tiempo, mantener cierta riqueza81.
La incipiente y precaria posición económica del Cid se percibe en su preocupación por disponer de los recursos necesarios para satisfacer las demandas de quienes lo acompañan. Se trata de un liderazgo de tipo laxo que reposa sobre la posibilidad de cumplir con su responsabilidad como jefe exitoso de un grupo de guerreros. El protagonista incluso reconoce que buena parte de sus compañeros de armas buscan ganancias con las expediciones que realizan, motivo por el cual se arriesgan a atravesar fronteras naturales como el río Duero82, espacios peligrosos que posibilitan el enriquecimiento de personas con diversos orígenes sociales. De hecho, señala que muchos de ellos dejan sus hogares para formar parte de la empresa83, y manifiesta su alegría cuando puede alimentarlos84. Como lo expresa Mitterauer, para el conjunto de Europa occidental, el aristócrata que tiene a su cargo una unidad doméstica y militar es considerado un protector, un vengador e incluso un responsable de la manutención85.
Llegados a la tirada 106 del Segundo Cantar, el protagonista, gracias a sus campañas militares, dispone de un patrimonio relevante. Utiliza buena parte de él para entregar obsequios al monarca, entre los que destacan caballos costosos de mantener, sin finalidad productiva o militar, sino únicamente para desfilar86. El rey recibe de buena gana el regalo, lo que marca una diferencia con ocasiones anteriores, e incluso reconoce que, con ese acto, debe reestablecer el vínculo con el Campeador87. Lo que desde nuestro punto de vista puede aparecer como un comportamiento irracional, incluso como una dilapidación de riquezas, constituye un mecanismo de construcción del poder político88. No es casualidad que, en la medida en que el protagonista se enriquezca, otorgue presentes más importantes89. Es más, en un momento es descrito el movimiento de jinetes, quienes avanzan “en buenos cavallos a cuberturas de çendales”90, es decir, con animales preparados para la ocasión y ataviados con telas elaboradas con sedas lujosas91. El lector contemporáneo podría pensar que se trata de un gasto innecesario adornar a los animales de modo elegante. Sin embargo, con posterioridad, el poema expone con claridad el efecto social de este tipo de prácticas: “¡Quién vio por Castiella tanta mula preçiada, / e tanto palafré que bien anda, / cavallos gruessos e corredores sin falla, / tanto buen pendón meter en buenas astas, / escudos boclados con oro e con plata, / mantos e pielles e buenos çendales d’Andria!”92. Queda evocada una correlación entre el nivel acumulativo del Campeador y su capacidad para actuar como un actor dispensador que, a partir de obsequios, construye autoridad política.
Cuando el Cid se reencuentra con el monarca advertimos un cambio sustancial en la ropa que utiliza el Campeador desde los primeros versos del PMC93.La figura de los infantes de Carrión también expresa esto. Se trata de antagonistas desleales y embusteros, pero que, como integrantes de la elite más importante del reino, portan atuendos de lujo94. La relevancia de los textiles en la estratificación social nos lleva a conjeturar que opera un valor-signo que, expresado en hábitos de consumo particulares, da cuenta del lugar que ocupan las personas en las jerarquías95.
Todas las cuestiones indicadas se materializan en los preparativos para la boda entre las hijas del Cid con los infantes de Carrión. En ese momento, el Campeador dice a su esposa que con ese “casamiento creçeremos en onor”96. A esa altura de los acontecimientos, el monarca tiene reestablecida su relación con el caballero. Los suntuosos preparativos para la fiesta son determinantes. Se describe un palacio muy bien “encortinado”, con telas de enorme calidad, como el “pórpola” y el “xámed”, repleto de “paño preçiado”97. Durante el casamiento, el narrador sintetiza en pocas palabras el grado de sofisticación material que existe en la ceremonia al señalar que a muchos les encantaría “comer en el palaçio”98.
A modo de cierre
Aunque la interpretación de Veblen permite entender comportamientos que no se ajustan a los estándares del homo economicus neoclásico, su visión peca de evolucionista. De la lectura de su obra se desprende que las diferencias históricas de la clase ociosa y su consumo conspicuo sólo estarían dadas por el grado de complejidad que caracteriza a cada etapa de desarrollo, y por la valoración popular hacia las actitudes de las elites en una u otra época99. En relación a esto, la tesis de Veblen expresa una contradicción, puesto que, desde su punto de vista, existirían instintos universales y, simultáneamente, hábitos que cambian a lo largo del tiempo y del espacio100. Otra crítica al autor se vincula con el modo en que se caracteriza a los bienes. Al contrario de lo que supone Veblen, las mercancías no sólo son adquiridas por los ricos y poderosos, o quienes aspiran a serlo, por el prestigio que transmiten, sino también por la utilidad práctica y real que traen aparejadas. Son aspectos que no ignora por completo, pero que tampoco jerarquiza en su justa medida. A esos comentarios se añade otro, expuesto por Campbell: cuando la economía se expande y se diversifica, quien efectúa un gasto ostentoso lo realiza frente a una multitud anónima. Efectivamente, dentro de una sociedad de consumo masivo el comportamiento de la clase ociosa no destaca del modo en que sí sucede en una comunidad con un mercado reducido101. La crítica es razonable y da cuenta de las limitaciones que tiene el esquema de Veblen. Sin embargo, es esa falencia analítica la que habilita el uso del andamiaje interpretativo del pensador para aplicarlo, con los recaudos ya mencionados, a las formas de organización social que preceden a las del sistema capitalista de producción.
La concepción de Veblen no recibe toda la atención que merece, en especial, por parte de los medievalistas. Es una pena porque, con la cautela necesaria, sus ideas adquieren valor en tanto caja de herramientas teóricas y metodológicas para entender diferentes cuestiones. De hecho, el análisis de la forma en que queda plasmado el comportamiento económico en representaciones discursivas del tipo narrativas sería difícil de entender con teorías que son mucho más populares en el campo académico. Como lo manifestamos al principio del trabajo, aquí abordamos un espacio de frontera poroso e indefinido, que permite la emergencia y el desarrollo de una caballería que, aunque forme parte de la aristocracia, está en los márgenes del poder político y económico. Se trata de grupos que, en resumidas cuentas, se desplazan en los intersticios de las clasificaciones que, habitualmente, consideramos operativas para entender la realidad histórica. Espacios y actores sociales fronterizos ameritan, precisamente, el uso de andamiajes teóricos marginales.
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Notas
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