Reseña

Apóstoles en la línea de fuego es el título más reciente de la Universidad Finis Terrae. Publicación sugerente de un diálogo entre profesores de Religión y académicos, cada grupo comparte su mirada y su sentir sobre esta situación que nos ha movido el piso a todos y todas.

Bello homenaje y honra a los educadores del mundo que están allí, en la línea de contención de niños, niñas, jóvenes y de sus familias, hoy en casas convertidas en escuelas. Esta publicación es especialmente un homenaje a los profesores de Religión, los apóstoles y "apóstolas" de hoy que con la fuerza del Espíritu Santo son testigos del Resucitado en cada centro educativo y en cada casa.

La lectura de este libro la podemos hacer desde distintas perspectivas, y yo la quiero hacer como un canto a dos voces. La voz de veinte profesores y profesoras de Religión que nos comparten una narrativa, versión épica, del camino recorrido, descubrimientos, reconocimientos y aprendizajes que marcan sus vidas durante este confinamiento. La segunda voz, la de dieciséis académicos, que nos recuerdan esos constructos teóricos que con el trajinar pedagógico quedaron en los recuerdos de las salas de clase, ya que hoy la pandemia nos da la oportunidad de resignificar la clase de Religión.

La narrativa de los profesores de Religión nos muestra, en primer lugar, esa realidad que hasta marzo de este año 2020 estaba en las sombras; la situación de pobreza y carencia de los alumnos. Realidades que sabíamos, pero no habíamos podido ver tan de cerca. Que no todos los alumnos tengan los medios tecnológicos para asumir la educación virtual, ni las comodidades en casa para hacer sus tareas ha exigido a los docentes adecuar su planificación y sus metodologías.

En segundo lugar, la necesidad de aplicar estrategias para contener a los estudiantes a través de cámaras: niños, niñas y jóvenes tristes y ansiosos, que ya no distinguen entre los procesos académicos y el descanso, añadiendo la angustia de los padres al sentir que no saben cómo ayudar a sus hijos, mientras ellos mismos se enfrentan a la novedosa experiencia del teletrabajo. Y qué decir de los alumnos de cuarto medio.

En tercer lugar, nos narran el aggiornamento que viven. Pasar de lo presencial a lo virtual. Superar los retos que la tecnología les presenta. Ver que esta pandemia es una gran oportunidad para renovar las formas educacionales y la vocación docente. Para mí, lo más relevante es la actitud de re-conocerse como profesores de Religión, de valorar las clases al escuchar a sus alumnos diciéndoles cuanto los extrañan. En cuarto lugar, reconocen que la bendición de esta pandemia ha sido que los estudiantes junto con sus familias están desarrollando la espiritualidad; tan cierto es esto que Dios no ha salido del corazón de la gente.

Los profesores de Religión han descubierto nuevos areópagos para ser testigos del Resucitado, y de boca de ellos, no podemos dejarlos. Me atrevo a decir que Dios llegó por primera vez a muchas casas.

Estos veinte apóstoles son la voz de miles de profesores de Religión que en sus narraciones nos ponen los pies en la tierra, nos permiten hacer el ejercicio de la empatía, de situar en el centro del proceso educativo a la persona, tal como nos lo pide el papa Francisco en relación al Pacto Educativo Global “Vivimos un cambio de época: una metamorfosis no solo cultural sino también antropológica que genera nuevos lenguajes y descarta, sin discernimiento, los paradigmas que la historia nos ha dado (…)” (Mensaje para el lanzamiento del Pacto Educativo, #3). Reconocer la resignificación de la clase de Religión en tiempos de pandemia es un acontecimiento providencial que nos ha permitido poner en el centro de nuestras programaciones a los estudiantes y sus situaciones propias.

En la línea de fuego aparecen otros 16 apóstoles, los académicos y las académicas, quienes tienen la misión de formar y acompañar a los profesores en formación y/o actualización. Recorrer sus reflexiones permite re-conocer la naturaleza de la educación religiosa que en el trajinar de la práctica queda en el olvido. Por una parte, es el despertar de la dimensión trascendente, el desarrollo de la dimensión religiosa y espiritual; y, por otra, como lo dice el documento Dimensión religiosa de la educación en la escuela católica (#76): “la educación religiosa es el medio por el cual podemos guiar a los alumnos a descubrir el enigma del hombre, como San Pablo guió a los atenienses a descubrir al ‘Dios desconocido’”.

Nos piden volver la mirada al alumno: “vendrán con mucha ansiedad y miedo y nuestra tarea será ayudarles a reconstruir vínculos de amistad y esperanza”. Descubrir la importancia del acompañamiento y ver este momento como una oportunidad para presentar a un Dios liberador.

Y en esta sinfonía a dos voces solo me queda pedirles a los profesores de Religión leer las narrativas de sus colegas; son muchos los que viven sus mismas situaciones y desafíos. Los invito a leer las reflexiones de los académicos que nos dan luces para resignificar la clase de Religión y ser agentes de transformación. Y a los académicos los invito a leer las narrativas de los profesores de Religión que les dan luces por dónde debe ir la formación, porque, como dice el papa Francisco: no hay una solución alternativa, todos estamos llamados a “unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna” (Mensaje, #2).

Elsa Taimen González Aranda
Asesora del Departamento de Educación de la Conferencia Episcopal de Venezuela

Díaz Tejo, J. (Ed). (2020). Apóstoles en la línea del fuego. Vivencias y reflexiones desde la EREC ante la pandemia. Ediciones Universidad Finis Terrae.

Referencias