Apóstoles en la línea del fuego. Vivencias y reflexiones desde la EREC ante la pandemia surge como una obra colectiva, en cuyo origen encontramos lugares comunes en los cuales la educación religiosa escolar posee un espacio preeminente. De la pluma de profesoras y profesores de Chile que se desempeñan en torno a la asignatura de Religión, o bien, de aquellos que asumen la formación inicial docente en las diversas casas de estudio superior emergen relatos que hunden sus raíces en el testimonio mediante la reflexión fresca, renovada y crítica respecto de la clase de Religión, sus docentes, estudiantes, comunidades educativas y cuantos forman el entramado ecosistémico de la educación religiosa escolar.

Este libro recoge en su contenido temáticas que han sido atravesadas por un contexto nacional e internacional impensado e inesperado: una pandemia que, consigo, arrastra nuevos términos como “nueva normalidad”, “distanciamiento social”, “confinamiento” y tantos otros, que nos enfrentan cara a cara con el temor por la incierta integridad sanitaria, la inestabilidad económica o, aún más, la enfermedad y la muerte. En este contexto, la educación religiosa se sitúa, entonces, en un escenario que no la deja impávida ni mucho menos estática, sino que la lleva a tierras pocas veces exploradas, por medio de procesos formativos desarrollados bajo modalidades inéditas.

De este modo, hago personales las preguntas que algunos de sus múltiples autores se plantean: ¿Cómo estarán sobrellevando esta difícil situación las y los docentes de Religión de nuestro país? ¿Por qué hoy en día, bajo estas condiciones, la educación religiosa dispone a sus docentes como a apóstoles en la línea del fuego?, entre tantas otras. Las respuestas son tan disímiles como los escenarios en los cuales se suscita la reflexión, con miras hacia la búsqueda de sentido y la comprensión de la finitud y la trascendencia humanas en un contexto complejo de vulnerabilidad. Con todo ello, pareciera ser certera la invitación que se recoge como fruto de tan sentidas preocupaciones, en donde frente a la desesperanza, la mirada se vuelve profética con el llamado a volver a Jesús, único y buen maestro.

La reflexión y el testimonio permiten identificar con especial atención el cuestionamiento que desde la educación religiosa apunta a los nuevos areópagos (cf. Hechos 17:22-28), como sitios en los cuáles viene bien la búsqueda de Dios, ya que en Él vivimos, nos movemos y existimos. Sin embargo, esta existencia que clama en búsqueda de sentido y plenitud encuentra las dificultades propias de una sociedad convulsionada, que a gritos exige justicia, verdad e igualdad. Evidentemente, muchas de estas búsquedas y clamores son materia de una asignatura que, inserta en el currículum, es actualmente gracias al esfuerzo pedagógico de tantas y tantos docentes un espacio teórico, metodológico y epistemológico para la nueva evangelización.

Sin lugar a dudas, el desafío de una docencia a distancia, camino antes no transitado, es uno de los temas característicos de esta obra, una de las sendas a allanar y que requieren el replanteamiento de profesores y profesoras respecto de cómo en la clase de Religión se lleva adelante la formación de la dimensión espiritual, moral y ética de estudiantes cuya cultura dialoga de frente con la fe en pos del discernimiento de los signos de los tiempos.

En suma, Apóstoles en la línea del fuego profundiza en una realidad educativa que se inserta en un urgente llamado de reconocimiento al otro en su diversidad, de modo que aunque no en la presencialidad, tan ansiada por muchos, se posibilite la construcción de vínculos humanos cada vez más profundos, ante una crisis sanitaria que ha dejado en evidencia algo mucho más riesgoso que el mismo virus, la enfermedad del individualismo.

Finalmente, la educación religiosa en el actual escenario nacional es una materia que en los capítulos de la obra recientemente publicada evidencia certezas que ayudan a florecer al paradigma de la proximidad y la alteridad, cuyo significado se encuentra en el amparar al otro, la escucha y el constante conmoverse.

Efraín Sáez
Universidad Católica de Temuco