Revista de Educación Religiosa, volumen III, nº 3, 2025
DOI 10.38123/rer.v3i3.569
Este nuevo número de Revista de Educación Religiosa aparece en un contexto marcado por profundos cambios. ¿Será necesario mencionarlos, siquiera en sus rasgos más notorios? Las crisis económicas, los conflictos bélicos, los desplazamientos forzados, los genocidios, los signos innegables del cambio climático y los avances casi diarios de la inteligencia artificial hablan por sí solos. Incluso, recientemente hemos lamentado la muerte del querido Papa Francisco y hemos asistido, expectantes, a la elección de León XIV. La lista es extensa, pero basta con esto.
En este marco, ¿aporta algo nuestra revista? Creo que sí, y mucho. Los artículos aquí reunidos ofrecen una respuesta plural, pero convergente: la educación religiosa —lejos de ser un lujo o un anacronismo— se presenta como un espacio fecundo para restaurar el sentido, la dignidad y la esperanza en tiempos de incertidumbre.
En efecto, varios artículos coinciden en situar en el centro a la persona humana, su proceso de búsqueda y maduración. La catequesis, por ejemplo, es concebida solo como transmisión de contenidos, sino como una acción profundamente liberadora, enraizada en la Revelación (Ferreira). De modo análogo, la propuesta de una pedagogía del sentido, que promueve la inteligencia espiritual en la clase de Religión (Alarcón et al.), subraya que el auténtico desarrollo educativo implica aprender a vivir con propósito y apertura al misterio, integrando pensamiento crítico y compromiso ético.
La tensión entre tradición y renovación es un transversal en este número. Mientras se rescata el catecumenado como un “tesoro pastoral” capaz de revitalizar el proceso de iniciación cristiana y de ofrecer una mistagogía viva (Tokarski), otros autores destacan la urgencia de adaptar las prácticas y modelos catequéticos a las realidades cambiantes de las escuelas y comunidades, enfrentando la secularización, la diversidad y el pluralismo. En esta línea, la investigación sobre buenas prácticas de catequesis sacramental en colegios católicos (Cabrera y Basualto) documenta experiencias que, lejos de anclarse en el pasado, reinventan la catequesis desde la escucha activa y la integración en itinerarios pastorales más inclusivos y comunitarios.
Por otra parte, el foco en la formación docente y en la evaluación auténtica (Bascuñán et al.) revela que la calidad de la educación religiosa depende, en gran medida, de la reflexión crítica, el monitoreo contextualizado y la actualización permanente de quienes la imparten. Finalmente, el análisis sobre la implementación de planes de área y guías didácticas en la ERE en Medellín (Martínez et al.) evidencia que una educación religiosa pertinente requiere estructuras claras y recursos adaptados, pero también apertura al diálogo, inclusión y una renovada vocación docente capaz de acompañar en medio de contextos plurales y complejos.
Este número, en suma, no es solo una recopilación de investigaciones y experiencias, sino una invitación a mirar la educación religiosa como un laboratorio vivo de esperanza. Es un llamado a descubrir —más allá de las crisis y del desencanto— el potencial transformador de una pedagogía que libere, humanice y prepare a las nuevas generaciones para una vida con sentido, dignidad y compasión. Por ello, la educación religiosa, lejos de ser una espectadora silenciosa, tiene mucho que decir. Ojalá estas páginas inviten a seguir dialogando, a explorar y ensayar nuevas prácticas, y a sostener la esperanza en medio de la historia.
Javier Díaz Tejo
Editor