Revista de Educación Religiosa, volumen III, nº 1, 2024
DOI 10.38123/rer.v3i1.441

Editorial

En este nuevo número de Revista de Educación Religiosa presentamos artículos muy valiosos, sea en el formato de ensayos, sea en el formato de indagaciones empíricas. En efecto, Porcarelli desarrolla el tema de la educación del carácter y las virtudes en clave personalista; Bravo y Cortés exploran el proceso de construcción de la identificación religiosa en jóvenes universitarios del norte de Chile; Larré y colaboradores indagan en las formas en que los estudiantes universitarios se relacionan con las propuestas pastorales de la espiritualidad ignaciana; Cruz profundiza en un nuevo paradigma catequético para la formación de una mentalidad sinodal; Da Cruz lo hace respecto del kerygma como contenido esencial de la misión de los catequistas; y Muena ofrece una caracterización de la EREC en América Latina y Chile.

La presente edición de la RER no solo inaugura el volumen n.° 3, sino que además introduce una serie de innovaciones de las que dan cuenta la nueva diagramación y la política editorial de publicar un artículo (en este caso, el de Larré et al.) tanto en español como en inglés, a fin de ampliar su alcance y visibilidad. Esta estrategia bilingüe será una constante a partir de ahora.

Sin embargo, aquellos lectores que han seguido de cerca el desarrollo de nuestra revista habrán percibido un hecho: la disminución del número de artículos, especialmente si se lo compara con el de otras publicaciones del ámbito de las ciencias humanas y sociales, y más aún si se consideran las de las ciencias básicas o aplicadas.

¿Por qué sucede esto? Creo que la explicación radica, en gran medida, en que el área que cubre nuestra publicación, que es la educación religiosa, adolece de la falta de profesionales en muchas de sus subáreas disciplinarias. En efecto, algunas de ellas, como la educación religiosa en la familia o la psicología de la religiosidad no disponen de suficientes profesionales, en comparación con la catequesis o la EREC. Por otro lado, la investigación en el área de la educación religiosa no se ha desarrollado de un modo óptimo; de hecho, es escaso el número de investigadores dedicados a plantearse preguntas de fondo y que deseen responderlas por medio de indagaciones empíricas basadas en metodologías cuantitativas o cualitativas. No de modo profuso, encontramos también a quienes realizan lo que suelen llamar “ensayos”, aunque, por lo general, estos disten de ofrecer a cabalidad el rigor y la profundidad que exige ese formato.

Cabe preguntarse nuevamente: ¿y por qué ocurre esto? Creo que, al menos, hay dos razones: por una parte, porque la mayoría de los profesionales que se desempeñan en el área de la educación religiosa, salvo excepciones, no han recibido una formación siquiera moderada en metodología de la investigación. Y, por otra parte, porque los temas religiosos o del “espíritu” no se entienden como afines a la indagación racional; para algunos, la sola idea de aplicar cualquier forma de “medición” a estos asuntos es un punto menos que sacrílego.

Muy por el contrario, me parece que, si los involucrados en el área de la educación religiosa se permiten ser más curiosos y se hacen o proponen preguntas relevantes; si buscan antecedentes teóricos y aplican de modo correcto sus estrategias metodológicas (entre las varias que existen); si discuten sus resultados y, junto con obtener conclusiones, proyectan los resultados en nuevas preguntas, la educación religiosa podrá basar sus lineamientos en datos verificados y avanzará del modo como hace tiempo se requiere.

Javier Díaz Tejo
Editor

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