Revista de Educación Religiosa, Volumen 1, nº 4, 2020, DOI 10.38123/rer.v1i4.41
Boris Carreño Droguett2
Yeri Contreras Henríquez3
Pascale Larré Vargas4
Instituto Pastoral Apóstol Santiago (INPAS), Santiago, Chile
A partir de julio de 2019, el Instituto Pastoral Apóstol Santiago (INPAS)5 ha liderado un proceso de reflexión y discernimiento para la renovación de la formación de laicos en la Arquidiócesis de Santiago. Esta necesidad de renovación surgió como respuesta a tres elementos fundamentales:
El presente artículo pretende entregar una mirada global del proceso que el INPAS, a nombre de la Iglesia de Santiago, ha realizado durante los últimos meses para renovar la propuesta formativa que esta Arquidiócesis ofrece al laicado, esperando ser un aporte real a la comprensión de la formación laical y los desafíos permanentes que esta supone para quienes la acompañan y son sus responsables. Esta es una primera socialización del proceso en curso, donde se precisarán los elementos que han caracterizado las etapas iniciales de la renovación y sus principales hallazgos, que durante los meses venideros permitirán el diseño de una nueva propuesta formativa para el laicado de Santiago de Chile.
Este proceso de renovación se estructura en tres etapas sucesivas que favorecen la participación de los interlocutores de la formación (laicos) como también de los agentes responsables de la animación formativa en Santiago. Estas etapas son:
I. ReconocimientoEste artículo presenta en profundidad el proceso ejecutado durante la primera etapa y parte de la segunda.
En la primera etapa, denominada Reconocimiento, se pretende identificar la rica tradición formativa de esta Iglesia arquidiocesana, a partir del planteamiento de tres finalidades:
En la segunda etapa, denominada Discernimiento, diseño y revisión y llevada a cabo desde octubre de 2019 hasta la fecha, se pretende desarrollar el discernimiento de los criterios comunes y elementos fundamentales para la elaboración de un nuevo itinerario y su marco orientador, además del diseño de la propuesta formativa.
En este texto se espera que puedan distinguirse los principales hallazgos de la primera etapa del proceso de renovación que hacen posible reconocer la valiosa experiencia formativa del laicado en Santiago y, con ello, discernir los criterios basales que posibiliten perfilar la formación laical y, en los meses venideros, diseñar una propuesta que sea coherente con la realidad de las mujeres y varones laicos de hoy.
El IX Sínodo de Santiago, celebrado en julio de 1997, recogió el discernimiento comunitario realizado durante tres años en toda la Arquidiócesis, a fin de profundizar en la misión y servicio de la Iglesia. En este discernimiento, un tema central fue la reflexión sobre el laicado y la corresponsabilidad de todos los bautizados en la vida y misión de la Iglesia, que desafió a asumir la formación laical con renovado interés: “… hace falta formación integral de los fieles laicos que los capacite para el diálogo con el mundo” (Arzobispado de Santiago, 1997, n.º 252). Además, se indicaba, esta formación debe “preparar a los laicos a ser corresponsables en todo el quehacer de la Iglesia, dándoles una formación adecuada para responder a las inquietudes de las personas, con nuevo ardor, nuevos métodos y contenidos en el marco de una Iglesia misionera en el mundo” (Arzobispado de Santiago, 1997, n.º 289).
Así, a partir de 2001, la Arquidiócesis cuenta con un PFL cuyo objetivo general es:
Ofrecer a los laicos y laicas de la Arquidiócesis de Santiago procesos formativos de carácter integral y sistemático que les ayuden a vivir en mayor plenitud su vocación y misión en la Iglesia y en el mundo, respetando y asumiendo sus diferentes necesidades, dentro de la común vocación a la santidad (Arzobispado de Santiago. Vicaría General de Pastoral, 2001, p. 39).
A su vez, se creó el INPAS, que recibió el encargo de velar por la formación del laicado en Santiago desde las orientaciones del PFL. Durante todo este tiempo, el PFL ha promovido que la formación del laicado sea integral (Instituto Pastoral Apóstol Santiago, 2012) favoreciendo procesos de aprendizaje significativos que respondan a la realidad social, cultural y religiosa de Santiago. Ha sido un gran avance para que los laicos conozcan y profundicen en los contenidos fundamentales de la fe y desarrollen las competencias necesarias para la praxis pastoral.
Pero el discernimiento permanente de los procesos formativos y la continua mirada a los signos de los tiempos que requiere el país hacen necesario actualizar la propuesta para la formación del laicado en la ciudad de Santiago de Chile, de manera que dialogue con las nuevas exigencias sociales y culturales, y que, principalmente, promueva la vivencia personal y comunitaria del encuentro con Cristo, culmen de la existencia humana.
Las vertiginosas transformaciones sociales, culturales y religiosas son un desafío ineludible para la formación del laicado. Una formación acorde a estas necesidades requiere de una propuesta que sitúe al laico como un agente atento a estos cambios, conforme a una formación que involucre el desarrollo del ser humano de manera plena, integral y articulada, favoreciendo el despliegue de todo su potencial.
El laicado exige una formación que no apunte solamente al desarrollo de habilidades asociadas a sus servicios pastorales, sino una formación que promueva al ser humano en todas las dimensiones de su vida, a imagen de Jesucristo y respondiendo a su misión en la construcción del Reino de Dios.
El PFL cimentó en Santiago el camino formativo del laicado, favoreciendo una “mirada integral de la formación humana y de fe” (Instituto Pastoral Apóstol Santiago, 2012, p. 22) teniendo como horizonte la formación de discípulos misioneros:
Aquí está el reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo (CELAM, 2008, n.º 14).
Para alcanzar este horizonte se perfila un proceso que se configure desde la vivencia eclesial, en espíritu de comunión y diálogo fraterno con la realidad. Para ello, se necesita una formación que considere todas las dimensiones humanas y que entre en diálogo con las realidades que viven los laicos de hoy: interculturalidad; diferentes configuraciones de familia; mayor individualismo; grandes desafíos sociales y, por ende, económicos y políticos; la crisis de los abusos en la Iglesia; la lucha por la equidad de género; la baja confianza en las instituciones, incluyendo la Iglesia católica; mayores niveles educacionales y nuevos modelos educativos; procesos acelerados de transformación social y cultural.
El diálogo con estos elementos que componen la realidad tiene una influencia directa en la autocomprensión del laicado y la experiencia de esa vivencia, tanto en el ambiente eclesial como en las dinámicas sociales. Así, desde estas realidades, los laicos descubren su propia vocación cristiana y el llamado de Dios a ser fermento en medio del mundo, especialmente en esta gran ciudad, Santiago.
Para la Iglesia, el anuncio de la Palabra de Dios es una tarea esencial:
“Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propias de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa” (Pablo VI, 1975, n.º 14).
La tarea evangelizadora, por su naturaleza, es un proceso que implica distintos momentos esenciales: “acción misionera para los no creyentes y para los que viven en la indiferencia religiosa; la acción catequético- iniciatoria para los que optan por el evangelio y para los que necesitan completar o reestructurar su iniciación; y la acción pastoral para los fieles cristianos ya maduros, en el seno de la comunidad cristiana” (Congregación para el Clero, 1997, n.º 49). Todos estos procesos no son estáticos y estancos, ni son elementos que se desarrollen de manera unidireccional; ellos se implican y tienen un carácter dinámico.
Entender estas características de la evangelización permite apreciar que la formación laical es parte integral de ella. En efecto, se puede comprender esta como “un continuo proceso de maduración de la fe y de configuración con Cristo, según la voluntad del Padre, con la guía del Espíritu Santo” (Juan Pablo II, 1988, n.º 57), que contempla todas las dimensiones de la persona humana. Dicho proceso se lleva a cabo a través del discernimiento “adecuado de cuáles son los elementos irrenunciables para una vida coherente con la fe” (Arzobispado de Santiago. Vicaría General de Pastoral, 2001, p. 24).
La formación laical es un proceso que acompaña cada una de las etapas de la evangelización, tanto por sus destinatarios como por su objetivo. Sin el carácter formativo del proceso evangelizador no se podría atender a una verdadera enseñanza de los contenidos de la fe, ni mucho menos hacer de esta un elemento que permita una síntesis coherente entre fe y vida del laicado. La característica secular del laico exige una formación permanente, ya que “la vida cristiana se aprende, […] nadie nace sabiéndola, sino que Jesús, el Maestro, nos enseña a través de sus testigos acreditados a vivir una vida nueva según su evangelio” (Inostroza, 2016). El papa Francisco ilustra esta interrelación como una verdadera necesidad del cristiano: “Por supuesto que todos estamos llamados a crecer como evangelizadores. Procuramos al mismo tiempo una mejor formación, una profundización de nuestro amor y un testimonio más claro del evangelio” (Francisco, 2013, n.º 121).
Así, la evangelización, que busca la conversión y el seguimiento de Jesucristo, requiere la formación de los laicos, y además es búsqueda de la profundización en el corazón del kerygma cristiano.
Esta búsqueda y encuentro propiciados por el proceso formativo promoverán el anuncio misionero que, “por desborde de gratitud y alegría” (CELAM, 2008, n.º 549), vuelva a revitalizar el anuncio del evangelio en todo tiempo y lugar.
Tal como se señaló antes, la Arquidiócesis de Santiago cuenta con un PFL que durante casi dos décadas ha orientado el eficaz desarrollo de la formación del laicado. Pero el discernimiento de los responsables de animar la formación en Santiago evidencia que es urgente una renovación de los lineamientos formativos para la Arquidiócesis, debido a los profundos cambios religiosos, eclesiales, sociales y culturales vividos en el país, a la crisis eclesial experimentada durante los últimos años en la Iglesia católica chilena, a las transformaciones educativas y al impacto de las tecnologías en la vida de las personas, junto con otros factores socioculturales.
A mediados de 2019, en sintonía con el proceso de discernimiento eclesial y pastoral que ha llevado adelante la Iglesia de Santiago durante el último tiempo, el INPAS dio comienzo a un proceso de renovación de la formación laical. Este proceso convocó a un equipo de profesionales de las ciencias religiosas, pedagógicas y sociales que, en conjunto y con la participación de las diversas instancias pastorales de la Arquidiócesis, diseñaron y pusieron en práctica tres etapas para llevar a cabo este enorme desafío, desarrolladas de la siguiente manera:
En esta primera etapa se buscó recoger y sistematizar experiencias formativas fecundas en diversos ambientes eclesiales y extraeclesiales. Para ello, se llevaron a cabo dos estrategias que permitieron el levantamiento de información relevante respecto de la caracterización del laicado que se forma y el impacto de la formación en la Arquidiócesis, e identificar los principales elementos que debiesen configurar la formación del laicado hoy.
Para llevar a cabo el levantamiento de información relevante respecto del impacto de la formación en la Arquidiócesis, se aplicaron encuestas a más de 600 personas que viven su formación pastoral en diversos ambientes y territorios de Santiago8, para identificar la caracterización de las personas que se forman, en términos etarios, de género, nivel educativo, servicio pastoral, etc.; también, determinar los intereses formativos de estas personas en su experiencia formativa (cuánto, dónde y en qué temáticas se forman); y, finalmente, establecer el impacto que tiene la formación en cuanto a la síntesis fe-vida que desarrollan los formandos, estableciendo el aporte que tiene la formación en el desarrollo de esta9.
Junto con ello, se llevaron a cabo una entrevista grupal y dos grupos focales10 cuyo objetivo era identificar los elementos que se consideran fundamentales para la formación del laicado. Los participantes de estas instancias fueron agentes responsables de la formación y personas que han alcanzado una valiosa experiencia profesional y pastoral respecto de este tema. En estas tres instancias se reflexionó sobre el perfil del laicado, los objetivos de la formación de laicos, y los aspectos pedagógico-pastorales de esta formación. La información recogida se sistematizó a través del programa de análisis cualitativo Atlas.ti y los elementos que surgieron de este análisis11 orientaron el discernimiento de los criterios comunes y los elementos fundamentales para el diseño de la nueva propuesta.
Paralelamente, se realizó una revisión exhaustiva del actual PFL, para reconocer y valorar sus elementos fundamentales, relevando su pertinencia y adaptabilidad ante el contexto religioso, eclesial, social y cultural actual. Junto con esto, se aplicó una búsqueda bibliográfica de propuestas y planes formativos para el laicado desarrollados en las diócesis de Chile, como también en diversos países americanos y europeos. Esta investigación bibliográfica e interdisciplinar permitió identificar elementos comunes que pudiesen ser relevantes de integrar en la renovación formativa para Santiago.
La segunda etapa de este proceso permitió el discernimiento de los criterios comunes y elementos fundamentales para la elaboración de un nuevo itinerario y su marco orientador. Con este fin, se analizaron los resultados de la etapa anterior, en conjunto con los responsables de animar la formación en Santiago, y se confirmaron y analizaron intuiciones fundamentales que orientan la construcción de la propuesta curricular y sus fundamentos.
Así, se plantearon conceptos basales, ámbitos o dimensiones formativas, y criterios de discernimiento que permitieron la elaboración de la propuesta formativa que actualizará el PFL vigente, en concordancia con las exigencias planteadas por el territorio y el contexto actual.
Esta etapa contempló el diseño de la futura propuesta y la revisión de expertos en las diversas disciplinas asociadas y ámbitos pastorales de competencia, con el fin de asegurar la pertinencia y solidez de este proyecto. Finalmente, será el Arzobispo de Santiago quien revise, apruebe y promulgue la nueva propuesta formativa para el laicado en la Arquidiócesis.
Esta tercera etapa contemplará la socialización de la propuesta formativa en los diversos niveles de acción pastoral, a través de presentaciones en espacios pastorales ya establecidos dentro de la orgánica arquidiocesana (por ejemplo: reuniones zonales de presbiterio; reunión con decanos de cada zona pastoral; reunión con coordinadores de consejos pastorales parroquiales de cada zona pastoral; reunión con representantes de movimientos y asociaciones laicales vinculados al Área Laicado de la Vicaría para la Pastoral; etcétera), como también a través de reuniones extraordinarias convocadas con esta finalidad (pudiendo ser: reunión con encargados de formación parroquiales y decanales de cada zona pastoral; reunión con representantes o encargados de pastorales educativas; reunión con equipos y consejos decanales de cada zona pastoral; reunión con seminaristas del Seminario Pontificio Mayor de Santiago; y todas las instancias que se requieran o soliciten al INPAS).
A su vez, se llevarán a cabo procesos formativos especializados para agentes responsables y multiplicadores de la formación en la Arquidiócesis, que permitirán promover las condiciones adecuadas para la implementación de la propuesta formativa. Para eso, desde el INPAS se ofrecerán procesos formativos diferenciados para aquellos agentes, poniendo un énfasis en la capacitación de encargados de formación y en la habilitación de formadores, favoreciendo un sistema de acreditación único y progresivo de la formación en Santiago.
El proceso desarrollado a partir de julio de 2019 ha permitido confrontar información valiosa respecto de la experiencia formativa del laicado en Santiago, e identificar elementos fundamentales que favorecen una renovación de la formación para que esta sea más coherente con la realidad de los varones y mujeres de hoy. Algunos de los principales hallazgos se presentan a continuación.
A partir de las estrategias para el levantamiento de información14 sobre la experiencia de los laicos que se forman en instancias pastorales, tanto en el Arzobispado de Santiago como en ambientes pastorales de instituciones formativas católicas externas al Arzobispado, se identificaron elementos que permiten establecer una caracterización sociocultural inicial del laicado formado, fundamental para pensar y diseñar los procesos formativos.
En primer lugar, se establece que las personas laicas que se forman en ambientes pastorales en la Arquidiócesis de Santiago han envejecido notoriamente, con un promedio de 51,01 años de edad. Este dato, que puede haber sido previsto por muchos, destaca la importancia de crear formaciones coherentes con el desarrollo psicorreligioso y social de los adultos y adultos mayores. A continuación, se presenta un gráfico con el detalle de los grupos etarios y la prevalencia de los grupos de mayor edad por sobre los de menos de 50 años.
Junto con ello, el 88,7% señala desarrollar un servicio pastoral, ya sea en parroquias, colegios, movimientos, etc. Estos resultados pueden leerse desde dos perspectivas: son los agentes pastorales quienes, en su mayoría, acceden a las formaciones ofrecidas por distintas instancias eclesiales y/o estas instancias están dirigidas fundamentalmente a un interlocutor con participación activa dentro de la estructura pastoral. En cualquier caso, parece ser importante la apertura de espacios formativos a todos los laicos que desarrollan su servicio evangelizador en el mundo y que, aun siendo numerosos, estarían recibiendo muy poca formación en estos contextos.
Asimismo, en el total de personas encuestadas, se identifica un 65% de mujeres y un 35% de varones, manteniendo la tendencia que se evidencia también en la adhesión eclesial a la Iglesia en 2019, donde el número de mujeres es mayor que el de varones (Encuesta Bicentenario- UC, 2019). En ese sentido, y en la línea de los movimientos actuales sobre la mujer, los datos desafían a pensar formaciones cristianas que respondan a las exigencias y condiciones de las mujeres laicas del Chile de hoy y con su propia voz evangelizadora.
Un dato que se destaca, pues problematiza muchos supuestos generalizados sobre la formación, es el nivel educacional de los encuestados. Tal como señala el gráfico 2, los laicos que se forman manifiestan en un 26,5% haber cursado o estar cursando Educación Técnico-Profesional y un 54,2% en Educación Universitaria, dejando un porcentaje del 80,7% con algún grado en Educación Superior. Este indicador se condice con las cifras del Censo Nacional 2017, donde se estableció un promedio de 11,05 años de escolaridad en personas de 25 años o más; como también en el acceso a la Educación Superior, la proporción de personas de 25 años o más que ha aprobado al menos un curso de la educación superior se incrementó a 29,8%. Por consiguiente, el laicado que accede a las formaciones tiene un nivel educativo superior (80,7%), lo que permite un diseño de formaciones con mayor profundización y exigencias pedagógico-pastorales.
Con relación a su experiencia formativa, el 35,6% de los laicos encuestados se ha formado 10 o más veces durante los últimos 10 años en diversas instancias y formatos educativos pastorales; el 21,9% ha participado de 6 a 10 formaciones; el 32,4% de 2 a 5 formaciones; en solo una formación ha participado el 7,4%; y solamente el 2,8% nunca se ha formado.
De estas formaciones, el 79,2% corresponde a temas de profundización en la formación cristiana (contenidos fundamentales de la fe, contenidos de dimensión social, espiritualidad) y desarrollo de la persona; mientras el 15,7% corresponde a formaciones orientadas a entregar herramientas para los diversos servicios pastorales. Con ello, se confirma la relevancia de los contenidos de fe, entendidos como el desarrollo del dogma, la liturgia y la Sagrada Escritura, pero surgen con cierta novedad los temas vinculados a la dimensión social de la fe cristiana y al desarrollo espiritual del laicado.
Respecto del lugar donde se realizan las formaciones, estos corresponden en un 28,4% a la parroquia y/o el decanato; 23,8% a la vicaría zonal; 15,4% a formaciones arquidiocesanas; 23% a universidades y centros de estudio; y 9,4% a otros espacios formativos. Este dato cobra especial relevancia al dar al territorio (parroquias, decanato y zonas) un lugar prioritario para la formación laical y a quienes favorecen procesos formativos (párrocos, religiosas/os, diáconos, laicos capacitados, etc.) desafíos respecto de su preparación y ejecución.
El impacto de la formación en la vida de los laicos tiene una alta valoración, evidenciándose cuando afirman estar “de acuerdo” o “totalmente de acuerdo” con que:
Con la evaluación de estos indicadores, los laicos encuestados expresan su alta valoración respecto del impacto de los procesos de aprendizaje pastorales en sus propias vidas, en la comprensión de su propio rol laical y de la responsabilidad que tienen como cristianos en la transformación de la realidad. Aun cuando es una primera aproximación en este ámbito, se distingue la necesidad de seguir profundizando en ello en futuras indagaciones.
Para organizar la amplia propuesta de temáticas formativas que sugieren los laicos en este levantamiento por medio de una pregunta abierta, se establecieron 11 categorías que agruparon, según los ámbitos de contenido, las temáticas propuestas –de manera no excluyente, puesto que algunas respuestas pueden clasificarse en más de una categoría–:
Categoría | Tema principal | Temas secundarios |
Vida eclesial | Sentido, identidad, fortalecimiento e identidad de la comunidad | Cambios, roles y perspectivas de la Iglesia |
Contenidos de fe | Biblia y liturgia | Doctrina Social de la Iglesia |
Espiritualidad | Espiritualidad, oración | Acompañamiento |
Fe y vida1 | Identidad e importancia de la familia | Testimonio cristiano en el trabajo |
Habilidades blandas | Habilidades blandas y desarrollo personal | Empatía y resolución de conflictos |
Iglesia y sociedad2 | Compromiso y ayudas sociales | Apoyo al migrante |
Actualidad3 | Migrantes | Rol de la mujer en la Iglesia y elementos para el análisis de la realidad |
Liderazgo | Trabajo en equipo | Líder como motivador |
Discernimiento personal y comunitario | Discernimiento comunitario | Discernimiento comunitario como y proceso más extenso |
Buen trato | Abusos de poder en la comunidad | Desarrollo de ambientes sanos |
Apologética | Defensa de la fe | Defensa de la Iglesia |
1 Vinculado a la necesidad de
formaciones que apunten a hacer coherentes los contenidos de
la fe cristiana con la propia vida cotidiana. 2 Vinculado a las relaciones que la Iglesia tiene con las grandes temáticas que la sociedad manifiesta y destaca, y cómo asumirlas como comunidad cristiana. 3 Relacionado con los desafíos que la cultura y el contexto actual presentan a cada cristiano, y con las herramientas de diagnóstico y discernimiento para asumirlos. |
La frecuencia para cada una de las categorías establecidas se refleja en el siguiente gráfico:
El análisis desarrollado a partir de esta categorización desprende elementos que permiten orientar el discernimiento de la nueva propuesta formativa. Estos elementos son:
A partir del proceso indagatorio desarrollado en la Primera etapa: Reconocimiento, para clarificar y perfilar la formación laical, se realizó un análisis de la información recogida en la segunda estrategia para el levantamiento de información, es decir, la entrevista grupal y los grupos focales, mediante el programa Atlas.ti. Este análisis permitió categorizar toda la información en diez códigos en los que se clasificaron las ideas fundamentales. Los códigos levantados son: currículum; formación; cambios culturales; inserción en el mundo; diversidad de carismas; vida comunitaria; ejercicio del poder; madurez laical; competencias-habilidades del laicado; identidad laical, vocación y compromiso.
En un ejercicio posterior, estos diez códigos se agruparon en cuatro grandes categorías que iluminaron y organizaron la reflexión para el discernimiento de una nueva propuesta. Las categorías fueron: currículum y los aspectos formativos; la diversidad interna de la Iglesia y el ejercicio del poder; los cambios sociales y el rol del cristiano en el mundo; y, finalmente, sobre el perfil del laico que se busca15.
Las 4 agrupaciones que se realizaron a partir de los 10 códigos se estructuran de la siguiente manera:
Agrupaciones | Códigos |
Aspectos formativos y currículum | Currículum |
Formación | |
Cambios sociales y el rol del cristiano en el mundo | Cambios culturales |
Inserción en el mundo | |
Diversidad interna de la Iglesia y el ejercicio del poder | Diversidad de carismas |
Vida comunitaria | |
Ejercicio del poder | |
Perfil laicado | Madurez laical |
Competencias-habilidades laicado | |
Identidad laical, vocación y compromiso |
El análisis interdisciplinario de estas agrupaciones permitió establecer definiciones de cada una de ellas, proponiendo los elementos fundamentales que dieron sustento al discernimiento de la nueva propuesta formativa para el laicado en Santiago. Las definiciones para estas agrupaciones son:
Perfil laicado: La alusión al laicado y su formación apelaba frecuentemente a una crisis en la comprensión de su propia identidad y al desarrollo de un laicado “maduro”. Esto se definía a partir de ciertas acciones y visiones comprendidas desde su ser en el mundo, en la cultura o en la sociedad, donde reconocen (o no) a Dios. Para ello, es fundamental el desarrollo de ciertas competencias vinculadas a sus prácticas, pero también lo que consideran el vínculo entre la fe, las creencias y la vida cotidiana en todas sus dimensiones.
Para esta realización del “laico maduro” –tal como se mencionó repetidamente– se debe tener como base el encuentro siempre renovado con Cristo y la centralidad en Él. Por ello, se destacó constantemente una formación laical que facilite la síntesis profunda entre los contenidos vistos en las formaciones, con la vida diaria en sus desafíos y dinámicas.
En ese sentido, se busca una retroalimentación entre lo que entregue la formación y las experiencias vitales16.
A esto se suma la importancia fundamental de desarrollar el discernimiento cristiano como una actitud profunda y encarnadamente espiritual, crítica y autorreflexiva de los caminos que se presentan y de las acciones que, como cristianos, respondan a las necesidades y situaciones de la experiencia. A ello se vinculan habilidades de diálogo, escucha, reconocimiento de la acción de Dios en el mundo, curiosidad evangélica, identidad cristiana situada, análisis, etcétera.
Por último, y en relación con lo anterior, se destaca con mucha frecuencia el desarrollo integral del laico, concerniente a las habilidades blandas, a las dinámicas grupales, al ejercicio del poder, la fraternidad, etc. Su desarrollo integral debe responder a su misión en el mundo como proyección de una madurez laical que surja de su ejercicio eclesial interno, evitando una desarticulación entre un infantilismo dentro de la estructura interna de la Iglesia o sus comunidades, y de una mayor autonomía para la evangelización en el mundo17.
Diversidad interna de la Iglesia y el ejercicio del poder: En el diálogo se presentó que la vida comunitaria debe fomentar la diversidad de los carismas y no los clanes, es decir, grupos cerrados y uniformes que se desarrollan en un círculo impermeable. En esta dirección, se puede comprender que la vida comunitaria, en un buen sentido, con su diversidad interna, es la que previene la formación de clanes. Esta posición positiva demuestra la diversidad de dones como un elemento constitutivo de la Iglesia católica, sin evitar los conflictos y las discusiones18. Debe buscarse el justo equilibrio, promoviendo la fraternidad y la vida compartida, ya que son experiencias que hacen dar cuenta del ser parte del pueblo de Dios.
A esto se suma una reflexión sobre el ejercicio del poder, el cual debe tener como principales características el buen trato y la consideración de criterios evangélicos. Por tanto, es necesario tener disposición al cambio en las maneras de relacionarse y, así, a un verdadero proceso de conversión. No pocas veces se considera que el modelo de ejercicio de la autoridad que se ha dado en la Iglesia ha funcionado bajo el secretismo y la arbitrariedad, lo cual obstaculiza modelos de confianza.
Una intuición que está en la base es que el equilibrio en el gobierno eclesial será alcanzado cuando se reconozca al laicado y su identidad, cuando se den espacios para el nacimiento y desarrollo de un verdadero liderazgo laical en la misma comunidad. Para alcanzar este objetivo es necesaria una actitud de escucha permanente. El liderazgo, expresado en criterios de confianza, colabora a evitar las prácticas abusivas y permite hacer frente de buena manera a los conflictos. Todo esto permite la salvaguarda de la vivencia comunitaria y el bienestar de los miembros de la Iglesia.
Aspectos formativos y currículum: En esta agrupación se destacan tres grandes ámbitos asociados a las dinámicas formativas, las metodologías y la estructura referida al plan: aprendizaje, modelo formativo y perspectivas educativas. Sobre el primer ámbito, aprendizaje, se destaca una reflexión en torno a modelos de aprendizaje que posibiliten la participación activa y significativa de los miembros de la comunidad, a partir de la construcción colectiva de este, con conciencia de contenidos que dependen de los aportes de todos, de una consideración de la persona como protagonista de su propio proceso de aprendizaje y la validación de sus experiencias personales y comunitarias previas. Junto con ello, se proponen métodos que trabajen lo simbólico, lo celebrativo, lo testimonial y lo comunitario.
Sobre el modelo formativo, se propone con bastante generalidad que sea un currículum flexible y que posibilite al laico la conciencia de su propio proceso. De esta forma, la formación del laicado debe buscar ser transformadora de sentido, con conciencia, análisis y discernimiento del proyecto vital. En este marco, las metodologías deben orientarse a la autoformación y a proponer espacios que sean facilitadores del aprendizaje según los criterios ya mencionados. Este modelo formativo, además, debe integrar las nuevas tecnologías de la comunicación y las herramientas innovadoras del aprendizaje.
Por último, respecto de las perspectivas educativas, se destaca una formación que sea coherente con el desarrollo de las personas y sus ciclos vitales (en especial, jóvenes y adultos mayores), atendiendo a distintas modalidades formativas. Además, esto apunta a que el laico desarrolle habilidades que sirvan para su desenvolvimiento cotidiano, ayudando a decantar la formación teológica e integral que se vaya asumiendo en el espacio formativo.
Otros puntos que se destacan para posibilitar la integralidad de los procesos formativos es la interdisciplinariedad de las formaciones, la creatividad de las metodologías y el desarrollo del liderazgo formativo de quienes faciliten estos procesos. Todo ello, con una convicción profunda y generalizada en los participantes de los grupos focales de que la formación no es un traspaso de información, sino una instancia de crecimiento integral en la fe y de desarrollo humano más pleno.
Cambios sociales y el rol del cristiano en el mundo: Se considera que un elemento clave que debe integrarse en todo proceso formativo es intencionar el involucramiento laical en un proyecto de sociedad y de construcción de lo social conforme a los valores del Reino de Dios. Se puede relacionar con la llamada del papa Pablo VI a la participación política de los católicos y a un compromiso con instancias sociales, promoviendo de este modo la construcción de un proyecto de sociedad que tenga como centro al ser humano y su dignidad19. Por lo mismo, es fundamental reconocer una legítima variedad de opciones posibles, en coherencia con la diversidad de carismas mencionados anteriormente.
Se identifica al mismo tiempo el dinamismo de los procesos sociales, vale decir, los cambios sociales y culturales se presentan cada día con una velocidad más acelerada y vertiginosa20. Estos procesos sociales nuevos demandan nuevas miradas y más profundas interpretaciones, y estos cambios culturales desafían a la Iglesia no solo a nivel ad extra, sino sobre todo ad intra, en virtud del principio de que la Iglesia es, inevitablemente, heredera de los cambios culturales de su época. De este modo, el cambio de paradigma social demanda una flexibilidad y apertura ante los cambios socioculturales, lo que decantaría en nuevos modelos que integren en su composición nuevos procesos sociales y nuevas lógicas culturales.
En virtud de todo esto, se necesita un proceso formativo encarnado, consciente de las realidades sociales y atento a los signos de los tiempos. Esto se desarrolla como fruto de una nueva espiritualidad, de una mística de los ojos abiertos, tal como señala uno de los participantes. En este contexto un aporte destacable en los grupos focales es el cuestionamiento de la perspectiva dualista que separa la pertenencia eclesial y la pone en contraste con la pertenencia al mundo. Se busca de esta manera crecer en una mayor toma de conciencia de la connatural relación entre Iglesia y mundo.
Tal como se muestra en el esquema 1, se constataron ciertas líneas generales compartidas por los grupos, incluso existiendo una diversidad en las dinámicas y categorías que surgen de cada uno de ellos. En ese contexto, un aspecto común entre las encuestas aplicadas21, la entrevista grupal y los grupos focales, fue la constatación de que la crisis eclesial, ya siendo algo decantada por el paso del tiempo, marca pauta en las reflexiones sobre laicado y formación. De esta manera, se reconocen macrocategorías como discernimiento, síntesis entre fe y vida y desarrollo humano integral que son transversales a todo el levantamiento de información, marcando un claro énfasis en las preocupaciones para la formación laical y la renovación de la vida eclesial. El currículum de la formación del laicado debe responder a estos desafíos, considerando la pluralidad de interlocutores, los cambios sociales y las condiciones eclesiales con las que lidia.
Todo esto permite un análisis de lo social con criterios evangélicos que, desde una siempre nueva lectura de la dimensión social de la Iglesia, permita discernir personal y comunitariamente la actuación de los cristianos en sociedad. Esto remite a procesos de aprendizaje que dialoguen con lo social, con una adaptación del lenguaje que integre una mirada global de la realidad, incluso asumiendo el asunto del poder y sus manifestaciones abusivas como paradigma que explica, en gran medida, la presente crisis eclesial y social, y la pérdida de confianza institucional ampliamente generalizada.
La renovación de la formación del laicado ha sido una tarea pendiente de la Iglesia de Santiago y más aún hoy, cuando se viven tiempos de cambios complejos que requieren profundos discernimientos personales y comunitarios. De ahí la necesidad de generar procesos sinodales en la Iglesia para que esta crezca y sea fecunda, poniendo a Cristo en el centro, donde la participación activa no sea “cuestión de concesiones de buena voluntad, sino que constitutiva de la naturaleza eclesial” (Francisco, 2018b). Para ello, un laicado bien formado, consciente de su rol en la Iglesia, adulto en su fe y maduro en su actuar, es imprescindible.
Así, esta propuesta tiene como horizonte que todos los cristianos sean “protagonistas de la transformación que hoy se reclama y [puedan] impulsar y promover alternativas creativas en la búsqueda cotidiana de una Iglesia que quiere cada día poner lo importante en el centro” (Francisco, 2018b). Los primeros pasos dados confluyen hacia ese objetivo.
Con la promulgación de una nueva propuesta formativa para el laicado en Santiago surgen desafíos concretos para su sólida implementación, los que se entrelazan y presentan como imprescindibles en su conjunto. El primero consiste en la necesidad de promover dentro de la Arquidiócesis una mirada dinámica e innovadora respecto del rol y las características que exige la formación laical hoy en día. Este desafío será fundamental en tanto es imprescindible para acompañar la adopción de la renovación del PFL y su aplicación.
Otro aspecto refiere al ofrecimiento de pautas y contenido formativo lo suficientemente flexibles y adaptables a la realidad de las comunidades. Este desafío es especialmente complejo y requiere un discernimiento profundo en lo que se refiere a su método, currículum y contenidos. Cabe recordar que una de las características fundamentales de esta renovación es la de su flexibilidad según las necesidades que surjan del discernimiento comunitario y, por tanto, cualquier contenido debe ofrecer espacio para la acción que surja de aquellos discernimientos, teniendo además la obligación de proponer elementos que sean significativos para las personas que participan en un proceso formativo. Esta situación implica un importante giro en la manera en que se entiende una oferta formativa, la cual no solamente tiene su centro de gravedad en contenidos disciplinares, sino también en la promoción de habilidades propias que exige todo discernimiento que se abre a la acción del Espíritu.
Otro de los aspectos relevantes es la capacitación de los agentes responsables y multiplicadores de la formación en la Arquidiócesis, que permita promover las condiciones adecuadas para la implementación de la propuesta formativa. Esta capacitación implica una nivelación general de todas aquellas personas que realizan servicios de formación en Santiago, a nivel de comunidades, parroquias, decanatos, zonas, movimientos y los diversos ambientes que componen la realidad eclesial de la Arquidiócesis.
Estas personas corresponden principalmente a los párrocos, religiosas, diáconos y laicos preparados en las comunidades de base, pero también están los encargados de formación tanto parroquiales y decanales, quienes en su mayoría son laicos voluntarios. Muchas veces estos encargados de formación, al ser voluntarios, poseen una vasta experiencia pastoral, pero sus conocimientos disciplinares y competencias educativas no están avaladas de manera formal. Por otro lado, los párrocos, religiosas, diáconos y laicos preparados, que son los agentes formativos en las comunidades de base principalmente, aun cuando en su mayoría poseen el manejo disciplinar, no cuentan con las habilidades pedagógicas suficientes para favorecer procesos integrales y significativos de formación.
Esta desigual realidad es un gran desafío, pues posibilitar una implementación adecuada de la propuesta implica que quienes son los formadores y agentes multiplicadores deben desarrollar y poner en práctica todas las competencias humanas y espirituales necesarias para ello.
Por eso, el INPAS asume la gran tarea de ofrecer procesos formativos diferenciados para aquellos agentes responsables y multiplicadores en la Arquidiócesis, poniendo un énfasis en la habilitación de formadores a través de un sistema de acreditación único y progresivo de la formación en Santiago. Esto implica una implementación permanente de procesos de habilitación para formadores, con acreditaciones anuales y la generación de un registro arquidiocesano público de formadores habilitados.
La formación del laicado es responsabilidad principal de la Iglesia y de todos quienes desarrollan la animación pastoral. Asumir con coherencia y responsabilidad esta misión implica promover un sustrato concreto y permanente para llevar a cabo un proceso de implementación de la propuesta formativa, como también de proyectar su permanente revisión y actualización atendiendo a la vertiginosa evolución social, religiosa y cultural que viven los varones y mujeres de hoy; para que sea un proceso de renovación constante y no distanciado en el tiempo.
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