Revista de Educación Religiosa, volumen II, nº 6, 2023, DOI 10.38123/rer.v2i6.312
Manuel Tenjo Cogollo1
Corporación Universitaria Minuto de Dios – UNIMINUTO
La evangelización “obedece al mandato misionero de Jesús” (Evangelii gaudium, #19), y en ella se proclama fundamentalmente la Buena Noticia del evangelio de Jesucristo que se anuncia con obras y palabras (Palafox, s.f.). Se trata de un proceso desarrollado en diversas etapas que florece en forma de espiral: comienza con el kerygma, sigue por un “itinerario de precatecumenado” que conduce a una acción catequética inicial fortalecida en la vida comunitaria, en la inserción en el misterio de Cristo y de la Iglesia y, propone un compromiso misionero de los bautizados que han empezado su camino de vida cristiana (Directorio para la Catequesis, 2020, #31-35). En el proceso, la predicación ocupa un lugar importante y transversal, tanto en la didáctica como en el contenido y la espiritualidad del predicador, quien ejerce su ministerio desde y para la construcción de comunidades eclesiales en sus propios contextos, como se hace evidente desde el Centro Fuego Nuevo, del UNIMINUTO; aquí se realizan reflexiones de evangelización y catequesis, avanzando en aportes a la predicación y el acompañamiento de comunidades cristianas, así como colaborando con el Laboratorio de Catequesis del CELAM, tanto en la educación continua como en la socialización de ofertas de formación.
La predicación kerygmática tiene como contenido el anuncio explícito de Jesucristo muerto y resucitado en quien alcanza la salvación, con una gran diversidad de didácticas orientadas a lograr que las personas se decidan por el Señor Jesús y se vinculen a la comunidad cristiana; sin embargo, en la catequesis, ya sea inicial o de profundización, los recursos didácticos suelen enfocarse en una “mera instrucción” (Ruiz de Gopegui, s.f.), que aporta al adoctrinamiento (Mercado, 2008, p. 22), con el riesgo de generar monotonía; además, no siempre es claro qué se busca aportar en la construcción de la comunidad eclesial, representada por un auditorio un tanto pasivo (Mercado, 2008, p. 13) ante el cual se buscan “recetas validas, uniformes e iguales para todos” (Laboratorio de Catequesis del CELAM, 2021). Al final, la enseñanza catequética se percibe como algo monótono y obligatorio para recibir un sacramento determinado, sin mayores resultados satisfactorios, como ocurre cuando se produce el alejamiento de la Iglesia (Documento de Aparecida, #225); en síntesis, se va perdiendo la fuerza de la eclesialidad, la alegría de la evangelización y los impactos que se esperan en el crecimiento catequético. Teniendo en cuenta los aportes del Centro Fuego Nuevo y del Laboratorio de Catequesis del CELAM, así como la teología de la predicación presentada por Grasso (1966) y Suárez Moreno (2022), se plantea la pregunta: ¿cuáles son los aportes de la predicación catequética que enriquecen la construcción de la Iglesia en su desarrollo sinodal? Para responder a ella es necesario comprender las diferencias y aportes de la predicación kerygmática y la catequética, al mismo tiempo que las dimensiones eclesiales que se desarrollan en los dinamismos de la predicación, para terminar formulando algunas propuestas de acción desde la sinodalidad. Los aportes tienen en cuenta las reflexiones de algunos autores españoles y latinoamericanos en torno a los dinamismos de la catequesis, porque permiten partir de la realidad para reflexionarla y volver a ella con herramientas eficaces para transformarla positivamente.
El artículo describe la predicación en general y se centra en la catequética, avanzando por las riquezas de las dimensiones eclesiales para aportar, desde la construcción sinodal, al fomento de la pasión y el énfasis testimonial en el desarrollo catequético.
La predicación es una de las formas en que se realiza la evangelización en la Iglesia. En el Centro Fuego Nuevo se han venido diferenciando tres tipos de predicación: kerygmática, catequética y homilética, tanto en el Diplomado en Fundamentos Bíblico-Teológicos y Pastorales del Kerygma, como en el Diplomado en Predicación Kerygmática (2022 y 2023). La predicación kerygmática y la catequética se diferencian en los componentes de contenido, metodología y logros que se buscan alcanzar, teniendo en cuenta su carácter complementario, en función de fortalecer el inicio y el crecimiento de la vida cristiana y la inserción de la persona en la comunidad eclesial.
En la presentación del Directorio para la Catequesis (2020), el cardenal Salvatore Fisichella señala que es necesario aprovechar con esfuerzo los medios de cada tiempo para el anuncio cristiano: “sobre todo la predicación y la formación catequética, que ocupa siempre el primer lugar”; Fisichella muestra una diferencia conceptual, al mismo tiempo que una complementariedad, entre la predicación y la formación en la catequesis, lo que permite acercarnos a dos realidades distintas y que se apoyan mutuamente.
Tanto la predicación kerygmática como la catequética buscan “un encuentro con la Palabra de Dios, viva y eficaz (cf. Heb 4:12)” (DC 2020, #92). Este encuentro con Jesucristo conduce a la conversión y a la inserción en la vida comunitaria, al mismo tiempo que empieza un proceso “para alimentar el crecimiento de los discípulos de Cristo” (DC 2020, #100).
La predicación del kerygma se caracteriza por ser apasionada, testimonial, con una explicación sencilla y vivencial del encuentro personal con Jesucristo y con la intención consciente de generar espacios de encuentro personal con Jesucristo, despertando la fe (Rom 10:17); se engendra en la Iglesia (Grasso, 1966, p. 104) a un discípulo, haciendo que la vida bautismal del cristiano aporte al enriquecimiento eclesial con su testimonio y su servicio. Se recibe como una “propuesta de Dios que motiva la respuesta del oyente mediante la fe que acoge y reconoce como venida de Dios la palabra de Cristo” (González Montes, 2015, p. 501). Siguiendo la reflexión de Von Balthasar, la predicación kerygmática es “un acto de humildad divina” porque descubre la realidad del misterio de Jesús en la cruz y, por tanto, “adquiere su fuerza a partir de la misma existencia de Cristo” (Suárez Moreno, 2022, p. 36). Al respecto, se han realizado grandes avances en la predicación del kerygma, con claras fundamentaciones bíblico-teológicas (DC 2020, #57-60).
La predicación catequética centra su contenido en la inserción en el misterio de Cristo y de la Iglesia y puede avanzar en su didáctica utilizando los elementos propios de la predicación kerygmática para fortalecer el crecimiento en la vida comunitaria, “adquirir valores, saberes, crecimiento y compromiso en la fe” (Triana, 2013, p. 321), y preparar para los servicios pastorales. Debe mantenerse la pasión y la aplicación a la experiencia con criterios de vida porque “prolonga el anuncio y sirve a su explanación, comprensión y recepción con todos los efectos que acompaña la eficacia de la Palabra Divina” (González Montes, 2015, p. 506). Por tanto, debe integrar los elementos narrativos de la Sagrada Escritura, de la Tradición eclesial y de la vida particular en las comunidades y en los catequistas, porque la Palabra se encarna desde las comunidades eclesiales con su “fuerza vivificadora” que ella misma tiene (De Burgos, 2006, p. 2). Las grandes verdades de la teología se pueden expresar catequéticamente de manera sencilla y directa bajo la acción del Espíritu Santo, como se narra en Hechos de los Apóstoles (cap. 10) en el encuentro entre Pedro y la familia de Cornelio, en Cesárea Marítima. Se realiza una lectura nueva de la Sagrada Escritura y de la Tradición, para ser actualizada en contextos específicos con una actitud profética y los dinamismos de la teología narrativa (De Burgos, 2006, p. 3). Esta propuesta implica una pasión de los ministros de catequesis que enriquece la vida porque se ofrece una afirmación de la identidad en su triple caracterización, como afirma Triana (2013): “humano-social, personal-comunitario y religioso-comunitario” (p. 322). La naturaleza de la catequesis enriquece el diálogo entre Dios y el hombre: el proceso catequético y sus protagonistas se integran en una construcción de identidad, tanto personal como comunitaria, porque, como señala Palafox (s.f.), se integran “fe y vida, aunando la religiosidad al sentido, conscientes de que Dios desea la vida”.
El catequista (como sujeto) y la predicación catequética (como didáctica y sujeto) están insertos en una realidad social y comunitaria con la que se dialoga a fin de conducir a una inculturación de la fe (DC 2020, #396), desde donde el evangelio adquiere nuevos sabores, lenguajes, didácticas, narraciones y resultados. Entonces, el catequista se hace consciente de que es desde la Iglesia y para ella que se realiza una predicación catequética, porque ha sido llamado para ser servidor de la Palabra y se comprende la ekklesía como la congregación de los llamados o convocados para la misión, “la que imprime en el alma del hombre los anhelos de eternidad” (Suárez Moreno, 2022, p. 38) y fortalece el impulso del servicio “de los laicos y laicas en la misión evangelizadora” (Palafox, s.f.) en la recuperación del sacerdocio común, como señala el Concilio Vaticano II (Lumen gentium #10, Documento de Santo Domingo #103, #293).
Se puede concluir hasta aquí que la predicación kerygmática y la catequética se apoyan para aportar con sus objetivos y avanzar en las didácticas y en los contenidos. Esto genera nuevos dinamismos en la evangelización, procesos de innovación pastoral y construcción de nuevas formas de vivir en la Iglesia aportando a sus dimensiones naturales por el mismo dinamismo de la Semilla que se siembra, hasta llegar a dar “fruto con perseverancia” (Lc 8:15). Al mismo tiempo, se recupera el carácter de Pueblo de Dios, donde los catequistas, en su mayoría laicos, se comprometen en una profundización de la identidad y de la relación entre los distintos sujetos de la Iglesia, en la línea de la sinodalidad, mostrando la eclesialidad como sujeto colectivo que hace parte de un organismo mucho más grande. El desafío crece cuando todos los bautizados deben asumir compromisos desde la tria munera Christi, en sintonía con el valor del discipulado y, por tanto, de la dignidad inherente a la existencia cristiana como tal, como lo había propuesto Congar (1965, pp. 9-33).
La predicación, en general, y la catequética, en particular, tienen un carácter eclesial que se enriquece con el buen ejercicio de los catequistas. Teniendo en cuenta la afirmación del Directorio para la Catequesis (2020, #176): “Educando en la comunión, la catequesis enseña a poder vivir en la Iglesia y como Iglesia”, se hace necesario reflexionar sobre el enriquecimiento de las dimensiones eclesiales con el ejercicio de la predicación catequética, desde los abordajes de la teología de la predicación propuestos inicialmente por Grasso y actualizados por Suárez Moreno, con el propósito de fomentar el apasionamiento y el testimonio de los protagonistas del desarrollo catequético.
Las aproximaciones a las dimensiones teológicas de la predicación posteriores al Concilio Vaticano II, como la de Doménico Grasso (1966, pp. 181-195), y la más reciente de Suárez Moreno (2022), plantean una aproximación a algunos teólogos del siglo XX y el Magisterio eclesial en torno a la predicación a fin de realizar propuestas de acción de acuerdo a los dinamismos propios de la Palabra. Estas propuestas señalan dos elementos clave: (1) la transversalidad de la predicación en toda la misión evangelizadora, y (2) la importancia del predicador inserto en la Iglesia desde donde realiza su ministerio y hacia donde se dirigen sus esfuerzos de innovación pastoral.
La relación personal e íntima con Jesucristo conduce a la conversión y a vivir en comunidad, porque es la acción propia del Resucitado la que se hace evidente en los relatos de resurrección (Mc 16:7; Mt 28:10.16; Lc 24:9.33.36; Jn 20:17-19.22.29), en Hechos de los Apóstoles y en el resto de los escritos neotestamentarios. En esta relación, la predicación, en general, y la catequética, en particular, promueven, desarrollan y enriquecen la vida eclesial en varias dimensiones:
Estas dimensiones eclesiales contribuyen a tener un sello enriquecedor en el ejercicio y vida de la predicación catequética: la vida personal del predicador, la fuerza de la Tradición, el carácter profético de leer al Dios de la historia y la comprensión de la predicación como un don para toda la humanidad (De Burgos, 2006, p. 4), contribuyendo a que los bautizados asuman sus compromisos con las gracias sacramentales propias de la Eucaristía y la Confirmación, además de la experiencia de su propio estado de vida.
La predicación catequética se está abriendo caminos en la vida de la Iglesia, especialmente desde el Directorio para la Catequesis (2020), que señala que la comunidad cristiana es el lugar donde se vive la eclesialidad y se celebran los sacramentos como momentos sobresalientes de la vida, haciendo que “la catequesis junto con los ritos litúrgicos, las obras de caridad y la experiencia fraterna” (#34) constituyan el inicio y desarrollo de la vida cristiana de todos los bautizados, es decir, que conduzcan a las personas a descubrirse como discípulos de Jesucristo.
Los nuevos modos de proceder eclesiológicamente obligan a comprender que “una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha (...). Es una escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender (...). Es escucha de Dios, hasta escuchar con Él el clamor del pueblo; y es escucha del pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama” (Francisco, 2015). Por tanto, el dinamismo de la escucha atenta es indispensable para desarrollar una predicación catequética, que se apoya en relaciones de tipo horizontal porque los protagonistas establecen vínculos de corresponsabilidad, fundamentada en la realidad bautismal (y su relación directa con la Confirmación), y en la participación del sacerdocio comunitario de todos los creyentes (LG, #10). Este camino contribuye a escuchar a Dios desde las diversas realidades humanas, para tener una participación ordenada, orgánica y sistemática, desde los dones y carismas personales y comunitarios que son puestos para el crecimiento eclesial (LG, #12). Desde esta perspectiva, el camino de la predicación catequética sigue enriqueciendo las dimensiones eclesiales con la facilidad de alcanzar los logros propios de su naturaleza, porque los protagonistas del ejercicio catequético se comprometen en los procesos de acompañamiento en una pedagogía de encarnación en la que los acontecimientos humanos dialogan con la fe personal y comunitaria, impulsando un crecimiento eclesial que tiene incidencias sociales.
Siguiendo la reflexión sinodal de la Iglesia, en la que los dinamismos catequéticos tienen un papel importante con su mayor comprensión cristológica y eclesial, se abren varias propuestas de acción en las cuales la predicación catequética adquiere un lugar protagónico tanto por su carácter específico como por hacer parte del proceso evangelizador.
El crecimiento procesual de la evangelización (señalado en el Directorio para la Catequesis, 2020, #31-32) propone tres etapas que contribuyen a buscar los procesos formativos: primero, la iniciación cristiana, que parte del kerygma, orientada al encuentro personal con Jesucristo, la conversión y la vinculación comunitaria; a continuación, el proceso catequético (en el que se ubica la presente propuesta), encaminado a profundizar y crecer en el misterio de Cristo y de la Iglesia; finalmente, la tercera etapa está constituida por el compromiso misionero que busca las diversas maneras de asumir los dones y carismas para asumir ministerios y pastorales que aportan a la construcción eclesial. Se exige, entonces, unos contenidos específicos que aporten a la sinodalidad e inciden en la disminución del clericalismo para que se asuman compromisos de corresponsabilidad y cogobernabilidad, a fin de que todos los bautizados y ordenados contribuyan con sus saberes y experiencias a la construcción de nuevas formas de concretar la eclesialidad y vivir el sensus fideique conduzca a consensos. Esta es una manera de trabajar en los pasos y etapas de construcción de una Iglesia sinodal; además, permite sistematizar experiencias que muestran los esfuerzos que se están desarrollando en esa dirección.
Los bautizados y confirmados que asumen activamente los compromisos sacramentales, especialmente el de la catequesis, desde una formación cristiana procesual y encaminada a asumir la corresponsabilidad eclesial, contribuyen directamente a comprender lo permanente del Pueblo de Dios; todo lo demás puede ser transitorio. Al mismo tiempo, se vuelven actores de la sinodalización del Pueblo de Dios, que significa que todos pueden ser escuchados y contribuir al discernimiento eclesial, aportando en el sensus fidelium .
Está emergiendo una conciencia eclesial en los catequistas que asumen su vida como miembros de la Iglesia, al mismo tiempo que se están abriendo caminos de sinodalización eclesial en los que el discernimiento es un ejercicio para descubrir la novedad del Espíritu Santo. Puede afirmarse que está avanzando el proceso de un consenso eclesial en el que se manifiestan “estilos, eventos y estructuras” (Luciani, 2019) de carácter sinodal que se abren a los retos del tercer milenio y que la predicación catequética dinamiza la vida eclesial de los cristianos.
La renovación eclesial de la predicación catequética compromete a toda la Iglesia (laicos, religiosos y religiosas, presbíteros y obispos), que, en su proceso de conversión pastoral, debe asumir la formación cristiana en sus tareas propias y establecer los contenidos y didácticas que respondan mejor a las necesidades eclesiales y sociales.
Los contenidos de la predicación catequética se van construyendo desde los fundamentos bíblico-teológicos, las realidades contextuales de la comunidad local y el proceso de iniciación cristiana que se va realizando, con la intención consciente de contribuir al crecimiento integral en Jesucristo y en la vida eclesial para conducir a los compromisos pastorales. Las didácticas de la predicación catequética requieren la pasión de una persona enamorada que habla con todo su ser de Jesucristo, con experiencias personales que se vuelven testimoniales, y con el dinamismo del crecimiento espiritual y comunitario, impulsado por el Espíritu Santo, que conduce a vivir de manera maravillosa (cf. Gál 5:25).
La preparación de la predicación con carácter catequético requiere tiempo y esfuerzo, meditación y estudio bíblico, profundización en la experiencia de Jesucristo y de la Iglesia, y en metodologías y recursos innovadores para hacer efectivo el aprendizaje y su inserción a la vida cristiana. (EG, #145). La utilización de la narración bíblica (Martín Hernández, 2017, pp. 5-12) y los elementos de la predicación expositiva (Martínez, 2018) contribuyen a que el catequista comprometa todo su ser y supere sus miedos para vibrar con la fuerza del evangelio, hasta llegar a realizar la triple exclamación de Pablo al confesar su pasión por la predicación de la buena noticia: “Predicar el evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el evangelio!” (1 Cor 10:16). Este proceso conduce a compromisos de seguimiento, fortalecimiento de la Palabra en la vida de los protagonistas de la catequesis y manifestaciones testimoniales de los valores del evangelio, debido a que se realizan situaciones “de escucha, proclamación y cercanía” (Triana, 2013, p. 323) en las cuales el ejercicio catequético no se concentra en un momento limitado, sino que asume el curso de la vida, tanto del catequista como de las personas catequizadas (en relación de interlocutores), facilitando nuevos dinamismos impulsados por el evangelio encarnado en cada uno de ellos.
La predicación catequética aporta al enriquecimiento eclesial en dos aspectos: en su naturaleza como Cuerpo de Cristo que anuncia a Jesucristo en todos los ambientes humanos y en su sinodalidad como posibilidad de autocomprensión y reconstrucción del Pueblo de Dios conformado por todos los bautizados. Sin embargo, el camino que está comenzando al diferenciarse la predicación en sus aspectos kerigmáticos, catequéticos y homiléticos requiere mayor reflexión, profundización y avance, pues los compromisos cristológicos y eclesiales conducen a que todos los miembros de la Iglesia se sientan protagonistas y asuman su condición de interlocutores, pues tienen mucho que aportar desde el ejercicio de las gracias sacramentales recibidas, que deben ser puestas al servicio de los demás hermanos.
Se hace necesario acompañar el crecimiento integral de los catequistas para contribuir a que la Palabra sea acogida con “corazón bueno y recto” (Lc 8:15). En la misma dirección, debe brindarse capacitación en el conocimiento de la Palabra por medio del estudio tanto personal como comunitario y de la oración, buscando la comunión con Jesucristo (Tenjo, 2021, pp. 119-130). Además, se requiere desarrollar la acogida, que va más allá de la bienvenida, porque muestra el interés auténtico por cada persona. Los recién llegados deben recibir la Palabra con alegría; es necesario realizar el acompañamiento adecuado para que, cuando se den situaciones difíciles, perseveren en la vida cristiana. Los compromisos superan los momentos limitados del compartir una doctrina para sumergirse en los procesos dinámicos y dialécticos de la vida personal y comunitaria, porque el seguimiento conduce a la encarnación del evangelio y de sus valores.
La eclesialidad de la predicación catequética se vuelve testimonio para la fidelidad de otros y, en consecuencia, las comunidades se van construyendo con bases sólidas y dan origen a nuevas experiencias, como un dinamismo de la sinodalidad. Durante veinte siglos de vida cristiana, este dinamismo ha sido constante: todo se revisa para volver a empezar, asumiendo lo bueno y corrigiendo lo deficiente para generar propuestas nuevas e innovadoras.
El camino de la predicación catequética debe avanzar en sus dimensiones teológicas, en el fortalecimiento del encuentro personal con Jesucristo que inicia procesos de crecimiento integral y en las diversas proyecciones de los compromisos misioneros, tanto en la Iglesia como en la transformación social. Esos aportes se orientarán siempre a la generación de unas nuevas maneras de vivir la eclesialidad: Iglesia en salida, conversión pastoral, camino sinodal, son algunos ejemplos por donde se está caminando desde hace poco tiempo.
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