Revista de Educación Religiosa, volumen I, nº 1, 2018, DOI 10.38123/rer.v1i1.29

Breve historia de la educación religiosa

Enrique García Ahumada fsc1
Seminario Pontificio Mayor, Arzobispado de Santiago
Santiago, Chile

La dimensión religiosa inicial del ser humano

Educación religiosa es el perfeccionamiento de la dimensión religiosa existente en todo ser humano. Dice el Evangelio según San Juan: “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios… La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre cuando viene a este mundo” (Jn 1, 1 y 9). Dios entabla relación con todo hombre. Así crea en él la dimensión religiosa. Él ilumina su inteligencia, aun en los hombres primitivos carentes de lenguaje hablado. Religión natural es la relación del hombre con Dios provocada por su constante iluminación interior. Si Dios recibe respuestas positivas surge la educación religiosa, inexistente sin aporte del hombre.

La desatención al prólogo del Evangelio de San Juan generó en una época el difundido error de suponer condenados todos los seres humanos que no supieron de Jesucristo. La edición de 1548 de la Doctrina cristiana para instrucción e información de los indios por manera de historia publicada por el obispo de México fray Juan de Zumárraga, O.F.M. y por fray Domingo de Betanzos, O.P. diciendo que fue “compuesta por el muy Reverendo Padre Fray Pedro de Córdoba… y por otros religiosos doctos de la misma orden”, les dice: “… los vuestros padres y abuelos que murieron en tiempos pasados… que no conocieron al nuestro gran Señor Dios, ni le creyeron, todos están en aquel lugar del infierno que hemos dicho” (Medina, 1987, folio XIII). Sin sacar esa atroz consecuencia, le da implícito fundamento el III Concilio de Lima de 1582-1583 en su Catecismo en sermones aprobado por el arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo en 1584, vigente hasta el Concilio Plenario de América Latina de Roma en 1899, al afirmar la necesidad de creer en Jesucristo, bautizarse y ser fiel para salvarse: mandó predicar “que creyendo en él, y doliéndose de sus culpas, y recibiendo el santo Bautismo, y guardando la ley de Dios serían salvos” (III Concilio Provincial de Lima, Tercero Cathecismo, p. 389). Esta concepción rigorista del principal redactor de los catecismos limenses José de Acosta, S.J., supone un Dios creador de miles de generaciones humanas en lugares no misionados para sólo condenarse.

Por otra parte, Dios se relaciona con todo ser humano respetando a cada uno su libertad. Si en una agrupación o pueblo predominan líderes culturales resistentes a lo sagrado, tal grupo puede carecer de religión mientras no predomine la tendencia religiosa. Hubo varios en América precristiana. Los mapuche encontrados por los españoles no tenían palabra para designar a Dios, ausente en su vocabulario publicado por el P. Luis de Valdivia (Valdivia, 1606). Según el dominico Juan Falcón, liberado después de catorce años cautivo de ellos, creían en un guecub, fuerza dañina causante de enfermedades y de muerte, de la cual buscaban protección por medios mágicos (Falcón 1614). Fray Reginaldo de Lizárraga, O.P., obispo de Imperial de 1600 a 1608, atestigua de ellos: “Entre estos hay hechiceros, que dan bocados para matarse los unos a los (otros), y dicen está en su mano llover o no. No adoran cosa alguna. Hablan con el demonio, a quien llaman Pilal. Dicen que le obedecen porque no les haga mal” (Lizárraga, pp. 103-104). Alonso de Ovalle menciona en un discurso paternal del cacique Luis Querobileun su creencia en una vida más allá de la muerte, al otro lado del mar, donde será preciso sembrar y cosechar (Ovalle p. 327). María del Carmen Montaner también afirma la carencia de religión en los mapuche prehispánicos (Montaner, pp. 242-291).

En Argentina, el P. Alonso Barzana, S.J. (1528-1598) escribió de los diaguitas del noroeste: “Acerca de la religión o culto de todas las naciones que pertenecen a la provincia del Tucumán no he hallado que tengan ídolos ningunos a quienes hayan adorado; hechiceros, sí, tienen y han tenido muchos, de los cuales algunos les hacían adorar al mismo demonio y siempre les aparecía negro y que les ponía temor… Lo que es cierto desta gente es que no conocieron Dios verdadero ni falso… ninguna cosa de religión o culto suyo es o cosa antigua o de algún fundamento”, y agregó sobre los calchaquíes: “Tampoco hallé en estos rastro de religión alguna” (Barzana en Bruno I, p. 64). El P. Martín Dobrizhoffer, S.J. (1717-1791) escribió de los abipones del norte del río Bermejo: “… en todo el lenguaje de estos bárbaros, lenguaje por otra parte nada estéril, faltaba en absoluto una palabra que significase Dios o alguna forma de divinidad. Para catequizarlos fue menester tomar del castellano dicho vocablo” (Dobrizhoffer, 1784 en Bruno I, 50). De sus vecinos mocobíes de ambas riberas del Bermejo escribió Manuel Canelas, S.J. (1718-1773): “No hay costumbre suya que parezca rito ni palabra que indique Dios” (Canelas en Bruno I, p. 52).

Las religiones más antiguas

Manifestaciones religiosas de los Paleantrópidos

La creencia en una vida más allá de la muerte parece estar demostrada ya desde los tiempos más remotos por el uso del ocre rojo o hematites, sustitutivo ritual de la sangre, y, por ello mismo, “símbolo de la vida”. La costumbre de espolvorear con ocre rojo los cadáveres está universalmente difundida, en el tiempo y en el espacio, desde Chu- ku-tien hasta las costas occidentales de Europa, en África hasta el Cabo de Buena Esperanza, en Australia, en Tasmania, en América hasta la Tierra de Fuego... Las sepulturas confirman la creencia en la vida más allá de la muerte indicada ya por la utilización del ocre rojo y aportan algunas precisiones complementarias: enterramientos orientados hacia el este, indicando la intención de solidarizar la suerte del alma con el curso del sol, cosa que implica la esperanza de un “renacimiento”, es decir, en una existencia ulterior en el otro mundo, creencia en la continuidad de unas actividades específicas; existencia de un ritual funerario indicada por los objetos de adorno personal y los restos del banquete (Eliade, 1978, pp. 25-27).

La creencia en la vida ultraterrena no manifiesta ni niega relación de la persona con la divinidad, mientras ésta no esté expresada en signos.

El ideal del hombre religioso es, evidentemente, que todo lo que hace se desarrolle de una manera ritual o, dicho de otra manera, que sea un sacrificio2. En toda sociedad arcaica o tradicional la obra de su vocación consiste para cada hombre en un sacrificio de esta especie. A este respecto, todo acto es apto para convertirse en acto religioso, del mismo modo que todo objeto cósmico es apto para convertirse en una hierofanía. Lo cual equivale a decir que cualquier instante puede insertarse en el gran tiempo y proyectar así al hombre en plena eternidad. La existencia humana se realiza simultáneamente en dos planos paralelos: el de lo temporal, del devenir, de la ilusión, y el de la eternidad, de la substancia, de la realidad (Eliade, 1972, p. 410).

De tiempos históricos, es decir, documentados, se conocen importantes religiones antiguas, algunas inicialmente monoteístas o al menos creyentes en un dios principal.

La religión en Mesopotamia

En la escritura de Sumer, la más antigua observada, hecha de trazos rectilíneos o cuñas, fáciles de grabar en arcilla, llamada por eso escritura cuneiforme, abundan variedad de temas: agrícolas, interpersonales, domésticos, comerciales, militares, artesanales, literarios y religiosos (Black, 2005). Los sumerios procedentes de India o de Asia Central invasores del sur de Mesopotamia en el cuarto milenio A.C. fundaron ciudades-estados con dioses tutelares representados por gobernantes a quienes se tributaban honores divinos, y con dioses estelares venerados desde torres escalonadas para la observación astronómica. An (cielo), dios del cielo, era dios principal del abundante panteón hasta por lo menos el 2500 A.C., sin conocerse sus atributos, entre muchos otros dioses de los agricultores, de los cazadores, de los pastores, de los nómades del desierto, con ceremonias populares donde supuestamente solo el monarca se comunicaba con las divinidades. Espíritus buenos y malos actuaban desde fuera en la vida humana, se temían castigos divinos por los pecados y se usaban amuletos protectores. No había doctrina sobre vida postmortal. En la ciudad de Fara, hoy Suruppak, Sin, dios de la luna, señor del tiempo y de los meses lunares, era padre de Shamash. Este dios del sol y de la justicia, amparo de viudas y huérfanos, cuyos adoradores escribieron literatura sapiencial laudatoria del autodominio y la misericordia con los necesitados y opuesta a la opresión a los débiles, al soborno a los jueces y a la impudicia con mujer ajena, similar en su proyección moral a la Alianza de Yahvé con los hebreos. Pero Ishtar, hija de Shamash, manifestada en nuestro planeta Venus, tenía culto obsceno con sacerdotisas dedicadas a la prostitución sacralizada. Los dioses Anu y Antu de Uruk, hoy Warka, se llamaron Zeus y Hera en la época helenística posterior a Alejandro Magno, que impuso la lengua griega o helena. El mayor poema anterior a Homero conservado, la epopeya de Guilgamesh en doce cantos, en su parte más antigua en idioma sumerio elaborada en cinco siglos, distinta del resto en el semita idioma acádico, conmueve con su aspiración a superar la muerte. La educación religiosa promovía virtudes.

La Religión en Egipto

Entre 3300 y 2900 A.C., durante reyes con capital en Tanis, se inventó la escritura en jeroglíficos. Entre 2900 y 2200 A.C., con capital en Menfis, el faraón monarca absoluto se consideraba encarnación del dios sol. Hacia 2600 A.C. se construyeron las pirámides de Keops, de su hermano y sucesor Kefren y de Miserino de la misma dinastía, creyendo que el cuerpo embalsamado permitía ser inmortal. La pirámide de Unis, último faraón de la V dinastía, hacia el 2400 A.C., contiene los Textos de las Pirámides, escritos para ayudar al faraón difunto a situarse entre los dioses y reunirse con su padre el dios supremo Ra, fuente de justicia. El Libro de la salida al día, o Libro de los muertos, usado en Tebas en papiros desde el comienzo del imperio nuevo hacia 1550 A.C. hasta el siglo I A.C., contiene sortilegios mágicos para influir sobre los dioses. El difunto, guiado por el dios Anubis ante la presencia del faraón divinizado Osiris, debía jurar que no había cometido ninguno de los 42 pecados de una lista, mediante la recitación de un texto llamado Confesión Negativa. Su corazón se pesaba en una balanza de la diosa Maat, encarnación de la verdad y la justicia y, si revelaba sus pecados cometidos en vida, la bestia Devoradora lo mandaba a vivir en un cercano y poco placentero final. Si la balanza en equilibrio indicaba vida ejemplar, Anubis lo llevaba hasta Osiris y podría encontrar sitio en el más allá. Los egiptólogos difieren sobre en qué medida la Confesión Negativa representa una moral absoluta para progresar en la otra vida. Representa el código moral de la sociedad egipcia, no establecido por revelación divina. La reforma monoteísta de Amen-Hotep IV o Amenofis IV, autodenominado Aket-Atón o Iknatón (1370-1347 A.C.), fracasó por la oposición de los sacerdotes tebanos y del pueblo, esperanzado en la inmortalidad ligada al culto de Osiris, quien no la reservaba al faraón como decía este reformador. Al morir Osiris, rey inventor de la agricultura, el pueblo creyó que su alma había pasado al cuerpo de un buey, indispensable para trabajos agrarios, del que hicieron un dios llamado Apis. Debía tener en su cuerpo unas señales de colores que el pueblo creía naturales, pero hechas por sacerdotes. Lo cuidaban cuarenta días en Nilópolis antes de conducirlo por el río Nilo en nave engalanada a Menfis donde, aclamado por la multitud, los sacerdotes lo llevaban al sepulcro de Osiris. Años después lo sumergían en el Nilo con suntuoso funeral hasta que los sacerdotes encontraban sucesor, para regocijo popular proclamando: “Osiris ha resucitado”. También la educación religiosa egipcia promovía virtudes.

El Hinduismo

Hacia el 2000 A.C., desde mesetas del Asia Central, llegaron hasta la región entre los ríos Indo y Ganges los autodenominados arios (hombres venerables), desplazando a los drávidas originarios. Allí en India la educación transmite el hinduismo, religión no única, carente de fundador y de autoridad central, basada en libros sagrados llamados Vedas (sabiduría) que transmiten monismo (todo es uno), monoteísmo, y panteísmo (todo es divino), la concepción cíclica del mundo y de la historia, la metempsicosis o transmigración de las almas, la liberación definitiva del alma (moksha). Los textos de la primera revelación (Samhitá) son tres colecciones de Vedas escritos entre 1500 y 800 A.C.:

1) El Rig-Veda (sabiduría en himnos) de 1.028 himnos con unos 11.000 versículos divididos en 8 partes (Ashtaká) cada una con 10 Adhiayas subdivididas en Anuwakas de varios versículos.
2) El Yajur-Veda (sabiduría en ritos) ordena para el culto los himnos del Rig-Veda.
3) El Soma-Veda (sabiduría en cánticos) da indicaciones musicales al Yajur-Veda para el canto ritual. La religiosidad popular con actitud mágica o supersticiosa no aprobada por los brahmanes usa himnos védicos reunidos en el Atharvaa-Veda.

Después del siglo VIII A.C. la segunda revelación también tiene tres colecciones:

4) Brahmana comenta y da rúbricas para los ritos.
5) Aranyacá (libros de la selva) comenta los Vedas para leer en soledad, simbolizada por la selva.
6) Upanishad (estar junto al maestro) son 140 tratados con enseñanzas para superar el solo ritualismo externo, de los que 10 resumen el hinduismo.

El hinduismo tiende al monoteísmo con Indra, dios supremo del rayo y del trueno. Un himno presenta a Brahma, padre de los dioses, que con su palabra sagrada hizo brillar la luz dispersando las tinieblas, similar al prólogo de San Juan. La división en castas es de origen divino: brahmanes (sacerdotes), kchatrias o ksatiyas (guerreros), vaisyas (campesinos, artesanos y comerciantes) y sudras (pequeños comerciantes, labriegos, siervos). Los parias no tienen casta ni condición humana. En el siglo VIII A.C. la reflexión originó el hinduismo hoy clásico o brahmanismo llamado Sanatana Dharma (doctrina del desapego). En el dinamismo divino hay una trinidad: Brahma es el Uno trascendente al universo de lo múltiple, en quien se unen lo positivo armónico (Visnú) y la pasión negativa, destructora y fertilizante (Siva) a los que se asignan las tres castas superiores con sus propios templos. Visnú y Siva en sucesivos avatares se reencarnan en el mundo, Visnú para revelar el camino a la salvación y Siva para tentar y fortalecer contra la tentación. El mundo cambiante es ilusión (maya) una sucesión de mutaciones (samsara) o reencarnaciones del Brahma único o alma universal (Mahatman) con el cual cada alma particular (atman) procura identificarse en sucesivas existencias y se reencarna según la calidad del desapego (karma) para lograr el desapego total (moksha). El mundo es para entretenimiento (lila) o creación juguetona de Brahma. El camino para progresar es el yoga o dharma, práctica moral que por la meditación y el ejercicio físico pretende superar la ignorancia frente a maya, sin sentir culpa ni perdón (Narayanan 2004). La educación religiosa acompaña a las tres castas, introduce en la etapa de estudios sagrados (brahmacarya) con votos de castidad, pobreza, austeridad y estudio sacro fuera de casa unos doce años, reducidos generalmente a algunos días simbólicos, bajo la disciplina de un maestro espiritual (guru). La segunda etapa es de los deberes de familia (grhasta) en que prosigue el estudio de los Vedas. La tercera es etapa eremítica (vanaprastha) para oración, meditación, estudio y servicio a la humanidad. La cuarta es de perfecta renuncia con unión a Dios (sanyasa) (Thuruthiyil, 1997, pp. 522-523).

Dos formas de Budismo

Gautama Siddarta (Lumbini, cerca de Benarés en actual Nepal c. 566 A.C.-c. 480 A.C. Kushinagar, India) kchatria hijo del jefe de la tribu de los Sakias, al retirarse seis años como ermitaño, fue llamado Sakiamuni por los brahmanes y se autoproclamó iluminado (Buda) no por revelación recibida sino por propia meditación. Rechazó los Vedas, los ritos y las castas, aceptó la metempsicosis y la salvación, no por alguna divinidad sino por Cuatro Nobles Verdades para el crecimiento humano espiritual: 1) existe el sufrimiento, 2) lo origina el deseo, 3) se suprime al suprimir el deseo, 4) el camino tiene 8 etapas, las 2 primeras hacen ver bien la situación humana con puntos de vista justos y pensamientos justos; las 4 siguientes son reglas morales: justas conversaciones, acciones justas, medios de subsistencia justos, esfuerzo justo; y 2 buscan la experiencia mística de lo real: atención justa y meditación justa. Su doctrina (dharma) sólo psicológica y moral fue rechazada por el hinduismo que él atacó. La corriente budista ortodoxa llamada pequeño vehículo (hinayana) escrita en lengua palí en el Canon Palí establecido en el IV concilio budista en el siglo I en Ceylán, hoy Sri Lanka, predominante hoy allí, en Tailandia (antigua Siam) y en Myanmar (antes Birmania), cifra la salvación en el mérito individual. La otra corriente llamada gran vehículo (mahayana) basada en sutras, escrituras en sánscrito de los siglos II y III, lo consideró reencarnación de Visnú y busca la iluminación (bohdi) mediante la intuición de lo trascendente y la práctica de la compasión, recomienda ser un bodhisatva, sabio en camino a ser iluminado (Buda) al ayudar a otros a serlo y liberarse de sufrimiento (nirvana) (Mahatera, en Bentué, 2004).

El Jainismo

Otra secularización de la religión, la más popular en India tras el budismo, viene de Vardhama o Vardhamana, después llamado Jina (vencedor), quien en el siglo VI A.C. propuso el jainismo: busca mediante la ascesis la liberación del componente material a través de reencarnaciones.

La literatura Smitri se basa en textos considerados no divinamente inspirados, tal como los poemas épicos Ramayana y Mahabharata elaborados entre los siglos IV A.C. y IV D.C.

El Krishnaísmo

El Bhagavad-Gita, cercano a los Upanishads, considerado enseñanza de Krishna, octava encarnación de Visnú, generó el krishnaísmo, también variante del hinduismo.

Dos formas de Confucionismo

La historia china comienza en una etapa legendaria entre 3000 y 2070 A.C. Sigue la parte documentada desde la dinastía Xia (2100- 1600 A.C.). En la dinastía Shang (1600-1100 A.C.) surgió la escritura ideográfica y se desarrollaron la agricultura, la navegación, la brújula, la porcelana, la seda, la pólvora para fuegos artificiales, el papel y la imprenta de tipos fijos. Siguen la dinastía Zhou del Oeste (1100-771 A.C.); la Zhou del Este (770-256 A.C.); el período de Primaveras y Otoños (770-476 A.C.), el de los Reinos Combatientes (475-221 A,C); la dinastía Qin (221-206 A.C.), la Dachu (207-202 A.C.); la Han del Oeste (202 A.C. - 8 D.C.), la Xinchao (8-23), la Han del Este (25-220), el lapso de los tres reinos paralelos: Wei (220-265), Shu (221-263), y Wu (229-280); la Jin del Oeste (265-316), la Jin del Este (317-420), el Lapso de los 16 Reinos (304-439), las Dinastías del Sur y del Norte (420-581), la Sui (581-618), la Tang (618-907); las Cinco Dinastías y Diez Reinos (907- 960), la Song del Norte (960-1127) y la Song del Sur (1127-1279), paralelas a la Liao (916-1125), la Xia del Oeste (1038-1227) y paralela a la dinastía Jiin (1115-1234), sucedidas por la mongólica Yuan (1271-1368), la Ming (1368-1644) y la Qing (1644-1911), seguida por la República de China (1911-1949) y desde 1949 por la República Popular China (Dañino 2013 pp.. 256-257).

Confucio (Kung Fu Tseu 551-479 A.C.) al no escucharlo las autoridades para sacar a la sociedad china de la decadencia, reunió discípulos, para quienes recopiló y retocó los seis libros clásicos de la literatura china estimados portadores de las artes liberales de la educación: Li-Ching o Li-Ki de los ritos y ceremonias3, Shu-King de los anales históricos, Yue-Jing de la música y canciones, Anales de Primavera y Otoño del principado de Lu, hoy Shangtung, donde fue antes ministro de justicia, y los más importantes, Shi-King de las odas morales e I-Ching o Yi Jing de las mutaciones o cambios4. Propone una ética política conducente a la prosperidad y bienestar sociales con un tinte religioso al identificar el cielo, Tien, con la divinización de los gobernantes de la época de oro. Una recopilación por sus discípulos incluyendo una biografía llamada Coloquios, dice: “Mi doctrina es sencilla y fácil de penetrar… Sus discípulos le preguntaron qué quiso decir su maestro y fteseng dijo: La doctrina de nuestro Maestro consiste únicamente en poseer humanidad (Jen) y amar al prójimo como a sí mismo”5 (Lung Yü, en Bentué, 2004). La meta educativa antes era desarrollar virtudes, suponiendo hereditario portarse como kiunt-tsé o chu-zu, caballero distinguido. Confucio lo atribuyó al esfuerzo. Cifró el mejoramiento social en la virtud de los gobernantes: “Si para guiar a los súbditos se usa el poder y para igualarlos, los castigos, el pueblo huirá de éstos pero no se avergonzará de nada. Si se usa la virtud y para igualarlos, los ritos, el pueblo tendrá vergüenza y además será honesto” (Coloquios II, 3). Confucio con la tradición fijó el espíritu chino más ético que religioso. Un emperador en 442 le dedicó un templo y en 1907 la emperatriz igualó su culto al del Supremo Señor, Shang-Ti.

Dos versiones del Taoísmo

Laotsé, Lao Tseu o Lao Zi, Viejo Señor, contemporáneo de Confucio, aunque sus discípulos lo sitúan medio siglo antes, introdujo principios filosóficos en la tradición mítica china. Si Confucio quiere actuar en política según la correcta naturaleza, Laotsé rechaza violentar lo natural con acciones políticas, prefiere la no violencia de la inacción, Wu Wei, que significa más bien actuar poco o sin artificialidad ni arbitrariedad y rechaza la guerra (Youlan 1989, pp. 126-139). Tuvo tal influjo en la dinastía Han, que al libro clásico del taoísmo, Tao-Te-King o Dao De Jing (1990), posterior a Laotsé, supuestamente legado por el primer soberano Hoang Ti, le llamaban Las sentencias de Hoang Ti y de Lao Tseu, ambos divinizados como Confucio y Buda. Allí Tao es el Uno absoluto como el Mahatman hindú, y también el camino necesario para seguir el orden natural. En él se unen yang y yin, correspondientes a positivo y negativo, claro y oscuro, arriba y abajo, cielo y tierra, creativo y receptivo, movimiento y reposo, intelecto racional e intuición compleja, obra del rey y contemplación del sabio simbolizados en el T’ai-Chi Tu, círculo con una mitad en blanco con un punto negro y otra mitad a la inversa. El Tai Chi incluye un método de concentración mental favorecido por la distensión corporal, y deriva en ejercicios acrobáticos de control del cuerpo y de lucha.

Por su parte Mo Tseu o Mo Ti (c. 480-c. 383 A.C.) es líder religioso. Para él el cielo, Tien, es providencia que motiva respetando la libertad humana como los espíritus de los difuntos y las fuerzas naturales de ríos y montes, todo lo cual merece culto. No justifica como Confucio la violencia contra los enemigos, pues el Cielo, que a todos alimenta, ama a todos. Rechaza el servicio militar y la guerra, acusa de fastuosidad cortesana a Confucio y prohíbe las artes musicales, pero promueve el trabajo por el bienestar del pueblo (Mo Ti, 1987).

El Shintoísmo

El príncipe regente Shotoku-Taishi (574-621), considerado fundador de la civilización japonesa, gobernó según principios budistas. En 607 envió una embajada a China para aprender sus avances culturales. El emperador Tenchi (g. 662-671) fundó escuelas con maestros chinos y japoneses que habían vivido en China, y un centro de altos estudios para funcionarios con historia, derecho, aritmética y clásicos chinos. En 754 el monje chino Ganjin, portador de los escritos del monasterio Tien-Tai donde en 575 el monje Chi-Kiai había sintetizado budismo y taoísmo, consagró en Japón monjes budistas. Llamó la religión autóctona con la palabra china Shinto, Las Costumbres Nativas, o Kami-no-michi, Camino de los Dioses. El shintoísmo es culto a fuerzas naturales o a seres humanos divinizados. “Los nombres de las deidades nacidas en la llanura del alto cielo cuando empezaron el cielo y la tierra, fueron la Deidad-dueño-del-Augusto-Centro-del- Cielo; la Milagrosa-Divina-Deidad-Productora; después la Milagrosa-Altamente-Augusta-Deidad-Productora. Estas tres deidades nacieron solas y escondían sus personas” (Braden 1955). Entre 710 y 784, época de la capital Nara, se incorporó en la educación más ilustrada la escritura china, agregando signos fonéticos chinos para expresar ideas japonesas ausentes en chino. Chinos y japoneses entienden bastante lo escrito en el otro idioma, siendo ambos de estructuras diferentes. Con base en recitaciones de Haseidi, un miembro con extraordinaria memoria de la corporación hereditaria Kataribe de recitadores solemnes, Yasumaro, presentó en 712 a la emperatriz el Kojiki, primera crónica en japonés, escrita por él en tres tomos. Según el segundo, el primer emperador japonés Jemmu Tenno es la quinta generación de Amaterasu, diosa del sol, o de la luna según otros, y menciona muchas divinidades, algunas hindúes y budistas. Según la crónica Nihongi, después de siete generaciones de dioses, las islas niponas nacieron del matrimonio del dios Izanami y la diosa Isanagui. Yasumaro con el príncipe Toneri publicaron en 720 el Nihon-Shoki (Nuevas Crónicas del Japón) con relatos hasta el año 697. Ninguna teogonía menciona aspiración humana a la trascendencia. En la época Heian, sucesora de la de Nara, se estudió en las escuelas infantiles el Li Ching de los ritos y el Libro de la Piedad Filial de Confucio. Entre 900 y 930 apareció literatura nipona incluyendo rituales religiosos, antologías de poesía china y vocabularios de sánscrito requeridos al introducir el budismo. Entre 901 y 923 el Yengishiki, Instituciones de Engi, incluye los Norito, oraciones rituales y poemas de alabanza y gratitud a los dioses. Al creer que las deidades actúan en la naturaleza, y que hay un Dios anónimo central de quien todo procede, hay algo sagrado en toda persona, fuente de sus derechos y deberes religiosos. Por tener el shintoísmo pocos preceptos, un japonés puede sentirse al mismo tiempo discípulo de Shinto, de Confucio, de Tao o de Buda, sin inquietarse por conjugar creencias diversas.

El Mazdeísmo Persa

Según los Gathás, los más antiguos poemas iranios, Zaratustra, en griego Zoroastro (c.660-c.583 A.C.), nacido en el actual Azerbaiyán, en su libro sagrado Avesta (1974), escrito en lengua zend, predicó el mazdeísmo, monoteísmo en que Ahura Mazda, llamado después Ohrmazd, de quien se sintió enviado, es el Espíritu, Señor sabio y santo que crea mediante el pensamiento y “llena de luz los espacios bienaventurados”, nunca representado en artes plásticas. Se acerca a los hombres como Buen Pensamiento (Vahu Manah), pide culto espiritual de alabanza y veneración, y prohíbe los sacrificios humanos y de animales. Muestra notables coincidencias con el Prólogo del Evangelio de San Juan. Se aparta al decir que Ahura Mazda engendró dos espíritus gemelos: del bien, Spenta Mainyu, y del mal, Anra Mainyu o Ahrimán, quizá representante del Mitra hindú, a quien se debe combatir con buenas acciones, pues el destino nada impone y el mal será siempre vencido. Los hombres malos y los demonios lo son por propia elección. El orden moral es Asha, Asha Ven es quien cumple el mandato: “Buenos pensamientos, buenas palabras, buenas acciones”. Las divinidades de los pueblos son funciones del único Dios. Su doctrina hizo cultivar virtudes: rectitud, pureza física mediante multitud de normas higiénicas, estima del trabajo rural, bondad con los pobres, hospitalidad con los extranjeros. La justicia produce felicidad terrenal. Manda tratar bien al bueno y mal al malo. Contrasta con las prácticas mágicas de ambientes populares (Galino 1982, pp. 77- 87). En 553 A.C. Ciro II el Grande, Aqueménide, se rebeló contra su abuelo Astiages, rey de los medos, y fundó el imperio medo-persa extendido de Babilonia a India y Turkestán. En 539 permitió a los israelitas volver del exilio (ver Esd 1, 1-5). Darío I (g. 522-486 A.C.) introdujo la escritura cuneiforme, conquistó además Asia Menor y Egipto. Los magos (mogham) de origen asirio educaban en arameo a los futuros funcionarios. Alejandro de Macedonia destruyó el imperio medo-persa en 331 A.C. pasando a los seléucidas, derrotados en 227 D.C. por Ardashir I, Sasánida, cuya dinastía y religión persistieron hasta la invasión árabe islámica en el siglo VII.

La religión griega

En la Hélade, nombre primitivo de Grecia, los relatos legendarios de la Ilíada y la Odisea, llamados poemas homéricos, aluden a la declinación hacia 1170 A.C. del poder hitita simbolizada por la caída de Troya en la costa anatolia cerca del Mediterráneo y del Mar Negro, y representan el paso de una cultura guerrera a otra de la palabra hablada y después escrita. El nombre de Homero hacia el siglo VIII A.C. representa a los rapsodas orales desde dos siglos antes (Jaeger, 1957, pp. 30-47), que representan una cultura laica, ética, cortesana, recreativa, que exalta el amor de pareja sin mencionar religión (Marrou, 1970, pp. 26-27). En la religión primitiva de los helenos o griegos no hay fundador, ni texto sagrado, ni credo compartido, ni relación con el sentido de la vida ni con una ética. Cualquier autor de cuentos, poemas, cómico o filosófico podía atribuir características a cualquier dios. Los poetas Jenófanes en el siglo VI A.C. y Píndaro en el siglo V A.C criticaron el antropomorfismo de los dioses griegos invocados y alabados en sus templos y la inmoralidad de algunos de sus mitos. Sócrates (c. 470-399 A.C.) murió acusado de corromper a la juventud por hacerla dudar de los dioses tradicionales. Su discípulo Platón, (427-348 A.C.) en su diálogo Eutifrón o de la santidad, defiende su afán por la verdad en ese tema y en el diálogo de Apología de Sócrates destaca su heroísmo sereno ante su juicio y condena. Aristóteles de Estagira en Macedonia (384-322 A.C.) demuestra la existencia de Dios primer motor inmóvil inteligente y potente, pero no concibe que pueda ocuparse de sus criaturas ni lo relaciona con una religión. Sólo en época cristiana ambos influyeron en la teología y en la consiguiente moral racional.

La educación religiosa en Israel

A diferencia de las demás religiones que mencionan a las divinidades mediante símbolos y mitos, Dios, en Israel, actúa personalmente en lugares geográficos y tiempos históricos.

Abrahán, de cultura sumeria en Jarán, fue el primer receptor de una revelación concerniente a la humanidad, que debía publicarse:

“Yahvé dijo a Abrán: ‘Vete de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre a la tierra que yo te mostraré. De ti haré una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre; y sé tú una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a quienes te maldigan. Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra” (Gn 12, 1-3).
Hacia 1850 A.C. Abrahán llegó a Canaán y transmitió a sus descendientes esta revelación, base de una religión que, por originarse en acciones concretas y públicas de Dios, es sobrenatural, pues va más allá de lo normal y natural. De su hijo Isaac nació Jacob o Israel, padre de las doce tribus israelitas que transmiten la tradición familiar, quizá escribiendo temprano sus genealogías y la Promesa recibida. Después de larga esclavitud israelita en Egipto, Moisés, inspirado por Dios en tiempo de Ramsés II (1280-1224 A.C.), dirigió el éxodo hacia la tierra prometida, transmitió la Ley de la Alianza y organizó la liturgia. “No ha vuelto a aparecer en Israel un profeta como Moisés, a quien Yahvé trataba cara a cara” (Dt 34, 5-10). La meta es la gloria de Dios: “Moisés dijo a Yahvé: ‘Déjame, ver tu gloria’. Él le contestó: ‘Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad’” (Ex 33, 18-19). La meta no es egocéntrica en Dios ni en sus fieles. Dar gloria a Dios es manifestar con las obras su bondad. El educador del pueblo de Dios es Dios:
“Cuando Israel era niño, lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Y cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí: ofrecían sacrificios a los Baales e incienso a los ídolos. Yo enseñé a caminar a Efraín, tomándole por los brazos, pero no sabían que yo los cuidaba. Los atraía con cuerdas humanas, con lazos de amor: yo era para ellos como las personas que alzan a un niño contra su mejilla; me inclinaba y le daba de comer” (Oseas 11, 1-4).
La educación religiosa del pueblo israelita se comunicó mediante la oración y la lectura en familia y en la sinagoga de las Sagradas Escrituras. Los maestros de la Ley exigieron a los extranjeros para ingresar al pueblo de Dios cumplir la Ley de la Alianza. Moisés anunció: “Yahvé tu Dios te suscitará, de en medio de ti, de entre tus hermanos, un profeta como yo: a él escucharéis” (Dt 18, 15). En el pueblo de la Promesa y de la Alianza, la suprema esperanza era el Reino de Dios: “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión!: ¡Ya reina tu Dios!” (Is 52, 7).

La educación religiosa cristiana

Jesús, el Mesías (en hebreo) o Cristo (en griego), además de maestro como los líderes religiosos anteriores, fue mistagogo, conductor al misterio de Dios. Se centró en la meta del reinado de Dios y de su justicia (ver Mt 6, 33) en las personas para extenderlo al mundo: “Marchó Jesús a Galilea, y proclamaba la Buena Nueva de Dios: ‘El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios ha llegado; convertíos y creed en la Buena Nueva” (Mc 1, 15). El Reino de Dios fue su tema en que insistió también a los Apóstoles hasta después de resucitado: “Después de su pasión, se les presentó dándoles pruebas de que vivía, dejándose ver de ellos durante cuarenta días y hablándoles del Reino de Dios” (Hch 1, 3). Ingresar al Reino de Dios es cambio mayor que ético y social, encierra un misterio. Los cuatro evangelistas inician el relato de su vida pública con su bautismo, donde él aparece al centro del misterio trinitario de Dios (ver Mt 3, 13-17; Mc 1, 9-11; Lc 3, 21-22; Jn 1, 29-34). Culminó su ministerio terrenal lavando los pies a sus apóstoles en señal de reconciliación al comenzar la cena pascual en que instituyó el perdón sacramental, la eucaristía sacramental y el sacerdocio de la Nueva Alianza. En los sacramentos hace a sus fieles “partícipes de la naturaleza divina” (2 Pe 1, 4). Esta misteriosa divinización participada, se nos dice, es la santidad, transformación sobrenatural del ser de los bautizados en miembros de un “linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, destinado a anunciar las alabanzas de Aquél que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz” (2 Pe 2, 9). En esa Cena de solemne testamento, Jesús, como mistagogo, explicó a los Apóstoles por primera vez la acción unitiva y potenciadora que el Espíritu Santo iba a realizar en ellos (ver Jn 14, 10-20), les haría entender su nuevo estado (ver Jn 14, 25-26) causante de su nueva capacidad apostólica que exige mantenerse fieles (ver Jn 15, 4-8) y prometió enviarles el Espíritu Santo de parte del Padre (ver Jn 15, 26-27). Allí en su oración pidió al Padre una glorificación mutua extensible a todos los discípulos partícipes de su vida eterna comunicativa de su unión beatificante:

“Así habló Jesús y dijo mirando al cielo: ‘Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que, según el poder que le has dado sobre toda carne, conceda también vida eterna a todos los que tú le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo existiese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado, y han guardado tu palabra. Ahora ya saben que procede de ti todo lo que me has dado; porque las palabras que tú me diste se las he transmitido a ellos, y ellos las han aceptado, y han reconocido en verdad que vengo de tu parte, y han creído que tú me has enviado. Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y mi gloria se ha manifestado en ellos” (Jn 17, 1-10).
Dice Santo Tomás de Aquino: “La gloria de Dios es la manifestación de su bondad” en la Suma de teología I Parte, cuestión 65, artículo 2. Jesús pidió en esa Última Cena para los futuros creyentes esa gloria consistente en su bondad, amor y unión recibida por él del Padre:
“No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que creerán en mí por medio de su palabra, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Les he dado la gloria que me diste, para que sean uno como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, deseo que los que tú me has dado estén también conmigo allí donde yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu nombre y se los seguiré dando a conocer, para que el amor que me has tenido esté en ellos, y yo en ellos” (Jn 17, 20-29).
La educación religiosa cristiana es un misterioso crecimiento en divinización participada a quienes aceptan continuar la obra de Jesús, primer enviado del Padre. Es crecimiento comunicado por el Espíritu Santo, principalmente mediante los sacramentos, que exigen fidelidad en el amor.
Tan original educación religiosa conducente a creciente santidad es parte importante de un largo proceso de evangelización. Lo explica el Nuevo Testamento y lo actualiza el Concilio Vaticano II, particularmente en su decreto Ad Gentes sobre la acción misionera de la Iglesia, todavía poco aprovechado por los formadores de cristianos, y en su declaración Gravissimum Educationis Momentum sobre la educación de la juventud. Destinatarios del proceso son adultos o menores que la reciben por libre decisión personal o de sus padres.

La educación religiosa escolar católica actual

En la escuela católica se acostumbró realizar clases de educación religiosa cristiana completa, incluyendo la preparación a la vida sacramental y apostólica. El Directorio General para la Catequesis publicado en 1997 por el Vaticano hizo notar que ahora en las escuelas estatales y también en las escuelas católicas hay estudiantes de distintas religiones y no creyentes. En ella se debe dar instrucción sistemática sobre lo que es la fe católica y no catequesis, apropiada sólo para católicos creyentes. La educación religiosa escolar no debe suponer la fe católica en los estudiantes, sino limitarse a entregar conocimiento religioso como disciplina académica abierta al diálogo interreligioso. Según el Directorio General para la catequesis, párrafos 73 a 75, siempre debe relacionarse con los demás saberes (García 2016, pp. 297-364) para situar la importancia de la religión en la vida y en la cultura. En la escuela católica corresponde realizar la catequesis como opción libre fuera de las horas de clase.

Notas

  1. hnoenrique.garcia@lasalle.cl
  2. Eliade alude al significado original de la palabra sacrificio, derivada del latín sacrum facere, hacer sagrado, ajena al sufrimiento con que el lenguaje familiar la vincula. Una ofrenda puede ser gozosa y es sacrificio si es para Dios.
  3. Varios capítulos están en Lin Yutan. La sabiduría de Confucio. Buenos Aires, Siglo Veinte, 1974.
  4. Las diferentes grafías de los nombres de estos libros dependen del uso por autores de habla inglesa, francesa u otra moderna: la palabra King, o Ki, o Ching, o Jing significa libro.
  5. Jesucristo superó esta moral natural al decir: “Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15, 12).

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