Revista de Educación Religiosa, Volumen II, nº 2, 2021, DOI 10.38123/rer.v2i2.113
Díaz Tejo, J., Moraes, A. y Ospino, H. (eds.) (2021). Catequesis para una nueva normalidad. Pistas provocativas. Ediciones Universidad Finis Terrae.
El año pasado se publicó el nuevo Directorio para la Catequesis (DC) y de él hubo muchas instancias de presentación y de estudio en varios países de nuestro continente. Eran todos “primeros acercamientos” a un nuevo documento eclesial. Hoy se nos presenta una publicación que es “un ejercicio de reflexión académica conjunta acerca de la catequesis y el DC” (p. 11). Este ejercicio tiene la particularidad de que fue realizado a partir de tres lugares geográficamente distantes: Chile, Brasil y los Estados Unidos. “Cada uno de los cuales enfrenta sus propios procesos socioculturales que tiñen y les dan un matiz particular a sus respectivos procesos de educación de, en y a la fe” (p. 11). El resultado son 15 ensayos, escritos desde la vida de los autores y desde la situación de la catequesis en sus respectivos países, pero tienen en común la lectura del DC y la búsqueda de caminos hacia una catequesis para “una nueva normalidad”, dejando “unas pistas provocativas” para este camino.
Sugiero al lector que haga un primer ejercicio de mirar su propia realidad y la catequesis de su país correspondiente. En un segundo paso, se puede mirar el índice y, a partir del “ruido” que hacen los títulos de los ensayos, elegir aquellos que ya provocan curiosidad y responden a nuestro contexto. Por lo menos ese fue el camino que recorrí al recibir el libro digital.
La primera voz que me resonó fuerte fue una voz femenina a partir de una experiencia personal como nieta en relación con su abuela. Ya el primer ensayo tenía una invitación a tomar una “actitud femenina” de lectura. “Las mujeres tienden a identificarse con el individuo que comparte la información. También se alían con el individuo que comparte la información tratando de ponerse en su lugar” (p. 26). Por esto es también interesante y necesario que, antes de empezar a leer un ensayo, se mire la reseña académica de los autores para descubrir sus lugares de origen (ver p. 392ss.).
Una voz nueva (y desconocida para mí) fue la propuesta psicoespiritual de Claudio Naranjo (Chile). “Los seres humanos poseemos tres fuerzas intrapsíquicas, asociadas a roles arquetípicos: el padre (racionalidad y principios) la madre (afectividad y acogida) y el hijo (instintividad y placer)” (p. 61). ¿Cómo hacemos convivir estas tres fuerzas para que nuestra catequesis tenga, en especial, esos aspectos maternales y filiales?
El DC nos describe en sus primeros capítulos la relación entre la Revelación y la transmisión. La catequesis “busca siempre celebrar la memoria de las obras divinas; el catequista se injerta en la memoria Dei” (p. 95). El autor nos invita a ser “guardián de la memoria de Dios”. No una memoria meramente de museos, sino una memoria que se renueva en un contexto eclesial pluricultural como en el que estamos insertos, y son nuestras “comunidades culturales particulares que serán agentes activos de la experiencia catequética”. ¿Una pista/invitación para ir conociendo aún más nuestra comunidad local?
Otra pista se nos acerca desde el mundo de la pedagogía con posibles aplicaciones en la catequesis: “una catequesis constructivista para el siglo XXI”. Se nos muestra que un diálogo entre la catequesis y las distintas ciencias, en especial las educativas, es más que necesario, urgente. Y a través del enfoque del constructivismo se nos recuerda que “el catequista cede su protagonismo al catequizando, el que asume un rol fundamental en su proceso de formación” (p. 135). El destinatario (o interlocutor) toma las riendas de su propio crecimiento en la fe.
Una novedad del DC es el capítulo sobre la “vía de la belleza”. Desde Brasil se nos da la pista de “recuperar la alegría perdida y, sobre todo, a ofrecer una catequesis integral que ocurre con el arte, por medio de la meditación, la oración y, principalmente, por una profunda espiritualidad, capaz de generar una personalidad mística” (p. 167).
También se pide atención sobre la experiencia comunitaria, presentándonos la comunidad como un “lugar teológico”, es decir, “un espacio donde Dios se manifiesta, un lugar donde Él habla, un sitio donde se puede experimentar su presencia” (p. 193). En este tiempo de pandemia y de cuarentenas no se quiere una teoría sobre vivir en comunidad. Por haber vivido tanta soledad es necesario hacer experiencia de comunidad. Y recordemos que “es en comunidad donde resuena la voz del Señor, es allí donde se escucha el anuncio de la Pascua de Cristo” (p. 207).
Y los aportes terminan con la pregunta: ¿Qué rasgos ha de asumir la catequesis para responder a su identidad, declarada en el DC, y para apoyar la renovación de la Iglesia, en un contexto sociocultural marcado por la pandemia?(p. 338).
A través de sus escritos, los autores nos fueron llevando a posibles pistas. No hay respuestas ni recetas. Todos estamos en la misma búsqueda para ofrecer una catequesis en la “nueva normalidad” que nos espera. Hay pistas novedosas, iluminadoras, y también otras que parecen ser una piedra en el zapato, un camino ya recorrido. El libro no es un mapa que lleva a una catequesis determinada. Se acercan pistas a los lectores. Seamos como un/a niño/a y entremos en el juego de las pistas. Yo encontré algunas. Ciertamente hay muchas más.
Son voces de países tan distantes, y, por otro lado, tan diversas. Pero en su conjunto son sinceras en sus búsquedas y reflexiones. También me quedo con la sensación de no saber qué hacer con tantas pistas. O quizás los editores quieren abrir una especie de foro en donde podemos compartir las pistas encontradas en tantos ensayos o donde podemos ofrecer nuestras propias pistas. ¿Tema para un segundo libro? Pero no esperemos esta iniciativa, y compartamos en nuestros respectivos lugares las pistas encontradas para armar juntos un camino local hacia la nueva normalidad. ¡Todo un desafío!
Una cosa es clara: no dejemos de buscar pistas provocativas que nos pongan en movimiento. La nueva normalidad nos espera. Recuerden que el Resucitado en su primera aparición dejó una pista a sus discípulos: “Vayan a Galilea…”
P. André Boone, sdb
Presidente de la Sociedad de Catequetas de Latinoamericanos(SCALA)
Las Piedras, Uruguay.