Revista de Educación Religiosa, volumen II, nº 2, 2020, DOI 10.38123/rer.v2i2.112
Lorena Basualto Porra 2
Universidad Católica Silva Henríquez
Sonia Brito3
Universidad Autónoma
Chile
La catequesis es comunicación y esta se hace mucho más compleja en tiempos de coronacrisis, cuando el confinamiento ha obligado a permanecer en casa. Sin lugar a dudas, se trata de una situación inédita que ha provocado distintas respuestas, tales como no llamar a la realización de la catequesis de primer año, continuar solo con segundo año de catequesis, o bien, con aquellos que habían iniciado su proceso de catequesis previo a la pandemia. También se ha dado la experiencia de considerar la catequesis virtual como una pseudocatequesis y que, por lo tanto, no se podría entregar el sacramento con ese tipo de preparación. Otros han iniciado un camino de búsqueda de nuevas rutas enfrentando la situación y creando nuevas instancias de evangelización virtual. Por tal motivo, este artículo busca proporcionar herramientas para el acompañamiento catequético a través del buen uso de la escucha y la voz, que son elementos coadyuvantes con los cuales se cuenta en una catequesis virtual realizada en plataformas digitales.
Para alcanzar el objetivo, se realiza una revisión documental y experiencial, principalmente basada en los estudios sobre la comunicación de Watzlawick et al. (1985) y el estudio sobre la escucha y la voz como herramienta de intervención socioeducativa de Brito et al. (2020b). Desde la experiencia catequética en estos tiempos de confinamiento, se utilizará el material recogido sobre los diálogos sostenidos por los catequistas salesianos y registrado en el primer encuentro nacional realizado en marzo del 2021, que trató sobre la experiencia de la catequesis en la virtualidad.
El artículo se ordena en cuatro apartados referidos, en primer lugar, a la catequesis como acción comunicativa y los elementos de la escucha y la voz; en segundo lugar, la gestión de la catequesis en contexto de pandemia; en tercer lugar, se trata el tema de la escucha y la voz como herramientas para la catequesis desde los axiomas de la comunicación de Watzlawick y la experiencia de las/los catequistas; y, en cuarto lugar, se desarrolla una propuesta de cómo utilizar la escucha y la voz como instrumentos catequéticos en plataformas virtuales, ejemplificándolos desde algunos pasajes de las Escrituras.
La catequesis es acción comunicativa, de ello da cuenta el origen griego de la expresión katechein, que significa hacer resonar. Por la tanto, la catequesis es voz del que hace resonar el anuncio del kerygma, es decir, de Cristo muerto y resucitado como el acontecimiento central de la fe que impacta a los discípulos; en consecuencia, la catequesis es voz que busca la escucha (Directorio para la Catequesis).
Tradicionalmente, se ha entendido la escucha y la voz como dos elementos propios de la comunicación desde una lógica instrumental o como medio de transportar los mensajes, donde emisor y receptor logran traducir las palabras. De hecho, la acción de escuchar proviene del verbo latino auscultāre, que tiene el sentido de inclinar la oreja para posibilitar la audición, por lo tanto, es un acto libre de la persona que escucha (Torralba, 2009), situando a los sujetos que participan en la comunicación como protagonistas de las comprensiones que operan tanto en el discurso como en los aspectos paraverbales. Es así como, más que un intercambio de mensajes, la comunicación se constituye en un constructo de intérpretes de la relación intersubjetiva.
Ahora bien, la comunicación no es neutra; es un proceso cargado de simbolismos, códigos, signos símbolos y representaciones. Estas sinergias de elementos hacen que el proceso de comunicación se haga extremadamente difícil, porque es necesario realizar una lectura adecuada de los encuentros discursivos en los que la conversación cobra sentido experiencial, más allá de la entelequia abstracta o como categoría analítica. De este modo, Brito et al. (2020b) señalan que “esta metacomunicación da cuenta del hecho comunicativo en la medida en que las palabras, las imágenes auditivas, las marcas, los indicios, las impresiones y las estipulaciones (formalidades) transferidas provocan transformaciones, tanto en la creación de nuevos mensajes como de nuevas relaciones” (p. 107).
La comunicación tiene en su base la interpretación como atributo de construcción de intersubjetividades, lo que supone que las subjetividades se encuentran, desencuentran y colisionan, organizándose como consecuencia de una construcción de significados traducidos y muchas veces inteligibles. En ese sentido, “está cargada de simbolismos, de entonaciones, de connotaciones y de denotaciones que puede manifestarse de manera verbal, no verbal, paraverbal, gestual, entre otros” (Brito et al. 2020b, p. 106).
De esta manera la cercanía, es decir, la proxémica física y la proxémica verbal, es imperativa en la medida de aproximar el lenguaje, contextualmente, reconociendo cuáles son las audiencias que están compartiendo la elocución y el propósito de la horizontalidad en la relación. El reconocimiento de las personas que participan en el proceso comunicativo permite romper con la visión jerárquica y hegemónica, separando a aquellos que enseñan y aquellos que aprenden, sin considerar el capital personal, pastoral, teórico y empírico de pueblo de Dios. En ese sentido, si se aplican estas características de la comunicación a la figura de Jesús cuando predica en medio de su pueblo, siendo uno más, se puede subrayar el hecho de su aproximación con palabras sencillas, nítidas y cargadas de mensajes profundos y esperanzadores. Esa comunión, esa relación desprovista de ropajes transversaliza la palabra, no solo desde lo escolástico o juicio de experto, sino desde una dinámica de coevangelización, en perspectiva de humanización intersubjetiva de anuncio recíproco fundamentada en las “semillas del Verbo” en la que la configuración crística del ser humano le permite acercarse al misterio de Dios desde los balbuceos incipientes de una búsqueda trascendente.
Ahora bien, desde la catequesis, el hecho de aproximarse al encuentro con la otredad significa considerar la dignidad de la persona, por tanto, la escucha atenta y el habla asertiva, empática y auténtica, favoreciendo el reconocimiento de las diferentes voces que emergen en el encuentro de las búsquedas tanto del que anuncia como de aquel que escucha, porque en la acción catequética los roles se intercambian. Esto implica ampliar la mirada, ensanchar el camino para que el mensaje se constituya en una invitación a construir comunidades recursivas desde un anuncio que exceda la doctrina y la normativa para situarnos en la perspectiva de una fe renovada a la luz de un evangelio esperanzador bajo el respeto de las historias de vida y la escucha de los signos de los tiempos.
La pandemia del Covid-19 y el confinamiento sostenido en el país han provocado una crisis sanitaria, humanitaria y social. Sus efectos, todavía inconmensurables, han traído una crisis mundial cuyas consecuencias se dejan ver en el plano económico, institucional, laboral, educacional, entre otros (Carballeda, 2020; Martinic, 2020; Brito et al., 2020a).
Es así como esta generación ha sido testigo de la caída de algunos paradigmas. Al respecto, Morin (2003) se refiere a la incertidumbre que abarca las diversas dimensiones de la existencia en las que pareciera que existe imposibilidad de predecir los nuevos escenarios. Por su parte, Bauman (2003) advertía los peligros de una sociedad líquida en la que todo se desplaza con facilidad sufriendo continuos e irrecuperables cambios difíciles de detener fácilmente; en el caso chileno, en contexto de pandemia el Estado y las instituciones no esperaban esta crisis con fortaleza, sino más bien debilitados debido a conflictos internos, y, además, por no haber podido responder a la ciudadanía que expresó su indignación en el estallido social ante la inequidad que se vive en el país. Actualmente, se pretende buscar los fragmentos sólidos como es la familia, los vecinos, las amistades, entre otros, existiendo una nostalgia de normalidad, y muchos quieren volver a las actividades cotidianas de antaño. El problema es que no se asume que la realidad exige la capacidad de ser flexibles, adaptarse a los cambios e innovar frente a desafíos cada vez más vertiginosos e inéditos.
Al respecto, la catequesis en contextos virtuales ha sido un desafío para los catequistas, pues las pantallas se constituyen en paradojas de distancia y acercamiento (Brito et al., 2020b). Distancia, porque no podemos disfrutar de la vida comunitaria, pues la cercanía de la otredad se constituye en un peligro cuando antes se constituía en la mayor riqueza. Entonces, para el encuentro se necesita de las plataformas virtuales y de los dispositivos para acceder a ellas; sin embargo, surgen diferentes dificultades para realizar la catequesis. Una, se refiere al cuerpo como herramienta de comunicación, pues no contamos con este dato corporal que nos entrega muchos elementos para poder comunicarnos, sobre todo cuando se trata de un mensaje que debe estar unido al testimonio. En las pantallas contamos solamente con el rostro para poder captar el lenguaje no verbal, el cual queda muchas veces eclipsado a través de una foto, o bien, con un fondo negro que entorpece la comunicación a tal punto que la acción catequética se puede despersonalizar, porque no logra desarrollar una verdadera comunicación, cayendo en el peligro del monólogo.
Desde esta realidad, la pregunta es cómo gestionar la catequesis en tiempos de pandemia. Algunas consideraciones pueden ser el trabajo colaborativo entre las/los catequistas y también con las/los catequizandos, porque estos últimos también tienen mucho que aportar en cuanto a sus necesidades y las complejidades que viven en el tiempo presente. En este sentido, es muy importante que el grupo de catequesis se transforme en comunidad de aprendizaje-acompañamiento en la que todas/os aporten y se evangelicen mutuamente.
A su vez, es fundamental que el equipo de catequistas disponga de juicio de realidad considerando los recursos disponibles, asumiendo que en la situación inédita que se vive se hace necesario anunciar la buena noticia. De esta manera, resulta muy importante solicitar ayuda de los pares, en cuanto al manejo de dispositivos virtuales para gestionar redes, robusteciendo el maletín de herramientas de metodologías compartidas, creativas y situadas que les permitan administrar los recursos y no duplicar el trabajo, considerando las experiencias previas al respecto.
Finalmente, es necesario tomar en cuenta que la catequesis considera la promoción humana (DC, #173); por lo tanto, es muy importante propiciar campañas solidarias para destinar dispositivos tecnológicos para aquellos que no los tienen, enseñar el uso de las plataformas virtuales o vislumbrar otras necesidades básicas o elementos de los cuales las personas están desprovistas a causa de la crisis social suscitada y visibilizada por la pandemia.
Para desarrollar las herramientas de la escucha y la voz en tiempos de pandemia se aludirá a los axiomas de la comunicación de Watzlawick et al. (1985), haciendo una comparación entre lo presencial y lo virtual a partir del trabajo realizado por Brito et al. (2020b). Además, se utilizarán los aportes de los diálogos sostenidos por las/los catequistas salesianos recogidos en el primer encuentro nacional realizado en marzo del 2021, que trató sobre la experiencia de la catequesis en la virtualidad.
El primer axioma señala que es imposible no comunicar; este hecho es más evidente en la presencialidad, puesto que se despliega una comunicación verbal, kinésica y proxémica. Esto, en la acción catequética, es fundamental, sobre todo en la interacción con niñas, niños y jóvenes que necesitan de diversos recursos para suscitar el intercambio entre ellos, donde el juego, el canto y el aprendizaje kinestésico son herramientas indispensables para la creación de la comunidad. Además, las situaciones de silencio contemplativo y el compartir requieren de espacios celebrativos y ambientes adecuados con signos que nos ayuden a la escucha y a la reflexión. En lo virtual, el axioma sigue operando, pues de igual forma se comunica, aunque ciertamente hay menos elementos y pareciera que la fuerza del mensaje se atenúa. Al respecto, las/los catequistas señalaban que entre niñas, niños y jóvenes existe mucha nostalgia de los encuentros presenciales, y que la forma virtual de hacer catequesis era de menor importancia o era una solución momentánea mientras se podía volver a la normalidad (Ámbito Evangelización y Catequesis, 2021). Por este motivo es imprescindible hacer un buen uso de las palabras, del tono de la voz y de los gestos que permita al catequista interactuar con sus catequizandos. En este sentido, más que nunca se debe utilizar un tono que entusiasme, una voz que sea clara y gestos amables, considerando que estos son elementos centrales con los cuales se cuenta para comunicar.
El segundo axioma señala que toda comunicación implica un compromiso y, por ende, una relación en la que surge una responsabilidad mutua; de allí que en la presencialidad se dinamice el acompañamiento grupal y personal a través de la palabra, los gestos y la corporalidad, sobre todo porque existe una proximidad en la que el catequizando puede percibir el apoyo, la contención, la compañía, la palabra oportuna y el anuncio de la buena noticia, entre otros. Por su parte, en la virtualidad se hace necesario crear instancias de confianza para el acompañamiento, desde el reconocimiento de la propia precariedad existencial de parte del/la catequista, en el que se manifiesta con sinceridad que la pandemia es una situación que nos afecta a todos y que a la vez interpela la fe. Al respecto, la experiencia de algunos catequistas de confirmación, principalmente, ha sido que durante este tiempo de virtualidad han realizado un acompañamiento de tipo más personal que grupal, el cual ha dado también mucho fruto de apertura a la fe, porque les ha permitido abrir espacios de diálogo con las/los jóvenes sobre sus propias inquietudes o situaciones personales complejas por las que están pasando (Ámbito Evangelización y Catequesis, 2021).
El tercer axioma refiere a la metacomunicación, que implica que las/los participantes hacen reflexión sobre la manera en que se están comunicando y sobre la calidad de esta; se manifiesta concretamente a través de la promoción del liderazgo, la proactividad y el abrir espacios de diálogo. En la presencialidad, este proceso suele ser complejo, sobre todo en grupos de niñas, niños y jóvenes; las/los catequistas utilizan diversas técnicas para promover la participación. Esto se hace aun mucho más difícil en la virtualidad, puesto que hay menos elementos para abrir el diálogo y se deben realizar grandes esfuerzos por involucrarlos a todos y a todas. Desde la experiencia narrada por los catequistas, se indicó que la participación se lograba de mejor manera cuando se proponían actividades en las que ellos podían preparar su intervención; así, por ejemplo, se les enviaban desafíos por Instagram que los jóvenes debían preparar durante la semana, realizando un video o un audio que enviaban y que luego se compartía durante las sesiones de catequesis online (Ámbito Evangelización y Catequesis, 2021); o, a las/los niñas/os, se les proponían actividades de tipo manual que suponían que ellos enviaban sus fotos a través de WhatsApp y el día del encuentro se hacía una exposición virtual y para ellos era más fácil explicar lo realizado (Ámbito Evangelización y Catequesis, 2021).
El cuarto axioma indica que en la comunicación siempre se produce un proceso de interpretación del mensaje que se está comunicando; por lo tanto, el aprehender el significado del mensaje depende de los elementos que posea el receptor. En el caso de la presencialidad, ciertamente, se poseen más elementos para interpretar el mensaje; en la virtualidad es más difícil la interpretación. Sin embargo, la misma comunicación virtual ha creado herramientas como los emoji y emoticones que nos dan datos de las emociones de quienes están dialogando (Martín-Mora, 2017; Brito, et al., 2020b). Las/los catequistas han compartido que estas imágenes son una herramienta muy importante para la comunicación, pues las plataformas otorgan la posibilidad de ocuparlas, incluso se ha propiciado la creatividad de generar nuevas imágenes que pueden ser compartidas a través de la cámara y que indican los estados de ánimo de los participantes que complementan el lenguaje verbal (Ámbito Evangelización y Catequesis, 2021).
Finalmente, el quinto axioma plantea que la comunicación es a la vez simétrica y complementaria, pues cuando se toma el liderazgo de la comunicación es para propiciar la democratización del grupo y así suscitar relaciones horizontales. Este proceso, en la presencialidad, se realiza a través de diversos elementos; sin embargo, en la comunicación virtual se hace imprescindible que sea circular, a fin de que los roles vayan cambiando y, de esa manera, poder construir comunidad. De allí la importancia de suscitar en las pantallas las visualizaciones tipo mosaico, en las que ni la palabra ni la imagen la tiene solo una persona. Al respecto, los catequistas han planteado la importancia del chat sincrónico, el suscitar la intervención, dar y pedir la palabra, intercambiar el hospedador, motivar el abrir la cámara, entre otras opciones (Ámbito Evangelización y Catequesis, 2021).
Desde las características de la comunicación, y considerando el contexto de pandemia y los axiomas de la comunicación, se pretende en este apartado proponer una caracterización de la escucha y de la voz que pudiese ser adecuada para la catequesis en contextos virtuales. Con este fin se utilizará la propuesta de Brito et al. (2020b) que señalan algunas dimensiones a considerar de la escucha y la voz como instrumentos de acompañamiento en la intervención socioeducativa, además de algunos pasajes bíblicos que pudiesen ayudar a descubrir el mejor modo de anunciar el evangelio desde la comunicación virtual.
Los evangelios nos muestran que Jesús ha sido un experto en escuchar y en dar voz a los oprimidos, excluidos, invisibilizados y acallados por el poder político y religioso de la época. De hecho, nació y vivió entre los más pobres, llegando a ser testigos de su nacimiento los pastores que estaban lejos de la ciudad y los reyes que provenían del pueblos extranjeros a reconocer al rey de los judíos. Teológicamente, este acercamiento a los más pobres se fundamenta desde el misterio de la kenosis, como señala San Pablo en la carta a los Filipenses: Jesús “siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz” (Fil 2:6-8).
Esta condición de hacerse hombre y vivir entre los hombres se refleja en su vida pública en los diversos encuentros con los personajes de su época. Quizás uno de los diálogos en los que se puede observar mejor la escucha simétrica del Verbo es el relato de Jesús con la mujer samaritana (Jn 4:5-42), ya que según los parámetros de la época era un encuentro imposible el de samaritanos y judíos, y el diálogo religioso entre hombres y mujeres. En esta narrativa dinámica en la que se intercambian preguntas y respuestas, emociones y necesidades, percepciones y certezas, se construye un diálogo en el que se complementan dos miradas que generan una síntesis que articula una comprensión de la otredad. Paso a paso, Jesús va conduciendo a la mujer samaritana a reconocerlo como el Mesías, haciéndolo desde su realidad de mujer, de su pertenencia al pueblo de Samaria, desde sus creencias, desde su situación familiar, desde sus dudas y búsquedas religiosas. Sin embargo, no se puede olvidar que la perícopa parte cuando Jesús expresa una necesidad vital, básica y compleja en medio del desierto: “Dame de beber” (Jn 4:7). En esta expresión se puede descubrir la simetría del diálogo que se va a iniciar, lo cual se ratifica en el modo en que termina, pues se dice que Jesús se quedó dos días entre los samaritanos dialogando con ellos y haciéndolos descubrir por sí mismos quién era.
De esta manera, una de las características que se proponne en la catequesis es una escucha simétrica que se genera desde la situación existencial de precariedad que, como humanidad, estamos viviendo en tiempos de pandemia y que podemos comunicar a través de la virtualidad. Al hacerse solidarios en la vulnerabilidad, la/el catequista no corre el peligro de ensimismarse, sino que reconoce procesos de autoconocimiento, rutas biográficas y trayectorias diversas que necesita escuchar de sus catequizandos desde un silencio contemplativo. Así, el anuncio de la buena noticia no tiene otro camino que la simetría del diálogo porque, en el encuentro con el alter, el otro hace resonancia y el proceso de la katechein se co-construye. Además, no hay que olvidar la experiencia de Elías, que encuentra a Dios en la brisa suave (1Re 19:3-15); de ahí que la palabra y el silencio son expresiones profundas de comunicación
La hermenéutica es un elemento central de la comunicación en tanto interpreta correctamente el mensaje del interlocutor. En la catequesis es necesario considerar que la/el catequista propicia el encuentro entre el catequizando y Dios, por lo tanto, es importante ayudar a conducir ese diálogo e interpretar aquello que Dios quiere decir. En este sentido, el episodio veterotestamentario del sacerdote Elí y el joven Samuel (1Sam 3:1-10) es un ejemplo de esta escucha hermenéutica, cuando el sabio sacerdote entiende que la voz escuchada por Samuel es del mismo Dios; es por eso que Elí enseña a decir a Samuel “habla que tu siervo escucha” (1Sam 3:10) cuando no sabe interpretar la voz que lo llamaba por su nombre.
En este sentido, también se puede aludir al pasaje del encuentro del diácono Felipe con el etíope eunuco, alto funcionario de la reina de Candace (Hch 8:26-40). Cuando Felipe escucha al etíope leer el texto del profeta Isaías, hace el ejercicio hermenéutico de levantar y suscitar la pregunta; en este caso, el cuestionamiento del extranjero es ¿de quién dice esto el profeta: de sí mismo o de otro? Y a partir de ahí Felipe va a explicar las Escrituras anunciando la buena noticia, ya que esta palabra de Isaías se cumple en Jesucristo, de quien el profeta anuncia su pasión haciendo la analogía mediante la imagen de una oveja llevada al matadero (Hch 8:32). Este anuncio tiene una constatación práctica en la decisión de bautizarse del etíope, lo cual transforma su existencia, es decir, el acto catequético se dio en el intercambio y en el diálogo desde el cual se pueden descubrir nuevos horizontes.
A la luz del relato, se puede deducir que la escucha hermenéutica en la catequesis es fundamental a la hora de propiciar el diálogo del catequizando con la Palabra de Dios que lo interpela y le suscita preguntas. Para lograr este cometido, es fundamental la sintonía del/la catequista con las Escrituras y el Espíritu Santo que permite entenderlas; solo desde esta clave es posible la correcta hermenéutica que genera en los catequizandos la toma de decisiones y las opciones de fe.
En tiempos de pandemia es imprescindible esta escucha hermenéutica porque los catequizandos tienen muchas preguntas originadas en el contexto singular que estamos viviendo: dudas sobre el amor de Dios, cuestionamientos sobre la presencia de Dios en medio de la crisis o la interrogante sobre la existencia de Dios porque, si existiera, no permitiría tantas muertes ni sufrimientos, entre otros cuestionamientos habituales. Entonces, es importante suscitar las confianzas para que los catequizandos puedan plantear estas preguntas sin miedo a ser rechazados, de manera que la catequesis no se torne solamente la explicitación de un dogma al modo de la catequesis de preguntas y respuestas, sino una construcción situada y en contexto.
La catequesis es acción evangelizadora y también es promoción humana. Esto adquiere características especiales en tiempos de pandemia, en los que se han visibilizado con fuerza las inequidades, injusticias, falta de empleos, empleos precarizados, hacinamiento, falta de viviendas, vulneraciones y pobrezas multidimensionales. Esta situación demanda la actitud de una Iglesia atenta a las necesidades de sus hijos e hijas, donde el compadecer al hermano/a sufriente es convivir en la vulnerabilidad y aproximarse a una comunicación viva, efectiva y acompañadora. Por este motivo, en la catequesis se requiere de una voz cercana; no una predicación discursiva, sino compartir una palabra amable y esperanzadora.
Al respecto, el pasaje de Jesús cuando está predicando en el mar de Galilea acompañado de Pedro, Santiago y Juan es un ejemplo de una voz de esperanza: sus discípulos no habían pescado nada en toda la noche. En medio del desaliento, emerge una voz clara, nítida, fuerte y con autoridad que los exhorta a remar mar adentro y echar las redes para pescar (Lc 5:4); Pedro manifiesta su desesperanza, diciendo: “Maestro, hemos estado trabajando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes” (Lc, 5:5). El resultado de escuchar desde la esperanza es que Pedro se movilizó y las redes se llenaron de peces. Quizá el mayor enigma de la perícopa es el motivo por el cual Pedro vuelve a lanzar las redes; el itinerario del evangelio de Lucas nos puede responder señalándonos que los apóstoles habían visto antes otros milagros, de ahí que se puede suponer que la esperanza de Pedro se fundamenta en memoriales que quedaron guardados como verdaderos tesoros.
Así, en la catequesis la voz de anuncio es esperanza enraizada en el amor de Dios. Por eso, una mirada esperanzadora es posible cuando el discernimiento de los signos de los tiempos se vislumbra en clave de historia de la salvación. Este es un aspecto fundamental para poder leer los tiempos actuales, cuando la pandemia está siendo una problemática fundamental de múltiples apremios sanitarios, humanos y sociales. En este sentido, es necesario recoger la enseñanza del apóstol Santiago cuando enseña a las primeras comunidades que a los hermanos no se les puede decir después que vayan en paz cuando están pasando hambre y frío (St 2:15-16). La esperanza no es un discurso, sino es praxis construida desde los territorios porque se provee de acuerdo con lo que se necesita; la esperanza es una palabra habitada que hay que distinguir de un consuelo pasivo o estático; se trata, más bien, de un consuelo creativo que genera movimiento al modo de una co-esperanza. En definitiva, la catequesis debiese promover puentes de felicidad, pero no solamente como una búsqueda del telos, sino donde es importante el teloses, es decir, el proceso en el que se construye la felicidad junto a otros que van por el camino (Ono y Sloop, 2009).
La catequesis es una acción de diálogo entre hermanos y hermanas. Sobre todo, en este tiempo de pandemia, en el que se han visto afectadas las relaciones interpersonales por el confinamiento y se hace necesario propiciar espacios para escuchar, contener y compartir. La voz fraterna construye puentes de encuentro con Jesús de Nazaret, como hermanos de todos y todas, para que no haya diferencias porque en Cristo “ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer” (Gal 3:28).
En este sentido, la voz fraterna de Jesús, a modo de ejemplo, se hace presente cuando llama por su nombre a Zaqueo, el jefe de los cobradores de impuestos que, al trabajar para los romanos, se había ganado el desprecio de su pueblo; sin embargo, Jesús se hace invitar por él y todos murmuran porque no entienden la lógica de la fraternidad que no juzga (Lc 19:1-10). En este encuentro Zaqueo toma conciencia de su falta de hermandad y decide devolver los bienes que ha ganado maliciosamente a quienes ha engañado. La respuesta de Jesús ante tal acto es que Zaqueo también es hijo de Abrahán y con estas palabras lo restituye a la comunidad del pueblo de Israel.
De esta manera, cuando se propone que en la catequesis se dinamice una voz fraterna, se está subrayando que sea una voz que invita, pues tiene como eje central la persona del catequizando al valorarlo desde su experiencia y biografía. Además, el mensaje anunciado está lejos de ser ahistórico, acultural o asocial; necesariamente es contextual. Solo de esa manera se transforma en un anuncio veraz que impacta en la realidad de la persona y se edifica como un mensaje que propicia y fundamenta el respeto por la dignidad humana, la justicia social y la amistad cívica para la construcción del Reino.
Así, la catequesis no es letra estancada, ni tampoco es un manual procedimental, sino un libro por escribir entre todos/as los/las participantes, sin dejar de ser una palabra que denuncia proféticamente, pues, solo una buena nueva que toca el corazón es capaz de transformar y revertir la injusticia social. En este tiempo que nos urge a ser generosos y construir puentes de fraternidad, la catequesis tiene la posibilidad de impulsar un salto cualitativo en el que la humanidad tome conciencia de que nadie puede salvarse solo y sola (Fratelli tutti). Por lo tanto, un fruto de la catequesis es la vida comunitaria, que también es posible en contextos virtuales.
El objetivo del artículo fue proporcionar herramientas para el acompañamiento catequético en contextos virtuales a través del buen uso de la escucha y la voz. Esto, porque el texto pretendió ser un aporte ante el peligro de inmovilizarnos ante la nostalgia de la presencialidad, esperando una “nueva normalidad”; sin embargo, la catequesis no puede detenerse y debe situarse en los nuevos contextos utilizando recursos y herramientas inéditos que pueden proporcionar las plataformas de comunicación virtual.
La urgencia de continuar los procesos catequéticos se debe a que, en estos momentos de tanta soledad física y espiritual, la pantalla se constituye en una posibilidad real de acercamiento esperanzador. Por eso, hoy más que nunca es fundamental situar a la persona en el centro de la catequesis, ya que esta crisis humana y sanitaria se presenta como una oportunidad de tejer nuevos lazos, pensar en nuevas herramientas que permitan acercarnos a compartir la Palabra que genera frutos de amor y unidad.
El actual contexto exige además concebir la catequesis como una construcción de encuentros, en los que se debe aprender respetuosamente a comprender la distintas visiones y miradas considerando las biografías de las personas que participan en el proceso catequético. Desde esta perspectiva catequética horizontal, no existe una verdad dogmática que se aprende memorísticamente, sino una construcción hermenéutica a la luz del Evangelio, que recupera el sentido primario de la catequesis dialogando con diferentes visiones de mundo en la búsqueda de la comprensión del misterio de Cristo.
La catequesis, en ese sentido, permite efectos multiplicadores, puesto que la resonancia está presente en diversos lugares al modo del carro de fuego del profeta Ezequiel (Ez 1), cuando afirmaba que la Palabra de Dios se desplegaba de norte a sur, de este a oste al mismo tiempo, escuchándose en diversas lenguas y resonando en diversos territorios al mismo tiempo. Ahora bien, para que se logre esta catequesis en acción se debe romper el saber experto o hegemónico, en el que no hay uno solo que habla y otro que escucha, situación que en contextos de virtualidad puede ser una tentación aún mayor. Se debe propiciar que no haya una voz que sea más fuerte que la otra, sino un diálogo fluido en el que cada voz sea relevante, porque cada uno tiene una misión irremplazable.
Una voz que se apaga es una parte de la comprensión del misterio de Cristo que no se comunica, y una escucha sorda es una comunidad que no prospera, corriendo el peligro de que las voces se alejen y se dejen de escuchar. Por este motivo, el aporte del artículo ha sido coadyuvar en la práctica de una catequesis transformadora, de tal modo que la comunicación en la virtualidad no sea considerada una anécdota temporal, sino significativa, porque hay un convencimiento genuino de la Palabra viva y, para ello, cada quien es un referente del otro, construyéndose el nosotros para que surja la comunidad en el formato que el devenir de la historia hace posible.
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