Revista de Educación Religiosa, Volumen 1, Nº 3, 2019, DOI 10.38123/rer.v1i3.11
Enrique García Ahumada fsc1
Seminario Pontificio Mayor del Arzobispado de Santiago, Chile
Los Hermanos de las Escuelas Cristianas llegaron en 1877 a Chile como misioneros mediante la educación. Se califican en catequesis, no exclusivamente, porque forman a la vida cristiana con todos los medios de la escuela. Esta selección está tomada de la Historia de los Hermanos de La Salle en Chile, completada con noticias necrológicas publicadas por la Casa Generalicia, traducidas del francés por el archivista Hno. Gabriel González fsc, y con otros testimonios. Se muestra que con la finalidad única de conducir a la santidad (Lumen gentium 40), la educación religiosa es diferente según la personalidad y circunstancias de los educadores.
El Hno. Lorenzo (Hno. Laurent Martyr, Bernard Toulouse Laforgue; Rivière en diócesis de Toulouse, Francia 1835-20.8.1895 Santiago, Chile) a los 25 años ingresó al noviciado en Tolouse. Enseñó un año en Blois y aceptó el llamado del Superior General para ser del primer grupo de Hermanos enviados a Sudamérica. Enseñó de 1863 a 1866 en Cuenca, Ecuador, y desde 1868 estuvo en el Beaterio de Quito. Enviado a Chile en 1878, fue subdirector en la Casa de Huérfanos San Vicente. Enseñó forja, cerrajería y agricultura y dirigió coros. También en parroquias difundió el canto gregoriano como había hecho en Francia y en Ecuador. Originó que el Pbro. Tristán Venegas lo introdujera allí en 1882 y publicara una Colección de trozos escogidos. En 1888 con su coro de alumnos realzó las celebraciones en Santiago de la beatificación del Venerable Juan Bautista de La Salle. En su funeral, además de los Hermanos y de los socios de las Conferencias de San Vicente de Paul, fue notable la presencia del clero en aprecio por su aporte al canto litúrgico.
El Hno. Ermenoldo (Hno. Ermenold, José Cotarelo López, Carabillo; diócesis de Lugo en Galicia, España 1844-30.10.1909 Santiago, Chile), comerciante, al conocer a los Hermanos de las Escuelas Cristianas en Nueva York, tomó el hábito y recibió nombre religioso inglés. En 1872, en Ecuador, lo castellanizó. Preparaba tan bien la tradicional reflexión matinal previa a las clases, que se paraban transeúntes a escucharlo junto a las ventanas. Por motivos de salud fue enviado a Santiago en 1878 a la Escuela Nuestra Señora de la Esperanza, en el local de la Obra Pía de Zambrano. Atraía a los niños en la reflexión matinal y en la catequesis con lenguaje sencillo y amable sobre Dios, las virtudes cristianas, el trabajo y el amor a la patria. Conquistaba a todo auditorio con ejemplos sabios y piadosos. En 1885 fue siete meses director de la Escuela San Vicente en Valparaíso. Atrajo a la congregación a Roberto Sepúlveda e Ismael Túrriz, futuros Hermanos Nehemías y Luciano José. Por su ascendiente espiritual, fue enviado en octubre como subdirector del Noviciado. Desde 1893 dirigió la Escuela Nuestra Señora de la Esperanza, duplicando en cinco años su alumnado. Hacía resplandecer la capilla en las fiestas litúrgicas. Publicó con aprobación, en 1886, Vísperas y completas del Oficio Parvo de la Santísima Virgen, obra usual en el movimiento juvenil Congregación Mariana. De 1897 a 1908, como director de la escuela primaria San Luis Gonzaga, al notar mucho analfabetismo en los obreros padres de sus alumnos, con acuerdo de su comunidad religiosa, además de agregar patronato para los egresados, creó un curso vespertino para adultos y un centro social, donde explicaba la reciente encíclica sobre la injusta situación de los obreros, Rerum novarum, y preparaba a los sacramentos. Para empleados de comercio y de la banca interesados destinó los jueves y domingos en horario vespertino. Si al periodista católico Carlos Silva Vildósola le ocurría un contratiempo en sus campañas de opinión, acudía a animarlo en su despacho. Era fiel a los actos de comunidad a pesar del cansancio, cuidaba las necesidades materiales y espirituales de sus Hermanos y pedía perdón si consideraba haber dado una corrección fraterna sin bastante bondad. En enero de 1909, el visitador provincial Hno. Xavier-François lo quiso aliviar enviándolo a otra obra, pero ante su vehemente y humilde petición de mantenerlo en la comunidad, donde quedaba de director su exalumno el Hno. Luciano José Túrriz, accedió bondadoso. Una tarde sufrió una angina de pecho y, recibidos los sacramentos, falleció. Duradero ha sido el agradecimiento de los líderes obreros que formó, de sus exalumnos y de quienes han atribuido favores de Dios a su intercesión.
El Hno. Honorato (Hno. Ludolf Honoré, François Ayral Ayral; Gabres en Lassouts, Departamento de Aveyron, Francia 1860-1932) ingresó al Noviciado de Talence en 1877. Obtuvo diploma de maestro en 1884. Enseñó en Talence, Angulema y Burdeos. Llegó de Francia en 1892. En 1893 dirigió el Colegio San Juan Evangelista y de 1894 a 1898 inició el Colegio San Jacinto. De 1901 a 1911 inició la Escuela Normal del Arzobispado. Logró como abnegado capellán al Pbro. Carlos Casanueva, futuro rector de la Universidad Católica fallecido con fama de santidad. En 1906, con egresados, organizó una agrupación con la originalidad de unir fines mutualistas, profesionales y apostólicos llamada desde 1914 Sociedad Nacional de Profesores Católicos y desde 1924 Sociedad Sindical de Profesores Católicos de Chile, para integrarse al movimiento sindical católico, que busca el desarrollo personal de los trabajadores y la armonía con la parte patronal, exigiendo sus derechos. Hasta 1914 dirigió la Escuela Industrial San Vicente, de Puerto Montt. Después, inició en Santiago la Colección H.E.C. de manuales pedagógicos y escolares con gran influjo educativo y cristiano.
El Hno. Emilio (Hno. Lucius Émile, Jean-Louis Dufau Camy; Bayona, Francia 1870-27.7.1945 Santiago, Chile), terminados sus estudios primarios con los Hermanos, entró al Noviciado. A los 16 años obtuvo el diploma elemental de maestro y enseñó en el Noviciado Menor de Mauléon. Desde los 21 años hizo el servicio militar. En segundo año, siendo sargento, ganó el cargo de secretario del Estado Mayor en Burdeos, se distinguió por su cultura y moral, y estudió en la universidad. Acudía a la vecina comunidad religiosa y siempre entregaba su sueldo. Su licencia lo declara “capaz de ser un brillante oficial”. De 1895 a 1902 enseñó en el Escolasticado de Mauléon, donde influyó espiritual e intelectualmente en los estudiantes. En 1900, en la Exposición Universal de París, contribuyó a la premiada presentación de la obra lasaliana. Obtuvo diploma para enseñanza secundaria en 1897, y en 1901 aprobó los estudios religiosos en la congregación. De 1902 a 1905, dirigió la escuela de Orthez. Al expulsarse de las escuelas en Francia a los religiosos, vino a Chile y dirigió el Colegio San Jacinto. En 1906 afrontó el terremoto destructor la zona central del país. Aprendió español, se adaptó y animó a todos. Desde 1907, integró el Consejo Diocesano de Instrucción Primaria, donde colaboró en la revisión de los programas de estudio de las escuelas católicas e inició el Colegio La Salle, que dirigió bien hasta 1914. En 1908, fue visitador auxiliar, y titular de 1915 a 1917. Era amable, espiritual, prudente y ejecutivo. Enseñaba pedagogía a los escolásticos. En 1914, al comenzar la Gran Guerra, unos doce Hermanos partieron a Francia a acuartelarse. Envió a la Universidad Hermanos no perseverantes, mejoró las condiciones de admisión y la formación. Desde 1918 a 1925, fue el último Director de la Escuela Normal, salvo en 1924, cuando lo fue el Hno. Cirilo. El Arzobispo prefería fundar colegios para enfrentar el materialismo de los liceos fiscales. Como visitador, en 1921 fundó la Asociación de Exalumnos. Su presidente en 1922, con varios delegados participó en la organización del I Congreso Nacional de la Juventud Católica, con unos 10.000 miembros dispersos en cofradías y movimientos apostólicos, quienes colaboraron en organizar la Unión de Centros Juveniles Católicos, clave en la fundación de la Acción Católica en 1931, que renovó la catequesis de niños, adolescentes y adultos hasta 1960. En 1926, invitado por el rector Pbro. Carlos Casanueva, dio en la Universidad Católica el primer curso de pedagogía. El Arzobispo lo llamó a la Comisión Directiva de la Semana de Educación realizada en 1930 y, al crearse en 1931 la Academia de Ciencias Pedagógicas, lo hizo miembro, antecedente de la creación de su Escuela de Pedagogía, en 1942. En 1930, Francia lo hizo Caballero de la Legión de Honor. En 1927, dirigió hasta julio el Instituto Arturo Prat de San Felipe y después la Casa Talleres de San Vicente. Fue nuevamente visitador de 1928 a 1940. En 1932, el Arzobispo Horacio Campillo lo hizo consejero de la Dirección de Educación Catequística. Obtuvo validez de los estudios de la casa de formación, que se llamó Instituto de La Salle. Los Hermanos lo sentían alegre, fácil de obedecer, y los superiores valoraban su sumisión casi militar. Era hombre de Iglesia no encerrado en su congregación. Dirigió de 1941 a 1943 el Instituto San José de Temuco, y después la comunidad de la Sagrada Familia para los Hermanos ancianos. Era amable y adorador del Santísimo. Soportó paciente diez años una psoriasis extensa, que al morir le había dejado 55 llagas.
El Hno. Celso (Hno. Celse de Jésus, Joseph Beaucé, Fleurigné en Bretaña; Francia 1871-3.6.1925 Moulins, Francia) ingresó en Nantes al Noviciado Menor con trece años. Pasó al Noviciado en 1886, obtuvo diploma elemental de maestro en 1887 y superior en 1890. Memorizó las tragedias de Racine Esther y Athalie. Buen dibujante, calígrafo y violoncelista, era solista en liturgias. De 1890 a 1893 enseñó en el Noviciado Menor; después obtuvo de una vez el bachillerato en Ciencias, en Matemáticas y en Filosofía. Mientras enseñaba en el Internado Saint Joseph, donde aprendió y enseñó español, obtuvo Licenciatura en Química en 1903, en Matemática en 1904 y en Física en 1905, en la Universidad Católica de Angers. Con un curso de preadolescentes alcanzó tan bajos logros que tuvo desaliento, superado en la oración y dejándose aconsejar. Los alumnos del curso terminal, incluidos los de esa cohorte, obtuvieron resultados superiores al promedio en estudio y ejemplo cristiano. Era simpático, de seriedad religiosa y de saber comunicativo y sonriente. Pasaba años sin castigar alumnos, bastándole una sonrisa o una mirada triste para generar buenos propósitos. Desde 1907, estuvo en la Casa Generalicia en Bélgica colaborando con el Hno. Paul-Joseph, primer director del “Bulletin des Frères des Écoles Chrétiennes”. Participó en el Segundo Noviciado, renovación espiritual de Hermanos de mediana edad. Se ofreció para misiones. Llegó a Chile en 1909 como subdirector del Colegio La Salle y en 1914 fue prodirector. Promovía los sacramentos y las visitas de alumnos a la capilla, la Obra de la Propagación de la Fe, la Archicofradía del Santísimo Niño Jesús, la Congregación Mariana, la Conferencia de San Vicente de Paul, los catequistas voluntarios. Al observar manuales escolares tendenciosos, escribió Curso de física, Lecciones de historia natural, 2º curso de Historia de Chile, Zoología para IV año de humanidades, Biología general para V y Curso de literatura. Era fiel a los actos religiosos comunitarios, atento a las personas y a las actividades de la casa. Sus conferencias eran evangélicas, prácticas y gratas. Dedicaba tiempo al diálogo con cada Hermano, apoyándolos en su salud, estudios, clases, inquietudes y penas. Al tratar con padres de familia, era breve, correcto y directo. En 1917, fue director de la Escuela Normal. Entrenó a los futuros maestros principalmente en la enseñanza de la religión y en la reflexión matinal antes de clase. De 1918 a 1922, fue visitador. Consideraba cumplir la regla como condición para evangelizar y conquistar vocaciones consagradas, y la oración mental indispensable para combatir el absorbente empleo educativo. Publicó Cien máximas tomadas del Santo Evangelio con pauta pedagógica, obra elogiada por el rector del Instituto Católico de París, hoy Universidad Católica de París. Salía de paseo con los aspirantes para fomentar herbarios e insectarios, exposiciones de artes plásticas y manuales, declamación, teatro y coros. Impulsó museos de zoología, botánica y mineralogía, y el intercambio con otros distritos y con universidades extranjeras. Prolongó el Escolasticado para no enviar Hermanos a la comunidad sin preparación suficiente. Se mantenía actualizado sobre la historia y literatura del país y en materias religiosas y pedagógicas. Visitaba varias veces al año las comunidades, animando a la oración como fundamento de la vida religiosa y apostólica, sembrando buen espíritu y alegría. Fundó la revista El mensajero del Niño Jesús con crónica ilustrada de los centros educativos, resultados de exámenes, el tesoro espiritual de obras buenas ofrecidas por miembros de la Archicofradía del Santísimo Niño Jesús y la marcha de la Cruzada Eucarística. En 1923, fue llamado a trabajar en la Casa Generalicia y fue elegido delegado de Chile al 34° Capítulo General, del cual fue secretario. Fue visitador de Moulins-en-Bourbonnais. El Hno. Cirilo, que murió con fama de santidad, dijo de él que fue el Hermano más completo en virtud y saber que había conocido en Chile.
El Hno. Juventino (Hno. Juventin, Louis-Léon Francés Fargal; Bournazel en Rodez, Francia 1874-30.11.1955), con diploma elemental de maestro enseñó en Saint-Rémi de Burdeos y desde 1895 en el Noviciado Menor de Talence. Obtuvo diploma superior de profesor y bachillerato científico, entonces reservado a talentosos. En 1900, por su saber y espiritualidad, fue subdirector del Escolasticado y elevó el nivel de los estudios. Al prohibirse los estudiantados congregacionales, en 1904 estudió español para ir a misiones. Llegó en 1907 como subdirector de la Escuela Normal. De 1908 a 1911, dirigió la Escuela Arturo Edwards en Valparaíso, la que destruida en el terremoto de 1906, funcionó hasta 1909 en el cerro Mariposa. Con ayuda de doña Juana Ross de Edwards, agregó en 1910 el Colegio Agustín Edwards, comercial pagado, cuyos exalumnos han sido apreciados en empresas por su eficiencia y honestidad. De 1912 a 1914 inició el Liceo Blanco Encalada, donde estableció la Congregación Mariana; al volver, de 1918 a 1923, incorporó la Conferencia de San Vicente de Paul, y de regreso nuevamente de 1930 a 1934 sus exalumnos organizaron la Federación de Exalumnos de La Salle. Por entonces fueron alumnos el después Cardenal Raúl Silva Henríquez, el cirujano Rodolfo Armas Cruz y otros profesionales prestigiosos. De 1915 a 1917, dirigió el Instituto Comercial Zambrano y de 1924 a 1929 el Instituto San José de Temuco, donde hizo construir comedores y una capilla tan hermosa que, al fundarse la diócesis, fue catedral provisoria. En 1935 y 1936 dirigió el Colegio Agustín Edwards. Pidió ser liberado de la dirección y quedó en Temuco como subdirector y cajero, de 1937 a 1951. Por razones de salud fue trasladado a la comunidad de la Sagrada Familia. Mostraba trato distinguido, conversación amena y jovial. Sus alumnos apreciaban su valentía en las responsabilidades y su disponibilidad para servir. No regresó a Francia. Era asiduo al sagrario y a la gruta de Lourdes antes de quedar postrado los últimos cuatro años, rosario en mano.
El Hno. Nehemías (Juan Roberto Sepúlveda Pérez; Valparaíso 1875-28.8.1938 Santiago) estudió en la Escuela Nuestra Señora de la Esperanza, pasó al Noviciado en 1888 y profesó en 1893. Enseñó en su misma escuela, luego en San Luis Gonzaga y en el colegio San Jacinto, donde creó los retiros espirituales cerrados para los alumnos terminales. Allí sus exalumnos muchos años después recordaban el empeño con que hacía la reflexión matinal previa a las clases y enseñaba religión. Nunca se impuso en clase solo por su carácter, sino que ganaba a su auditorio por su gran talento pedagógico y por la variedad de sus conocimientos; y con su afecto sin debilidad y gran sentido de justicia, ganó también sus corazones. Formó profesores en la Escuela Normal del Arzobispado en 1905 y 1906, pasó a Casa Talleres de San Vicente en 1907 y fue director de 1928 a 1934, donde supo cómo cada maestro, contramaestre, vigilante y aprendiz cumplía sus obligaciones. Cuando fue subdirector, le correspondió al mismo tiempo dirigir la vecina Escuela Manuel José Irarrázaval, de donde surgieron sacerdotes redentoristas por tener capellanes de la cercana basílica de San Alfonso. Dirigió la escuela San Carlos de 1908 a 1913. Participó en el Segundo Noviciado en Roma en 1914 y volvió como director de la escuela San Luis Gonzaga de 1915 a 1917. Animaba con fervor la Cruzada Eucarística en educación primaria y la Congregación Mariana en secundaria. Promovía con buen éxito vocaciones sacerdotales y religiosas. En el Instituto Zambrano, fue subdirector en 1921 y director de 1922 a 1927. Al cuidar dormitorios en internados, dormía sentado. Practicó rudas mortificaciones hasta sus últimos días. Dirigió la Escuela Nuestra Señora de la Esperanza de 1935 hasta su muerte, lamentándose por no poder atender las necesidades de los Hermanos por la estrechez de presupuesto. Al dirigir escuelas y colegios, exigía a los Hermanos con el ejemplo y la palabra cumplir la regla y sus deberes profesionales. Los remplazaba en clase cuando estaban enfermos o cansados. Cuidaba el bienestar de la comunidad, mostraba alegría en los recreos, innovó al repartir dulces a los Hermanos en los paseos comunitarios, pero era severo con los que no mostraban voluntad de cumplir la regla. Antes de la oración comunitaria matinal, recorría las estaciones del Camino de la Cruz y en el día visitaba a menudo el Santísimo Sacramento. Su imagen de santidad entre los Hermanos permanece proverbial.
El Hno. Rafael (Maximiliano Túrriz Jiménez; Valparaíso 1877-27.11.1943) se presentó al Noviciado Menor de Providencia en enero de 1891 y en mayo fue admitido en el Noviciado. En 1893 comenzó su apostolado en Casa Talleres de San Vicente. En 1899, en la Escuela San Luis, continuó el centro social creado dos años antes por el Hno. Ermenoldo para dar a obreros formación sacramental y en cuestiones sociales, realizando obras en el barrio con un grupo de cooperadores de La Salle. En Valparaíso, trabajó hasta 1901, y luego fue enviado a Santiago entre los iniciadores del Instituto Zambrano de enseñanza comercial. En 1903, supo que el Hno. Hermenegildo había quedado ciego, sintiéndose inútil y aislado. Empezó a ir los días festivos a la casa de Providencia para darle una jornada de paseo y distracción, lo cual practicó hasta que dicho Hermano falleció en 1925. En 1905, presentó en el I Congreso Eucarístico de Santiago una ponencia sobre La asociación de preceptores católicos, para explicar el proyecto del Hno. Honorato desde la Escuela Normal del Arzobispado, iniciado en 1906, y al enseñar allí en 1913 y 1914 le dio gran apoyo. En 1909, prosiguió su labor en la Escuela San Luis Gonzaga. Consiguió valiosa ayuda con su amabilidad ante el presidente de la Sociedad de Escuelas Católicas Santo Tomás de Aquino; entre otros adelantos, una biblioteca que adornó con imágenes de santos Hermanos, al servicio de la comunidad religiosa y de los estudiantes adultos. En su clase reinaban la piedad, el trabajo y el orden. El entusiasmo que ponía para estar siempre de buen humor tanto en su vida religiosa como en los momentos de expansión era notable. Fue destinado en 1913 a la Escuela Normal del Arzobispado, donde sus alumnos trabajaron en forma convencida, creciendo en ciencia y virtud. Con renovada pedagogía, fue de 1915 a 1917 subdirector en la Escuela San Carlos y director en 1923 a 1930, aunque él prefería desempeñarse como un simple maestro. De 1918 a 1821 fue subdirector de la Escuela San Luis y formó con los alumnos mayores los Cooperadores de La Salle, que realizaron una excelente obra social en el barrio. Fue prefecto de disciplina en Casa Talleres de San Vicente de 1930 a 1941, tras lo cual volvió a San Luis como subdirector. En 1934 representó a los Hermanos de Chile en el Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires y, al regreso, informó sobre los centros de los Hermanos y otras obras católicas en Argentina. Fue desde 1930 titular del curso superior de Casa de Talleres de San Vicente, además de prefecto de disciplina, y desde 1938 prefecto de piedad hasta 1941. Ya no solo acompañaba a sus alumnos a retiro espiritual, sino que lo dirigía junto al sacerdote. En 1943 pasó un mes en la enfermería con gran pérdida de sueño y un tumor purulento muy doloroso, que soportó sin una queja hasta recibir la extremaunción.
El Hno. Paulino (Lucas Vásquez Pizarro; Llay-Llay en Valparaíso 1878-8.3.1932 Santiago) estudió en la escuela Nuestra Señora de la Esperanza, donde fueron maestros suyos los Hermanos Ermenold y Ruperto Silva, director del Noviciado y Escolasticado de 1926 a 1928. Pasó al Noviciado Menor y profesó en 1895 junto al Hno. Rafael. Enseñó en las escuelas San José o Arturo Edwards de Valparaíso, quedando en Santiago sucesivamente en las escuelas San Carlos, San Luis Gonzaga y Miguel Rafael Prado. Atendía especialmente a los menos dotados de recursos materiales e intelectuales. Corregía en forma clara, bondadosa y con algo de picardía. Desde 1900 a comienzos de 1906 trabajó en el Colegio San Jacinto, en calle Rosas. Estuvo cuatro años en el Instituto San José de Temuco y dos en el Instituto Arturo Prat de San Felipe. Sus exalumnos de Temuco atestiguaron que, sin mostrar mortificaciones extraordinarias, era de piedad profunda y abnegación constante, con la bondad acogedora del amigo que abre el corazón a la confianza y adquiere el derecho a decir y preguntar todo. Como director desde 1913 en la Escuela Nuestra Señora de la Esperanza o Francisco Javier Ruiz Tagle, los niños aprovecharon hasta tal punto las enseñanzas de sus maestros que en los certámenes catequísticos organizados entre las cinco escuelas lasalianas de la capital sus alumnos ocupaban a menudo el primer lugar. Fue semillero de vocaciones sacerdotales y religiosas. Penetrado del carisma lasaliano, fue nombrado director del Noviciado Menor para adolescentes que aspiraban al Noviciado. De 1920 a 1926, dirigió el Colegio Agustín Edwards, donde daba clases, visitaba las aulas, tomaba exámenes, recibía a padres y apoderados, preparaba a los niños para la comunión eucarística, dirigía el canto en la capilla, animaba la Congregación Mariana. Por las noches, atendía las clases a adultos o presidía reuniones de exalumnos. Daba a los exalumnos y a los obreros seria formación en la fe y en la moral personal y social, en círculos formados para el estudio; inculcaba a los jóvenes obreros lecturas escogidas para asentar convicciones cristianas sobre las cuestiones sociales. En comunidad, era un animador siempre alegre. Dirigió la Escuela Miguel Rafael Prado de 1927 a 1932, donde empezó a experimentar los primeros síntomas de la enfermedad al corazón de la que falleció por infarto al miocardio. En su funeral, los jóvenes del Círculo de La Salle reclamaron el honor de conducir el carro mortuorio hasta el lejano Cementerio Católico, donde tomaron la palabra pobladores, representantes de la Sociedad Escuelas Católicas Santo Tomás de Aquino, el presidente de los Círculos de la Juventud Católica, el presidente de la Sociedad Sindical de Profesores Católicos de Chile y el cura párroco, que ofreció un servicio solemne de octavario por el querido difunto. Algunas semanas después, los exalumnos de Valparaíso, Temuco y Santiago, al término de una misa celebrada en la capilla del cementerio, colocaron una placa conmemorativa en su tumba.
El Hno. Jerónimo (Hno. Jérôme Rupert, François- Jérôme Rouzaud Sicre; Mérens en diócesis de Pamiers, Francia 1886-22.10.1956), a los doce años conoció la congregación por boca del Hno. Léandris, futuro asistente del Superior General, de paso en Mérens. Ingresó en 1898 al Noviciado Menor de Pibrac. Nunca dejará la devoción a su Santa Germana Cousin. En el Escolasticado, obtuvo su diploma elemental de maestro. Trabajó en las escuelas de Toulouse, Saint-Aubin y Dalbade. Allí fue su director el eminente pedagogo Hno. Libérat-Marie, futuro visitador del distrito de Toulouse, en quien los Hermanos jóvenes encontraron luz y apoyo en los años de persecución antirreligiosa de 1904 a 1906. En 1906, con otros cinco Hermanos partió a España, fiel a su vocación. En Pons, Cataluña, fundaron una escuela patrocinada por un párroco que los instaló en un local que había sido un teatro con salón de té, que en un año convirtieron en escuela. Doce años hablando catalán, fue el brazo derecho del director, el Hno. Liefroy-Benoît, excelente religioso, poeta de talento pero tan distraído que llegaba atrasado a todas partes. El Hno. Jerónimo suplía sus ausencias y promovía el buen espíritu en la comunidad. De 1917 a 1919, enseñó en el Noviciado Menor de Mollerusa. Ganaba de golpe a su auditorio con su saber, la claridad de su enseñanza, su carácter siempre jovial, afable y distinguido, el fuego animador de su reflexión matinal y sus catequesis. En la mitad del año escolar lo enviaron a un colegio en Calaf que pasaba por una situación crítica. Alumnos difíciles lo hicieron sufrir, alguna vez hasta las lágrimas, aunque después fueron los más agradecidos, y a los dos años los superiores lo nombraron director. Con mucho tacto y por el bien de la obra, dejó a su predecesor la jefatura de la primera clase y la representación delante del público. Después, fue enviado a la escuela de Monistrol-de-Montserrat, a los pies de la montaña santa de María llamada la Moreneta, Patrona de Cataluña. Ahí tampoco faltaron las dificultades de 1923 a 1929, pero paciente y prudente, acertó. En 1929, fue director del Noviciado Menor de Mollerusa. Desde su llegada tuvo sintonía con los adolescentes; mejoró los locales, el régimen alimenticio, los programas de estudio, la solemnidad de las fiestas religiosas y, sobre todo, puso intenso cuidado en su progreso moral. Para transmitir el espíritu de La Salle fue dos años director del Noviciado en Mollerusa, donde con el ejemplo y la palabra en público y en privado transmitió las virtudes necesarias mediante el apostolado educativo. Al sobrevenir los movimientos políticos de 1931, los Hermanos Superiores trasladaron a los mejores estudiantes a Pibrac, en Francia, luego de unos días de despedida de sus familias. Casi todo ellos decidieron ser Hermanos. El Hno. Jerónimo fue enviado nuevamente a Monistrol como director, porque urgía una buena conducción. Allí era el primero en ponerse el delantal para los trabajos grupales de limpieza. El objeto preferido de sus cuidados eran los primeros comulgantes y los grupos piadosos y apostólicos. El orden se fue restableciendo por influjo de su vida de santidad, renuncias y entrega, y en 1932 y 1933 volvió la prosperidad pasada. Tuvo que cambiar con empeño el catalán por el español al ser enviado en noviembre como director al Noviciado de Ñuñoa, en Chile, donde ejerció su ascendiente espiritual y su discernimiento. Entre sus novicios de entonces están el profesor de aspirantado Hno. Javier Jiménez, fallecido en accidente vial (†1954), el apostólico promotor vocacional y piadoso director de coros Hno. David (†1987); el encargado largos años de la promoción vocacional Hno. José Gregorio (†1996); el futuro visitador de Chile Hno. Marcelino Luis Gangas (†2004), el Hno. Santiago Fermín (†2011), muerto con fama de santidad. En 1939, el arzobispo de Santiago Horacio Campillo bendijo en la Casa de Formación la gruta de Lourdes, construida por iniciativa suya por don Francisco Tornel, padre del Hno. Ladislao Juan. En 1940, fue nombrado visitador auxiliar, pero al suplicar ser descargado de esa responsabilidad al año siguiente, llegó a dirigir el colegio de Talca de 1941 a 1949. Terminó la construcción del pabellón de la calle principal 1 Oriente para sustituir el anterior, destruido por el terremoto de 1939. Hizo embaldosar el patio principal e inició la construcción de la amplia y hermosa capilla, bendecida en 1944 por el obispo de Talca don Manuel Larraín Errázuriz, futuro presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano, que mucho lo apreció, como también las autoridades civiles, por la calidad formativa del colegio. Instaló en el patio central la imagen de Jesús ofreciendo su corazón. En 1950, fue en el Colegio Agustín Edwards nuestro mejor profesor de francés que se recuerda. Pasó un corto tiempo en Temuco y, finalmente, en Talca como ecónomo, contable y cajero; padeció dolorosas enfermedades y terminó en la comunidad Sagrada Familia, donde murió con fama de santidad.
El Hno. Teodoro (Hno. Jurson ftéodore, Auguste Urbain Soulié Vaïsse; en Centrès, diócesis de Rodez, Francia 1886-13.9.1961 Santiago, Chile) inició en 1901 su noviciado en Talence, bajo la dirección del Hermano Lucil-Marie. En 1902, pasó al Escolasticado, durante el cual obtuvo su título de maestro, y en julio de 1903 inició su trabajo docente en la escuela de Cadillac. Al comenzar en 1904 la expulsión de los religiosos de las escuelas decretada por el ministro Combes, optó por venirse a Chile. Se embarcó en el grupo de discípulos del Hno. Lucil-Marie, trasladado como director de Noviciado en Chile, y con el Hno. Xavier-François, director del Escolasticado, que de 1905 a 1914 sería el segundo visitador del distrito de Chile. En total, 31 Hermanos del distrito de Burdeos viajaron en tres grupos que arribaron a Chile en octubre, noviembre y diciembre de 1904. En octubre llegó con el Hno. Cirilo. Después de desembarcar en Buenos Aires, atravesaron la cordillera de los Andes a lomo de mula. Fue profesor en el Escolasticado en la casa de calle Providencia hasta 1906, mientras aprendía el español. Luego enseñó en Casa Talleres de San Vicente, en el Instituto Zambrano, en el Colegio La Salle. Pasó en 1907 a la Escuela Normal del Arzobispado, que funcionaba en la Obra Pía Zambrano, frente a la Estación Central de trenes al sur, pero en mayo fue enviado al Colegio La Salle y volvió en 1912 y 1913 como formador a la Escuela Normal, esta vez en el barrio Bellavista. Dirigía coros polifónicos escolares, incluyendo misas de autores europeos y de algún chileno, y en la orquesta gustaba tocar el contrabajo. Compuso textos de Historia y Geografía de Chile, un Atlas de Chile en tres tomos, un Manual de agricultura en dos tomos, después empleado en las escuelas agrícolas oficiales. Permaneció en Valparaíso de 1914 a 1935 enseñando ciencias y técnicas comerciales: contabilidad, estenografía o taquigrafía, matemática comercial, español, inglés y francés, salvo en 1921, cuando dirigió la Escuela Manuel José Irarrázaval. Al fin del año escolar invitaba a los gerentes de bancos y otras empresas como miembros de la comisión de exámenes del curso comercial y a firmar los certificados y diplomas entregados; así los egresados recibían pronto ofertas para acceder a importantes empleos. En 1922, dirigió la Escuela Arturo Edwards, y de 1932 a 1934 también el Colegio Agustín Edwards. En su permanencia de 21 años en el Colegio Agustín Edwards, solo interrumpida por el Segundo Noviciado de nueve meses entre 1929 y 1930 en Lembecq, Bélgica, promovió la adoración nocturna entre los exalumnos, animó la Congregación Mariana de alumnos y de exalumnos, inició la Conferencia de San Vicente de Paul, grupos en los que suscitó vocaciones laicales, sacerdotales y religiosas. Además de enseñar religión, otras asignaturas según la necesidad, de dirigir un coro polifónico y de crear la Orquesta La Salle, fundó para los alumnos mayores un centro de estudios sociales, filosóficos y religiosos, donde se reflexionaba sobre las encíclicas sociales pontificias. Alumno suyo fue el primer Signum Fidei consagrado en Chile, José Miguel Silva Sánchez, que enseñó gratis gimnasia tanto en su colegio como a los huérfanos de la Casa de la Providencia. Ese enorme trabajo no impedía sus ejercicios de comunidad ni sus frecuentes visitas a la capilla, algunas antes de irse a dormir después de su labor nocturna hasta casi medianoche. Veneración de discípulo le manifestó siempre el cofundador de USEC (Unión Social de Empresarios y Ejecutivos Cristianos), Santiago Brurón Subiabre, quien, al enviudar, fue sacerdote y ejerció como acompañante espiritual en el Seminario de Santiago, por lo cual la prensa con razón lo llamó “el cura abuelo”. El Vicario General de Valparaíso y fundador de quince hogares de menores Refugio de Cristo, Pbro. René Pienovi, atestiguó: “El secreto del Hno. Teodoro fue que, a pesar de su seriedad y exigencia, cada uno de sus alumnos podíamos decir: el Hno. Teodoro me quiere”. En 1935, pasó al Instituto Zambrano y en 1938, a la Escuela Agrícola Las Condes. De 1941 a 1943, dirigió la Escuela Agrícola San Vicente. En 1944, fue enviado a la Escuela San Luis Gonzaga, que dirigió de 1947 a 1950, donde sufrió por abusivas tácticas de los sostenedores representantes de la Sociedad de Escuelas Cristianas de Santo Tomás de Aquino, que pocos años después llevaron a los Hermanos a prescindir de su servicio y retirarse de sus escuelas. En 1951, pasó a la Escuela Domingo Matte Mesías, de Puente Alto, con 1.800 alumnos, donde tuvo la tuición de algunos niveles primarios y de los talleres de enseñanza técnica. En 1957, dirigió en Valparaíso la Escuela Arturo Edwards. Por último, dirigió en Santiago la Escuela San Lázaro. Cuando este autor estudiaba en la cercana Escuela de Pedagogía de la Universidad Católica y tenía clase mañana y tarde, almorzaba en la Escuela San Lázaro. Después de almuerzo, teníamos el clásico recreo caminando en dos filas cara a cara hacia adelante y hacia atrás en el patio vacío, juntos los Hermanos visitantes y la pequeña comunidad de la escuela, y siempre iniciaba la conversación comentando la vida del santo ya leída en la mesa, por turnos. Un día que su comunidad había recibido al confesor, murió instantáneamente atropellado por un trolebús cuya bocina no escuchó por su sordera. El Hno. Teodoro recibió en 1950 las Palmas Académicas de Francia y de Chile; en 1956, la Medalla al Mérito Bernardo O’Higgins por servicios distinguidos en la educación durante 52 años. En 1962, los exalumnos colocaron en el colegio de Valparaíso una placa recordatoria de bronce con su efigie en bajorrelieve.
El Hno. Anselmo (Hno. Jacinthe Anselme, Paul-Julien Mourareau; Pareille en Ariège, diócesis de Pamiers, distrito lasaliano de Toulouse, Francia 1894-9.8.1975) no ingresó a la congregación en Francia, donde estaban prohibidos en 1909 los noviciados, sino en España, en el Noviciado Menor de Lés, en Val de Arán, Cataluña. Pasó, en 1910, al Noviciado de Irún en Guipúzcoa, País Vasco, y en 1911 al Escolasticado de Lembecq-lez-Hal, Bélgica, donde estudió tres años. Su miopía creciente no frenaba su afán por la lectura. Para disimularla mientras leía en el comedor, memorizaba largos textos, incluyendo los puntos en que debía dar vuelta la hoja. En 1913, volvió a Toulouse, de donde fue enviado a Seo de Urgel, donde trabajó dieciocho años. Hizo profesión perpetua en 1921 en Mollerusa, Cataluña. Hasta 1927, en Manresa, fue profesor, subdirector y director. Entonces pidió no recibir cargos, porque exigían cierta diplomacia ajena a su carácter. En 1935, fue el último Hermano francés llegado a Chile, donde enseñó cuarenta años en el Escolasticado. Antes de viajar, estuvo dispuesto a destruir sus 35 kilos de apuntes, pero felizmente el Hno. Director se lo prohibió. Se hizo fuerte en idiomas, teología, filosofía, historia, y enseñaba literatura, matemática, astronomía, física, química y biología. En sus apuntes de clase ahorraba tiempo, espacio y desgaste visual empleando para cada palabra el idioma en que resultara más corta: francés, español, catalán, inglés, alemán, latín o griego. Fue un formidable autodidacta, y consultaba a cuanto experto hallaba a su alcance. Este autor lo vio en el comedor de visitas acompañando predicadores de retiro espiritual que se habían mostrado en alguna plática conocedores de la Biblia, filosofía o algún área teológica, enfrentados a cuestiones especializadas por este humilde religioso de poca apariencia. A veces actuó de organista en la capilla. Podía enseñar canto gregoriano y, por diversión, en sus paseos por los corredores entonaba melodías solfeando cada sílaba. Siempre alegre y sencillo, de profunda piedad y gran caridad, daba gusto conversar con él en los recreos comunitarios. Escuchaba a cada uno con atención. Respondía feliz las preguntas sobre cualquier tema, y planteaba otras para animar al interlocutor a buscar por sí mismo la solución. Se percibía que el saber le servía para situarse siempre en contacto con Dios. Hacía largas visitas al Santísimo, en actitud intensamente comunicativa y humilde. En sus conversaciones, citaba naturalmente pensamientos de La Salle, Santa Teresa, San Agustín, San Juan de la Cruz, Santo Tomás de Aquino, San Bernardo y otros místicos. Cuando su corazón colapsó, dejó inolvidablemente admirados a quienes conocimos la extraordinaria elevación de su alma. El Hno. Cirilo (Hno. Jucondien Cyrille, Sébastien Bousquet Soulié; Mas de Bories en comuna de Montsalés, departamento de Aveyron, Francia 1884-4.11.1965 Santiago, Chile) fue un creativo promotor de cultura artística y científica, de agradable trato, a quien era difícil imaginar como hijo de un jornalero que, cuando él tenía tres años, emigró a Argentina por necesidad y, a causa de expectativas que nunca se cumplieron, trabajó cuatro años en molinos en Esperanza, cerca de Santa Fe, y solo gracias al cónsul de Francia en ese país pudo repatriarse con su familia. Ya bilingüe, estudió en la escuelita lasaliana de Bègles, cerca de Burdeos, donde conoció al entonces Beato Juan Bautista de La Salle a través de sus maestros. Entusiasmado con su obra, entró al Noviciado Menor. Su director de Escolasticado en Talence, en 1902, fue el Hno. Xavier François, a quien encontró como visitador provincial de Chile cuando se expatrió ante las leyes antirreligiosas francesas de 1904. Con su diploma elemental de maestro, trabajó en el internado de Saint Genès de Burdeos, donde aprobó en la congregación la primera serie de estudios religiosos. Viajó a Chile con otros dieciséis Hermanos a cargo de su antiguo maestro de novicios, el Hno. Lucil-Marie. Enfermo en Buenos Aires tras dieciocho días de mareos, y afligido por tristes impresiones de infancia, en vez de navegar a través del estrecho de Magallanes emprendió viaje a lomo de mula, con el Hno. Lucil-Marie, remontando el río de la Plata hasta llegar al ferrocarril transandino, para llegar en diciembre de 1904 a la comunidad de formación de Providencia en Santiago. Aquejado de crisis nerviosas que lo derribaban dejándolo inconsciente, recibió un negativo pronóstico médico que le auguraba pocos meses de vida. Los superiores lo confiaron en 1911 al capuchino P. Tadeo de Wiesent, en su sanatorio hidroterápico de Río Bueno, cerca de Osorno. Al ayudarle varios meses en su servicio, llegó a ser experto enfermero, muy confiado en Dios, a veces calificado de milagroso por los médicos. Tenía para sus pacientes una paciencia y entrega exquisitas, cuya abnegación llegaba a veces al heroísmo, amaneciéndose frecuentemente, o levantándose de noche, estando él mismo muy fatigado por sus propios achaques, para acompañar e invitar al paciente a encomendarse a Dios. Decía: “Tendré toda la eternidad para descansar…”. Enseñó hasta 1912 en la Casa de Formación. De 1913 a 1925, dejó profunda huella como formador de profesores en la Escuela Normal, en calle Bellavista. El rector, Hno. Perrin-ftomas, le permitió introducir modificaciones, por ejemplo: realizar reuniones dominicales por la mañana, clases de dibujo en los cuatro primeros cursos, que la reflexión matinal fuese hecha por los normalistas del curso superior; asambleas literario-musicales desde las 16 horas durante una hora y media. Los Hermanos que ejecutaban algún instrumento musical debían ensayar durante la semana anterior para evitar improvisaciones de poca calidad. Su autoridad era serena, sin brusquedad ni palabras hirientes, algo sonriente. De 1926 a 1931, como hombre espiritual, fue director del Noviciado. Desde 1932 pasó a trabajar en la enfermería distrital. Pero, por carta, el Vicario General Francisco Fresno Ingunza, director del Secretariado Catequístico de la Acción Católica, agradeció el aporte de los Hermanos para el éxito de la Semana Catequística de 1933, en que hicieron clases modelo el Hno. Cirilo a niños de 1° y 2° año de primaria; el Hno. Julio Gabriel (Hno. Samuel Salas Cornejo) a niños de 3° y 4°, y el Hno. Alberto (Hno. Jacinthe-Albert) a niños de 5° y 6° año. En 1934, el Hno. Cirilo fue subdirector del Instituto San José de Temuco, y lo dirigió de 1937 a 1940 con extraordinaria creatividad. Las visitas que recibía en el locutorio eran cortas, correctas y discretas. Al hablar al alumnado, si percibía murmullo, esperaba que volviera el silencio para proseguir. Si los alumnos reían con estrépito, él solo sonreía y, conseguido el silencio, proseguía. Introdujo en el colegio el Libro de Oro para estampar las actitudes positivas de los alumnos. Las anotaciones negativas disminuyeron en los libros de clase. Y, por otro lado, los alumnos esperaban con agrado su pasada por las clases, sabiendo que del H. Director habría palabras de felicitación, más que llamadas de atención. Desde 1935, animó el Ateneo San José con las academias científica, literaria y artística, y apareció la revista Labor, de 48 páginas ilustradas a cargo de los estudiantes con artículos libres en español, francés o alemán sobre temas literarios, históricos, deportivos, de humor, entre otros; desde 1936, pudieron colaborar alumnos de otros colegios lasalianos del país. El 9 de julio de 1937 hizo elogio a los héroes de la batalla de la Concepción el alumno de IV año Alejandro Hales, desde los 30 años Ministro de Agricultura, de Tierras y Colonización y de Minería, con distintos presidentes de Chile. En la despedida de VI año, en 1938, en la bendición con el Santísimo un alumno, a nombre de sus compañeros, hizo el acto de consagración a María Inmaculada. Desde 1937, la revista Labor fue mensual, y se sostenía mediante una suscripción anual de $ 5. Con su siempre débil salud, trabajó desde 1941 en la enfermería de la comunidad llamada Sagrada Familia de los Hermanos en Chile con ejemplar abnegación, sin dejar de prestar servicio con conferencias o retiros a los distintos grupos en formación. Varios años dio catequesis a los novicios menores, actividad gratísima para él, muy valorada y solicitada por los Hermanos directores y por los alumnos. En sus conferencias a los Hermanos escolásticos, brillaba por su dominio de los más diversos temas y por los interesantes ejemplos con los que los ilustraba. Según decía con humor en su vejez, había enterrado a todos los médicos que lo desahuciaron. Quienes lo hemos conocido somos unánimes en considerarlo un santo y un sabio, prontos a atestiguarlo si la autoridad lo solicita.El Hno. Luis Courtois (Hno. Corneille Louis, Louis Courtois Nicol; Lestriviam en la comuna de Plougoumelen, cantón de Auray, provincia de Bretaña, Francia 1893-11.3.1993 Kéroser, Francia), huérfano de padre a los cinco años, trabajó la tierra y a los dieciocho ingresó al Noviciado de Vimiera, en Guernesey; pasó al Escolasticado en 1913 y partió a Chile en noviembre de ese año. De 1914 a 1916 trabajó en Santiago en el Colegio de La Salle, y en el Instituto Zambrano de 1917 a 1920. Hizo votos perpetuos en 1921 y fue enviado a Talca, donde enseñó biología, química, filosofía y religión; y donde fue subdirector desde 1937. Fue director del Colegio Agustín Edwards de 1944 a 1949, y del Liceo Blanco Encalada de Talca, de 1950 a 1956. Este autor lo vio en el Edwards ir a la sala donde faltaba un profesor preguntar qué estaban tratando en ese horario y comenzar a interrogar, para proseguir con explicaciones sin perder tiempo. Se manejaba bien en ramos humanistas y científicos. Permanecía frente al colegio a la entrada y a la salida, saludando solo con un golpe de manos que nos demandaba a los alumnos hacer una venia antes de dirigirnos a las aulas o al despedirnos, para no perder tiempo con saludos individuales. Los sábados por la mañana recorría los cursos repartiendo las libretas de notas y dando un caramelo a los seis de mejores promedios, con el privilegio de poder llevarlo a la boca en ese momento. A fin de bimestre, mantenía la costumbre de proclamar en público los primeros puestos en cada ciclo, con actuaciones artísticas y cómicas, algún canto o declamación en francés y una breve exhortación suya académica y cristiana. Al dejar de ser director, a los sesenta y tres años, fue encargado de cobros y cuentas, pero impresionaba verlo hacer aseo en los servicios higiénicos cuando no había alumnos en los patios. Recibió en 1956 la condecoración Orden al Mérito Bernardo O’Higgins en el grado de Caballero por 42 años de servicios distinguidos en educación. Volvió a Francia en 1973. Mantuvo activo apostolado epistolar especialmente con sus exalumnos, y ejemplar fidelidad a la comunidad religiosa. En sus veinte años en Kérozer prestaba los servicios a su alcance, se mantenía al tanto de la actualidad, hacía comentarios a veces socarrones y era apreciado por su presencia siempre amable y espiritual. Falleció de cien años cumplidos.
El Hno. Ladislao Juan (Domingo Tornel Quijada; Caimanes en comuna de Choapa, Aconcagua, Chile 1911-1970 Santiago) ingresó al Noviciado Menor de Ñuñoa en 1925, tomó el hábito en 1928, profesó en 1929 y pasó al Escolasticado. En 1930, fue formador en el Noviciado, mientras de 1932 a 1935 enseñó Artes Plásticas en el Noviciado Menor; en 1936 y 1937, fue subdirector del Noviciado. En 1938, fue ecónomo en el Instituto San José de Temuco y volvió en 1939 al Noviciado. Acompañó de 1940 a 1942 a los primeros chilenos que hicieron noviciado en Argentina, donde construyó una gruta de Lourdes y colaboró en diseñar la capilla. Era agradable en comunidad, capaz de defender la verdad sin herir a las personas, de pedir perdón y reconciliar contrincantes, a veces acudiendo al humor. En Talca, fue profesor de 1943 a 1951, colaboró en la construcción de la capilla y dirigió la de la casa de jornadas en Constitución. Para corregir faltas de los alumnos, les hacía pensar en sus consecuencias. En 1952, fue al Segundo Noviciado en Caracas. Desde 1953, adaptó el predio de La Florida para los aspirantes, escolásticos y Hermanos ancianos, y fue director general de la casa de 1954 a 1957. En el Colegio de La Salle fundado en 1954 en Ñuñoa, en el sector que desde 1963 es parte de la comuna de La Reina, fue director de 1958 a 1960; después, subdirector, ecónomo y profesor. Organizó los sábados a un grupo de señoras que experimentaban necesidades sociales, a quienes daba formación cristiana y preparaba con ellas a sus hijos para la comunión, terminando el año en una Navidad familiar con actuaciones artísticas de sus padres y regalos aportados por familias del colegio. Al construirse desde 1960 la gran capilla, diseñó los paneles del artesonado con símbolos bíblicos y litúrgicos. Desde 1969, ejerció su paciencia con un creciente cáncer doloroso, hasta su muerte, con fama de santo.
El Hno. Santiago Fermín (Fermín Antonio Gaínza Elgueda; Concepción,
Chile 1920- 2011 Córdoba, Argentina) entró al Noviciado Menor en
1935, tomó el hábito en 1937, profesó en 1938, salió del
Escolasticado en 1939, y de 1948 a 1950 volvió como profesor.
Hizo entre 1950 y 1951 el Segundo Noviciado en Bordighera.
Después, en el Instituto Zambrano enseñó dibujo. Desde
1944, pintócrucifijos tomando modelos de los benedictinos
de Beuron, en Alemania. Enviaba dibujos a la revista lasaliana
argentina La Colmena. Cuando llegó a Santiago fray Pedro
Subercaseaux, O.S.B., iba a observarlo pintar en parroquias.
Pasó a Argentina en 1947 como profesor del Noviciado y
subdirector en 1950, y desde 1951 fue subdirector en su
Noviciado Menor. Desde 1963, fue subdirector del Noviciado y
director desde 1968 a 1980; siguió como profesor de Teología de
la Vida Religiosa, volvió como director en 1987, y como profesor
de 1990 a 2003. En 1978, participó en el Seminario de
Espiritualidad Lasallana animado por el Hno. Michel Sauvage, en
Quito. En 1980, ponderó el método de oración mental lasaliano en
el Simposio Internacional de la Oración, en Roma. Fue visitador
auxiliar de 1983 a 1986. En 1984, se publicaron poemas suyos, un
conjunto que llamó Casi puro rezo. Después, construyó
para las cenizas de los Hermanos difuntos un columbario junto al
Noviciado. Animó retiros y pintó en Chile, Bolivia y Perú. Pasó
a Villa del Rosario como jubilado, en 2007. El Hno. Santiago
Rodríguez Manchini documenta un proceso hacia su canonización.
Evidentemente, la finalidad de conducir a la santidad se logra por distintos caminos según la personalidad y circunstancias de los educadores.
Concilio Ecuménico Vaticano II. (1970). Constituciones, decretos, declaraciones, legislación postconciliar. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
García Ahumada fsc, Enrique (2013) Historia de los Hermanos de La Salle en Chile. Santiago de Chile: Dimacofi.
De La Salle, San Juan Bautista (2001). Reglas comunes de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, en: Obras completas de San Juan Bautista de La Salle. Madrid: Ediciones San Pío X.