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Cuadernos de Psicología Integral de la Persona, n. 1 (2023). ISSN 2810-7020
doi: 10.38123/PSIP.1/E

La Psicología de la Gestalt, contexto histórico y fundamentos filosóficos.

Proyecto CIF 2021-003

Bernardita M. Cubillos Muñoz
Valentina Velarde Lizama

Entrevista:

Una conversación acerca de la investigación

Bernardita: Dado que la siguiente entrevista tiene como objeto indagar en estos meses de investigación sobre los orígenes filosóficos de una corriente de psicología, particularmente de la Gestalt, quisiera iniciar nuestra conversación preguntándote sobre la relevancia de proponer y construir una base histórica para comprender una teoría científica y sus supuestos teóricos. ¿Qué aporta la perspectiva histórica y cómo debe abordarse una teoría psicológica como objeto histórico desde tu punto de vista?

Valentina: Aunque hay muchas definiciones que intentan responder a la pregunta qué es la historia, se suele convenir en que la historia es "el devenir del hombre en el tiempo". Si bien esta definición parece simple y, de hecho lo es, permite inferir que la historia, en cuanto disciplina, se construye a partir de tres elementos: tiempo, espacio y hombre. Dicho de otro modo, la historia no se remite únicamente al estudio del pasado, sino que intenta comprender al "hombre" en cuanto ser histórico. Para ello es preciso estudiarlo en un tiempo y espacio determinados, pues su objeto es la reconstrucción de sucesos protagonizados por personas que vivieron en una época y en un lugar geográfico específicos. En consecuencia, lo propio de la historia es la comprensión de lo humano, pero inmerso en su contexto. Por otro lado, el "devenir" o transcurso de la historia se entiende a través de dos conceptos que, aunque aparentemente contradictorios, caminan de la mano: continuidad y cambio. En efecto, si bien el ritmo de la historia ocasionalmente es acelerado por guerras, revoluciones, descubrimientos y avances tecnológicos, lo cierto es que, en el cotidiano, parece haber cierta estabilidad. Jacques Le Goff, historiador francés de la Escuela de los Anales llamó a esta estabilidad o continuidad, "estructuras de larga duración" o "estructura de las mentalidades".

En base a lo anterior, el aporte de la historia a la investigación científica es la contextualización. Desde una perspectiva historiográfica, los supuestos teóricos sobre los cuales suelen fundamentarse los constructos teóricos de la ciencia no son producto del azar, sino del vaivén de la historia. Más aún, que la ciencia llegue a postular una u otra teoría es, de acuerdo a esta mirada, producto de seres humanos que vivieron en un tiempo y espacio determinados, de acontecimientos que aceleraron vertiginosamente el ritmo de la historia, pero sobre todo, de las estructuras de larga duración. Por consiguiente, comprender los supuestos teóricos a partir de su contexto histórico implica indagar en los factores de continuidad y cambio que subyacen a su tiempo histórico. Esta comprensión remite inevitablemente a las causas, que a su vez dan luces acerca de por qué fue necesario abrir los distintos campos de investigación.

En síntesis, construir una base histórica parece relevante para abordar una teoría científica porque la comprensión a partir del contexto permite una aproximación amplia que, además de remitir a las causas, presenta una visión panorámica del escenario en que se fue desarrollando la investigación. Ahora bien, al ser la historia una reconstrucción del pasado, su objeto de estudio puede resultar amplio y difícil de abordar, pues son variados los ámbitos en que el ser humano se ha desenvuelto: economía, política, filosofía, ciencias, psicología, entre otros. Por eso es sabio el consejo del científico que explicó que "el método lo impone el objeto". Entonces, si bien el aporte de la perspectiva histórica a la psicología es el contexto y el recordarle siempre que trabaja a partir de lo humano, la historia no puede olvidar que la psicología tiene su propio método, en que confluyen dos ciencias, a saber, filosofía y biología.


Bernardita: En segundo lugar, quisiera saber, en relación con lo anterior, ¿qué particularidades debe considerar e incorporar el trabajo de la historiadora ante el desafío de hacer una conexión entre psicología y filosofía?

Valentina: Esta peculiaridad de la psicología permite enfocar tu segunda pregunta. En efecto, desde sus raíces, la psicología se desenvuelve en dos planos, biología y filosofía, que dan cuenta de la dimensión corporal, espiritual y mental del ser humano. Esta triple dimensión implica un desafío importante para el trabajo de la historiadora pues, al construir el contexto, debe hacer dialogar ciencias con "fuertes personalidades" y cuya riqueza radica en su forma particular de comprender lo humano. En concreto, la investigación historiográfica enfocada en los fundamentos filosóficos de la psicología debe intentar conectar al protagonista de la psicología en tanto ser humano con sus comportamientos y emociones, con las explicaciones que la filosofía da de los conceptos centrales del quehacer humano, sin desligarlos de su contexto.


Valentina: En relación con este afán de la filosofía por explicar conceptos propios de lo humano, pero desde una mirada teórica, te pregunto, ¿Cómo elige la filosofía los conceptos a trabajar? ¿Qué metodología guía el trabajo de la filósofa si no construye a partir del pasado? ¿Qué rol juega la persona humana si el objeto de estudio parecen ser más bien conceptos trascendentales desligados del tiempo y del espacio? ¿Cómo se conectan esos conceptos teóricos con el abordaje psicológico?

Bernardita: Creo que el trabajo filosófico está en una tensión que debe mantener siempre a la vista. Por una parte, la construcción de teorías filosóficas requiere situarse en una perspectiva trascendental que, tal vez, sea extensible a todas las ciencias. En el caso de la filosofía, esta perspectiva responde a la búsqueda de causas primeras del conocimiento, es decir, a la búsqueda de reflexionar y plantear los límites y condiciones básicas del conocer con una pretensión de universalidad que rebasa la contingencia empírica. Pero, por otra parte, y tal como propone Gadamer, somos seres que realizamos el trabajo interpretativo inmersos en nuestra historia, en nuestra tradición que contiene prejuicios y problemas que son inseparables de nuestro tiempo y están implícitos ya en nuestras formas lingüísticas. Esa historicidad del quehacer filosófico no puede ser desconocida y es incorporada al método a través de la fijación del debido límite que debe acompañar a nuestros esfuerzos por teorizar y por el gesto de honestidad intelectual expresado en el acto de clarificar nuestros supuestos y reconocer la influencia de nuestros predecesores. Se trata de una práctica que encontramos en el origen del pensar científico, por oposición a la actitud de impostada autosuficiencia que cree poder clausurar el ser en un enunciado autoexplicativo, definitivo y “evidente” para todos (al modo de una falsa divinidad). En la práctica y al construir una investigación como la que se plantea a continuación —en un tiempo acotado por lo demás— es principal ser consciente de qué nos permitirá abarcar nuestra teorización de forma consistente y estructurada, y de qué problemas y conceptos están activos en nuestra reflexión. El hábito de saber y decir desde dónde procedemos y por qué, permite comunicar nuestro pensar de manera sistemática y estratégica. Respecto a esto último, me parece fundamental ser capaz de entrar en un proceso de diálogo interior y con otras fuentes que nos revelen cómo esas nociones y sistemas activos de nuestra tradición entran en relación con posibles objeciones que vienen desde otras potenciales miradas. Quiero decir, por tanto, que los conceptos trascendentales no están, en realidad, desligados del tiempo y del espacio. Es más, plantearlos así, conduce a una actitud nociva para la investigación que corre el riesgo de encapsularse y presentarse como ilusoriamente aislada de este diálogo que está implícito en la historia de la filosofía. Me parece, que la conexión con la psicología que estamos intentando proponer aquí es parte de ese mismo diálogo que da consistencia al quehacer filosófico.


Bernardita: Dicho esto, quisiera preguntarte particularmente, por tu visión de la Gestalt como corriente y por la forma en que ella está inserta y se debe a su tiempo. ¿Qué pudiste descubrir en estos meses de investigación?

Valentina: El capítulo que se presenta en este Cuaderno es parte de una investigación formativa más amplia, cuyo objetivo fue transcribir y sistematizar las clases que el profesor Klaus Droste, fundador y ex-decano de la Escuela de Psicología de la Universidad Finis Terrae, dictó durante los años 2015 y 2016 en la asignatura Historia de la Psicología. En ese sentido, la investigación no pretendía ser el contexto histórico que explicara el origen de la Psicología Gestáltica, sino, como lo explicita el título del capítulo, el foco estaba puesto en comprender el desarrollo científico de la psicología o, dicho de otro modo, el camino que recorre la psicología para convertirse en ciencia durante el siglo XIX. Ahora bien, al estudiar este camino, me encontré con la Gestalt, prácticamente como epílogo del vuelco cientificista que había dado la psicología para convertirse en ciencia. De hecho, el profesor Droste enseña la Psicología Gestáltica casi como la conclusión lógica de este camino y, aunque cronológicamente la Gestalt es paralela a los primeros años del psicoanálisis de Freud en Europa y al surgimiento del conductismo de Watson en EEUU, el profesor la explica antes de adentrarse en las corrientes de psicología contemporánea. Si bien esto podría parecer una falta de rigor histórico, al estudiar estos temas creo entender que la decisión del profesor no radica solamente en la necesidad de ordenar los contenidos para transmitirlos. Me parece que la opción responde, sobre todo, al lugar que la Gestalt ocupó en su contexto.

El historiador británico Eric Hobsbawm, explicando la importancia de las estructuras y los procesos para entender el curso de la historia, propone que el siglo XIX es un "siglo largo" que comienza en 1789 con la Revolución Francesa y termina en 1914 con el inicio de la Gran Guerra. Esta época que Hobsbawm analiza desde un punto de vista político y económico en su trilogía de las eras (La era de la revolución, la era del capital y la era del imperio), coincide en sus inicios con el período en que Kant y Herbart debaten si la psicología puede ser científica, continúa con los intentos que llevaron a la instauración de la psicología experimental y concluye con la propuesta de la Gestalt. En ese sentido, descubrí que, aunque la Gestalt nace a principios del siglo XX, la indagación en torno a su contexto histórico exige remitirse a las últimas décadas del siglo XVIII y al XIX en toda su magnitud. Más aún, la comprensión del contexto que preludia la Gestalt implica un abordaje desde los distintos ámbitos del quehacer intelectual de la Europa decimonónica: el científico, el social e incluso el artístico y literario. En efecto, desde la mirada de un artista, la comprensión de la Gestalt exige adentrarse en el "círculo vienés" y en los movimientos artísticos de principios del siglo XX y su comprensión de la percepción humana. Sin embargo, como toda investigación requiere una delimitación impuesta por su objeto, ésta se centró en construir un relato coherente que permitiera a un estudiante de psicología comprender cómo y por qué la psicología se convirtió en ciencia independiente.

En consecuencia, el contexto estudiado nos llevó por un siglo XIX marcado por el positivismo que, bajo la premisa que solo es verdadero aquello que se puede comprobar, exigió a la psicología desligarse de sus raíces filosóficas y buscar su independencia de la mano de la biología y la medicina. Así fue como me enteré de las observaciones biotipológicas de psiquiatras que, en el siglo XIX, rescataron la propuesta que Hipócrates y Galeno habían hecho en la Antigüedad; de los psicofísicos como Weber y Fechner que midieron los umbrales de la reacción y la conducción nerviosa, sentando las bases de la neurología; de la fundación del primer laboratorio de psicología y de la intuición de Wilhelm Wundt de contar con una ciencia que se ocupara del cuerpo y del alma para comprender a la persona de una forma más completa y global. Ahora bien, la gran sorpresa apareció con Franz Brentano que, con su Psicología Fenomenológica, no sólo entrega a la Gestalt uno de sus conceptos centrales, la totalidad configurada, sino además analiza los actos de conciencia desde lo que cabe describir como un "pensar acerca del pensar". Con esta propuesta la psicología vuelve a acercarse a sus raíces filosóficas. Esto parece especialmente interesante porque uno de los fenómenos mentales analizados por Brentano es la percepción, central para la Psicología Gestáltica. Entonces, pienso que la Gestalt no sólo aparece como la conclusión lógica del camino recorrido por la psicología para convertirse en ciencia, sino además, como síntesis de las vertientes que confluyen en la psicología: ciencia, filosofía y, por qué no decirlo, también del arte.


Bernardita: Quisiera saber cómo seleccionaste, recogiste y ordenaste esta información para construir un discurso histórico sobre la Gestalt.

Valentina: Como te conté en la respuesta anterior, el capítulo está basado en las clases del profesor Droste. Por lo mismo, no me atrevería a llamarlo investigación propiamente tal o, siendo más precisa, podría caber en lo que suele denominarse investigación formativa. En concreto, se trabajó en varias etapas. En primer lugar, se revisaron los audios de las clases del profesor Droste y una transcripción preliminar realizada hacía algunos años en la Escuela. Tras contrastar los audios con la transcripción, se ordenó el material intentando buscar un hilo conductor que diera coherencia al capítulo. En tercer lugar, fue necesario seleccionar la información, lo que implicó decidir cuáles ejemplos conservar, qué contenidos aportaban al capítulo y cuáles eran redundantes o nos alejaban del foco. Luego fue necesario completar los apuntes pues, como en toda reconstrucción histórica, había vacíos. Para ello, se utilizaron manuales de historia de la psicología como el de Berwart o Boring que, además de dar luces sobre las "lagunas", aportaron precisión a los detalles y permitieron cierta certeza acerca de la coherencia del hilo conductor escogido. En esta parte del trabajo fue fundamental el aporte de Manuela Pinzón, ayudante de investigación, que se dio a la tarea de encontrar citas que dieron coherencia y frescura al relato. Después fue el momento de delimitar el escrito pues, como se ha dicho en la respuesta anterior, un análisis del siglo XIX puede realizarse desde distintos ámbitos: político, económico, social, intelectual, artístico, entre otros. Si bien el nacimiento de la Gestalt remite necesariamente a los círculos intelectuales vieneses de los albores del siglo XX, el afán pedagógico del capítulo no lo llevó por esos derroteros que, aunque interesantes para la historiadora, se alejan del objetivo del estudiante de psicología que quiere conocer cómo y por qué la psicología se separó de la filosofía y se convirtió en una ciencia independiente. Finalmente, la búsqueda bibliográfica se centró en artículos un poco más específicos de algunos de los temas abordados, de modo de entregar al lector interesado recomendaciones que le permitan profundizar en determinados aspectos acerca del contexto histórico del siglo XIX, o bien relativos a los intentos de la psicología por convertirse en ciencia hasta llegar a la Gestalt.


Valentina: A diferencia del capítulo de contexto que, como hemos visto, es general y no implica una investigación propiamente académica, el tuyo es producto de una investigación académica rigurosa y se centra en aspectos específicos de la Psicología Gestáltica. ¿Me puedes contar acerca de la motivación que te llevó a realizar esta investigación? ¿Por qué llegaste a investigar acerca de la Gestalt y cómo se trabaja la investigación de un modo más riguroso que permite ahondar en temas específicos?

Bernardita: Mi interés por la Gestalt se suscitó hace algunos años, en el contexto de una investigación sobre el papel de los sistemas simbólicos en el ámbito de la estética y la teoría del arte. Específicamente, resultó muy beneficioso para mí el aproximarme a la pregunta sobre la experiencia estética a través de la obra de Arnheim, un autor que aborda el tema desde su formación en la psicología gestáltica. Más ampliamente, descubrí que existía un diálogo en un círculo de autores —de origen vienés y alemán— sobre el problema de la unidad de la obra artística y sobre las condiciones posibilitantes de la percepción que se enraizan en una filosofía de linaje idealista. En este diálogo se incorporan diversas perspectivas: filosóficas, lingüísticas, geométricas, históricas. Me pareció relevante considerar cómo aportaba la psicología a este diálogo y, era claro que, dentro de las investigaciones de su tiempo, el mayor aporte y manifestación de una doctrina estética se hallaba en el grupo de autores de la Gestalt.

Respecto al modo de abordar la investigación, y en consonancia con lo dicho anteriormente, fue muy relevante el explicitar desde un inicio mi punto de partida. Ello implica expresar el origen de la pregunta y de la perspectiva que se está constituyendo. Ese origen era una indagación en las teorías de la experiencia artística y, en mi caso, peculiarmente la cinematográfica. Por otra parte, si es que se trataba de preguntarse por los fundamentos filosóficos de la Gestalt, parecía central conducirlos a sus bases idealistas y, en este sentido, a ese vínculo que tú has mencionado con una visión de mundo que será superada en la contemporaneidad y que aún confía en la posibilidad de constituir una explicación unificante de la realidad desde la ciencia. Sin embargo, me parece que ya hay signos de ruptura en estas últimas corrientes filosóficas de raigambre idealista. Ello se aprecia en la filosofía fenomenológica tan íntimamente relacionada con la doctrina psicológica que trabajamos en este Cuaderno. La duda sobre las posibilidades de interpretación totalizante de la ciencia está revoloteando en el ambiente, y la filosofía de Husserl o de Merleau-Ponty dan cuenta de la insuficiencia del cientificismo positivista y del historicismo. Los fenomenólogos intentan, por consiguiente, refugiarse en la percepción y la conciencia como territorio de unidad preconceptual desde el que va a nacer el sistema relacional que hace posible el conocimiento y en último término, la experiencia y la existencia significativa. Se salva aún la posibilidad de una unidad de la experiencia que se perderá, en el caso de las artes, con el proyecto de la vanguardia desde fines del siglo XIX e inicios del siglo XX. Es esta constatación de la existencia de un bastión de una unidad primaria constitutiva de la sensibilidad la que suscita y cruza el trabajo de investigación que realicé. Se trata de un supuesto de totalidad esencial que trasciende la historicidad de los modelos —artísticos, científicos o culturales— y que antecede a la recepción empírica de las partes. La fragmentariedad perceptiva de los datos sensibles no es aquí lo primigenio para la presentación básica del fenómeno.

Para abordar esta idea de realidad orgánica e idealista realicé un trabajo de dos partes que se incluyen en este Cuaderno. El primero es una descripción general de los supuestos idealistas a los que me he referido anteriormente y la forma en que ellos inciden en una forma de abordar la experiencia sensible que se manifiesta tanto en la fenomenología como en la Gestalt. La segunda sección fue la que permitió reconstruir estos presupuestos mediante un material concreto y constituye una indagación sobre la teoría del cine de André Bazin. Sé que esto puede sonar lejano al tema del Cuaderno y, sin embargo, como se verá, no lo es. Bazin está construyendo —me parece— una teoría del cine realista sobre los supuestos de una visión orgánica y total de mundo que está vigente en fenomenología y en la Gestalt. Más aún, uno de los aspectos interesantes del cine es que ha sido citado por autores como Arnheim, Merleau-Ponty e incluso Wertheimer como ejemplar de la experiencia fenomenológica y totalizadora de la percepción. Me pareció que exponer la teoría baziniana desde sus supuestos filosóficos era un camino concreto para revelar la existencia de un concepto de conocimiento y de realidad que requiere remitirse a la filosofía fenomenológica y a lo que ella comparte con la psicología de la Gestalt en cuanto se basan en una noción de experiencia sensible que ya es a priori totalizante. Ese concepto es el que sustenta una experiencia sintética y organizada que aparece como problemática ante una visión del cine que por oposición reafirma la fragmentariedad del medio. La relación entre Bazin y la Gestalt se demuestra a través de la constatación de la influencia que tuvo Merleau-Ponty en la idea del cine de Bazin. Y, lo interesante del ensayo “El cine y la nueva psicología” de Merleau-Ponty es que, para este autor el cine es el arte que mejor encarna las leyes de la percepción de la Gestalt. De esta forma, al adentrarse en el realismo baziniano y peculiarmente en su visión del espacio, lo que se obtiene es un sistema de supuestos y relaciones básicas que se subyacen o sustentan una teoría de la realidad y del conocimiento. Dicho esto, elegí tratar a Bazin por otro motivo estratégico: además de describir los supuestos filosóficos por referencia a la fenomenología a través de una experiencia concreta de percepción orgánica, el autor me permitía conducir este constructo teórico a un contraste y a una confrontación crítica con otro tipo de interpretación del medio cinematográfico y —más globalmente— de una idea de percepción y experiencia caracterizada por la ruptura.


Bernardita: Eso me lleva a plantearte la siguiente pregunta: me llama positivamente la atención ese postulado del “siglo largo” que mencionas y en el que insertas el proyecto de la Gestalt ¿Cómo relacionas la experiencia histórica de la guerra y del trauma con la ruptura de las aspiraciones de la ciencia que precedieron a este momento? En este sentido, pareciera que ese mundo del que la Gestalt es una de las expresiones culminantes de un modelo de ciencia se rompe precisamente con la violencia de la Gran Guerra. ¿Cómo interpretas esta relación entre ciertos hechos y las visiones de mundo en las que se despliegan y confluyen desarrollos teóricos que resultan diversos, pero en cierto sentido, afines entre sí?

Valentina: En contraposición al "siglo largo", Eric Hobsbawm plantea que el siglo XX es un "siglo corto", que se enmarca entre el comienzo de la Gran Guerra y el fin de la Guerra Fría, es decir, entre 1914 y 1989. Desde ese punto de vista, el análisis de cualquier suceso histórico del siglo XX no puede desligarse de los conflictos bélicos que lo cruzan y definen su devenir. En consecuencia, también la comprensión del desarrollo de la psicología, en general, y de la Gestalt, en particular, remite a la Primera Guerra Mundial y, más específicamente, al período de entreguerras que deriva en el ascenso del nazismo en Alemania.

En mi respuesta anterior te conté que la Gestalt aparece como la conclusión lógica del afán cientificista de la psicología durante el siglo XIX y, a la vez, como síntesis de la vertiente filosófica y científica que la caracterizan. Sin embargo, me parece que, en tanto suceso histórico, la Gestalt se explica mucho mejor a la luz del siglo XX. De hecho, aun cuando las leyes de la percepción propuestas por la Psicología Gestáltica se aplican en marketing, arquitectura y en otros campos de la investigación y de la vida cotidiana hasta el día de hoy, lo cierto es que fue un movimiento de corta duración, cuya brevedad se entiende a partir de los acontecimientos históricos. En efecto, la Gran Guerra, la crisis económica de 1929 y el ascenso de Hitler llevan a muchos intelectuales europeos, especialmente alemanes y austriacos, a emigrar a Estados Unidos. En este movimiento migratorio, los psicólogos traen a América los conocimientos desarrollados hasta entonces, a saber, la psicofísica, los avances en psiquiatría y en neurología, la psicología fenomenológica y los descubrimientos de la Gestalt acerca de la percepción, que eran los más recientes. Si bien estos avances implican un aporte significativo que redundó incluso en el nacimiento de la psicología social a mediados de la década de los treinta, en Estados Unidos la psicología era más pragmática y derivó en el surgimiento del conductismo y sus aplicaciones pedagógicas. Por lo mismo, aunque la Gestalt prometía un desarrollo amplio, no siguió proliferando a nivel teórico. Por otra parte, hubo algunos representantes de la Gestalt que, por conocer bien los mecanismos de la percepción humana, al parecer se prestaron para colaborar con la maquinaria propagandística del régimen nazi. Esa vinculación de la Gestalt con el totalitarismo alemán explica que, tras la caída de Hitler, este movimiento haya entrado en un período de decadencia que truncó su desarrollo.

En cuanto al positivismo y racionalismo decimonónicos, también sufren un retroceso. Las guerras mundiales y los conflictos ideológicos de la Guerra Fría ponen en jaque las certezas construidas durante los siglos XVIII y XIX en torno a la fe en el progreso indefinido, lo incuestionable de la razón y el rol de la ciencia en cuanto validadora universal del conocimiento cierto. En este sentido, el análisis de Hobsbawm sobre el cambio de siglo implica un reconocimiento de una ruptura global, es decir, que va más allá del plano político y económico para extenderse a las artes, los patrones sociales y culturales. En psicología, el afán cientificista sigue presente. De hecho, Freud plantea su propuesta del inconsciente como producto de una investigación científica y documentada. Sin embargo, si lo pensamos bien, que el inconsciente tenga cabida da luces sobre una intuición psicológica que rebasa lo científico y se abre camino hacia profundidades humanas que no se comprenden solamente desde las ciencias. Esta estrecha relación entre el contexto histórico y el desarrollo de la psicología se extiende aún más a través de las corrientes humanista y sistémica, que surgen a mediados del siglo XX y que responden a una sociedad agobiada por las guerras y anhelante de paz, en que se reconstituyan las relaciones humanas sanas y se recupere el equilibrio entre la persona y el contexto.


Valentina: Pero no nos alejemos del tema, porque ni la psicología humanista ni la sistémica son parte del Cuaderno. En cambio, en tu respuesta anterior introdujiste un tema interesante y que intuyo que atraviesa las tres áreas que trabajas en tu artículo, filosofía, cine y psicología. Me refiero a los símbolos. ¿Qué me puedes contar en torno a los símbolos y cómo la simbología aporta a la comprensión del cine, la filosofía y la psicología? Y, en ese sentido, ¿cuáles crees que son los aportes de la Gestalt a la psicología y a la filosofía?

Bernardita: El símbolo es un interesante principio de cuestionamiento en el caso de las artes y, diría, que su función central en mi investigación ha sido también estratégica. Ello porque la pregunta por el símbolo pone en tensión necesaria aquello dos polos que están presentes en el conocimiento humano y que intentamos siempre reconciliar tanto teórica como prácticamente. Por una parte, el ser humano es corpóreo y, por serlo, tiene un contacto físico con un mundo que le afecta sensiblemente a través de la percepción. Por otra parte, hay que reconocer una actividad formal o espiritual que unifica y transfigura activamente el entorno y le otorga un sentido. El lenguaje, el arte y, en general, el símbolo, son testimonios de esta actividad del espíritu como bien vieron autores como Humboldt y Cassirer. El símbolo sólo es posible porque la sensibilidad no subsiste desnuda y desarticulada con la actividad espiritual de quien habita en un mundo corpóreo. El símbolo nace supuesta una totalidad que ha reunido de forma inseparable, como las dos caras de una moneda, la sensibilidad y la actividad de un ser pensante y libre. Dentro de las formas del símbolo, el arte demuestra con especial acento que la sensibilidad no es una mera pasividad. Sería un error pensar que recibimos realidades dadas, separadas y sin configuración a las que se adiciona una contribución espiritual como algo externo. La sensibilidad del ser humano es activa y aporta de forma peculiar e irreductible al conocimiento para la conformación de un mundo habitable. Me parece que el arte refleja bien esta unidad de las dimensiones humanas y las externaliza o materializa en una obra concreta. La Gestalt, por otra parte, es parte de esas doctrinas que a principios del siglo XX y en un contexto de gran riqueza intelectual abogaron por la actividad conformadora y unificadora de la sensibilidad, por oposición a una idea pasiva, subordinada y fragmentaria de ella como una mera aportadora de datos que luego debían ser asociados a través de un acto de abstracción superior de carácter intelectual y “transformadas” o aclaradas en conceptos. La Gestalt lo hace desde la psicología, pero su fin es confrontar más ampliamente un método científico que no podía explicar fenómenos que requerían iniciar la investigación desde la constatación de una totalidad primigenia, de un orden y de una figura que se revelaban en la más básica conformación del mundo material. La Gestalt aparece así como una manifestación de un movimiento de defensa más amplio que se expresa también en teorías como la de las formas simbólicas de Cassirer. Es en este sentido que el símbolo me parece una dimensión privilegiada de exploración de las fuentes del conocimiento y de un concepto orgánico de mundo que se esfuerza por hacer una reinterpretación o revaloración de la sensibilidad.


Bernardita: Finalmente, consideremos la metodología y las decisiones relativas a asuntos formales y criterios de edición. Durante estos meses fue necesario establecer una serie de acuerdos en este nivel. ¿Cuál es la importancia de la forma en la escritura académica? ¿Qué problemas frecuentes crees que puede enfrentar alguien que se inicia en la investigación respecto a la citación y cómo abordaste estos problemas que has detectado durante tu práctica como docente en la elaboración de este material formativo?

Valentina: Un aspecto importante en la investigación es el rigor metodológico, que se materializa en la forma de referenciar los textos consultados. A la vez que una obligación ética, porque da cuenta del avance de los conocimientos a partir del quehacer académico, el modo de citar y construir la bibliografía suele transformarse en un escollo difícil de salvar. En efecto, es tan variada la gama de métodos de citación que ha desarrollado el mundo de la investigación, que no es fácil optar por el más adecuado para cada ocasión y menos establecer acuerdos cuando trabajan disciplinas distintas, como es el caso de este Cuaderno, en que confluyen historia, filosofía y psicología.

En concreto, surgieron dos disyuntivas. La primera dice relación con la forma de anotación, es decir, el modo de dar cuenta de los textos que apoyan el artículo. Si bien la investigación tiene como público principal a estudiantes de psicología y estos suelen utilizar el sistema APA, la escritura del capítulo relativo al desarrollo científico de la psicología privilegia la narración, método propio de la historia que, generalmente, trabaja con alguna de las versiones de Chicago. Tras analizar pros y contras de ambos sistemas de anotación, se decantó por Chicago, porque es propio de la disciplina que inspira el capítulo y porque entrega la información de forma más completa y ordenada, aspecto central al considerar el afán formativo del Cuaderno. En segundo lugar, fue necesario tomar una decisión en torno a la bibliografía, porque aun cuando en historia se separan las fuentes en primarias y secundarias, esta división sería superflua teniendo en cuenta el bajo número de libros y artículos consultados y podría terminar por confundir al estudiante.

Con todo, el Cuaderno contiene dos artículos así es que, en un momento, fue necesario conversar y establecer acuerdos. En efecto, un tema no menor dice relación con el diseño y la diagramación a la hora de la edición, porque el Cuaderno debe aunar en un estilo dos trabajos muy distintos. La conversación versó en torno a si era más apropiado que las referencias estuvieran en el texto mismo entre paréntesis al modo de los artículos académicos o, siguiendo la forma tradicional, se consignarán a pie de página. Una vez más primó el carácter formativo del trabajo, por eso en las páginas siguientes verás un sistema de anotación basado en el estilo Chicago que invita al lector a revisar todos los datos de los textos utilizados a través de llamadas a pie de página.