logo revista

Amoxtli, 2023, n° 10, ISSN: 0719-997X, doi 10.38123/amox10.346

La dimensión activa, social y emocional de la lectura: un marco teórico-metodológico para el estudio de libros y lectores/as

The active, social and emotional dimension of reading: a theoretical-methodological framewok for the study of books and readers

Paula Cuestas ORCID logo

Universidad Nacional de La Plata
Argentina

Giuliana PatesORCID logo

Universidad Nacional de San Martín
Argentina

Resumen

El libro, en general, y la lectura, en particular, ha sido objeto de indagación de varias disciplinas, con miradas muy diversas cuando no, contrapuestas. En este artículo, recuperamos algunas perspectivas que circulan en torno al acto de leer. Nos detenemos a analizar los posicionamientos que valoran la lectura en función del carácter legítimo de las obras, así como de la cantidad de libros que se lee. Luego, y en contraposición, abordamos los planteamientos que tienden a focalizar en las habilitaciones, las tramas de sociabilidad y las emociones que se despliegan con los libros. La propuesta teórico-metodológica que guía nuestras investigaciones empíricas se inscribe en esta perspectiva que busca restituir la dimensión activa, social y emocional que se moviliza en torno a los libros.

Palabras clave: literatura, lectura, sociología de la lectura, jóvenes, mujeres

Abstract

The book in general, and reading in particular, have been the subject of research in various disciplines from very different, if not conflicting, points of view. In this article, we refer to some perspectives that circulate around the act of reading. In particular, we will focus on those positions that emphasize the value of reading in terms of the legitimacy of works as well as the number of books read. Then, on the other hand, we will address those approaches that tend to focus on the affordances, the social networks, and the emotions that unfold with books. The theoretical-methodological proposal that guides our empirical research is part of this perspective, which we develop at the end of the article.

Keywords: literature, reading, sociology of reading, youth, women

Palabras iniciales

La amplia esfera de interés académico que rodea al libro, ya sea considerado en tanto objeto de culto o como una mercancía, ha dado lugar a la proliferación de una gran cantidad de trabajos científicos que se encargan de estudiar la producción de textos, los escenarios que la hacen posible, la circulación de obras y, más recientemente, el abordaje de su recepción. En ese marco, la lectura se construyó como objeto de estudio en distintas disciplinas, desde los estudios literarios y la pedagogía hasta la historia, la sociología y la comunicación.

Al mismo tiempo, el acto de leer es percibido como una práctica socialmente valorada que, en las sociedades contemporáneas, reviste de tal prestigio por presentarse, en muchas ocasiones, como una actividad contrapuesta a otras definidas como “inútiles” que se asocian, especialmente, con el uso de nuevas tecnologías digitales como videojuegos, computadoras o smartphones.1 Aunque no siempre gozó de esta estima 2 –porque ha sido asociada con el tiempo improductivo y con la posibilidad de incitar el “desborde” y el “descontrol” en particular entre las mujeres lectoras,– 3 leer de manera extensiva, de modo que se considere “mucha lectura”, está hoy valorizado.

Leemos como parte constitutiva de nuestra existencia. Leemos porque, como señala Vanina Papalini, “las lecturas son materia de nuestro hacer cotidiano y allí cumplen una función relevante” 4 y es por eso que, parafraseando a la autora, lo hacemos por recomendación, por obligación, por curiosidad, por placer, por necesidad, por pasar el rato, por deseo de huir o de quedarnos. Leemos, también, porque se produce una “elaboración o reconquista de una posición de sujet,o”5 que les permite a los/as lectores/as reconocerse y reconocer que tienen “un derecho legítimo a tener un lugar, a ser lo que son o, más aún, a convertirse en lo que no sabían que todavía eran.”6

El objetivo de este artículo es proponer un marco teórico-metodológico para abordar las prácticas de lectura atendiendo a su dimensión activa, social y emocional. Son herramientas que contribuyeron a interpelar los objetos de estudio de nuestros trabajos doctorales. En vistas de este objetivo, en primer lugar, recuperaremos algunas perspectivas que circulan en torno a la lectura, en particular, aquellas que discurren en ámbitos académicos, aunque entendemos que no se presentan de manera escindida de las miradas que, a nivel social, suscita el acto de leer. Luego de este breve recorrido teórico-conceptual, desarrollaremos nuestra propuesta para el abordaje de la lectura, retomando los trabajos de otros/as autores/as que estudian ésta y otras prácticas culturales. Construiremos una perspectiva que busca desplazarse de visiones “celebratorias” o “denuncistas” de la lectura para centrarse en lo que habilita esta práctica, es decir, en las emociones, las sociabilidades y las habilitaciones que se despliegan a partir del acto de leer. En ese sentido, asumimos que se trata de un marco teórico-metodológico pertinente para el abordaje de aquellos objetos literarios (y culturales, en general) que escapan a las jerarquías y las clasificaciones más tradicionales de “buenas” y “malas” lecturas. Sobre el cierre de este trabajo y como parte de la presentación de esta propuesta de abordaje teórico-metodológico haremos una breve referencia a nuestros trabajos empíricos centrados en el estudio de estos objetos literarios ilegítimos e incómodos.

La cuantificación de la lectura y la legitimación cultural

Como anticipamos, el interés por la lectura y por todo aquello que rodea al libro no es reciente. Martine Poulain 7 menciona que los primeros estudios sobre sociología de la lectura surgieron en el período de entreguerras en Europa Oriental, Alemania y especialmente en Estados Unidos, a través de la producción teórica de la Escuela de Frankfurt. Sin embargo, fue en Francia donde el interés por el estudio de las prácticas de lectura comenzó a consolidar un campo de investigación específico en torno a las formas en que se lee, las clasificaciones de los/as lectores/as respecto de sus prácticas y los modos en que la producción literaria de una época podía dar cuenta de la sensibilidad social de un tiempo histórico. Primeramente, podemos reconocer aquí las obras de Roger Chartier 8 y de Robert Darnton 9 (quien a pesar de su origen norteamericano ha dedicado su carrera a estudiar el período revolucionario y prerrevolucionario en Francia). Preocupados por analizar el papel que los libros desempeñaron en el proceso revolucionario francés, hacia mediados de la década de 1980, estos autores se dedicaron a estudiar el mercado del libro impreso en la Francia de finales del siglo XVIII para comprender las vinculaciones entre textos, lectura y Revolución. Darnton relevó la circulación de los libros prohibidos antes del proceso revolucionario e identificó que, a pesar de su peligro, eran los más leídos; Chartier, por su parte, analizó cómo los significados de los textos varían frente a las incursiones de la lectura. De este modo, ambos autores se despegan de las visiones que establecen una relación causal y lineal entre Iluminismo y Revolución. Con estos trabajos, fueron precursores en la consolidación de un campo de estudios en torno a la historia de la lectura.

Los libros y la lectura, además de suscitar este interés académico en clave histórica, también fueron objetos de encuestas que el Ministerio de Cultura francés realizó para relevar las prácticas de lectura de la población. A partir de estos datos, se impulsó la producción académica sobre este tema desde una mirada sociológica. Así, una tendencia predominante en las investigaciones sobre la lectura ha sido el análisis cuantitativo. Retomando las encuestas hechas por los Estados, no sólo en Francia, sino también en América Latina, se privilegió el análisis estadístico de esta práctica.10 Esto ha derivado en la construcción de tipologías de lectores en función de la medición del tiempo que se le dedica por semana o la cuantificación de libros leídos en un año: “grandes lectores”, “poco lectores”, “no lectores”.11 También, en función de las obras y autores/as leídos. La evaluación de la calidad literaria de un libro se traslada, por efecto transitivo, a los/as lectores/as, que son clasificados como “buenos” o “malos”.

A su vez, en las encuestas, intervienen mecanismos de legitimación cultural a partir de los cuales se responde lo que resulta más legítimo. “¿Los encuestados están en condiciones de recordar fácilmente todo tipo de lecturas, por ejemplo, largas, cortas, regulares, ocasionales? ¿Son capaces de ‘confesar’ indistintamente todas sus lecturas, desde las más ‘serias’ hasta las más ‘livianas’, desde las más legítimas hasta las más ilegítimas?”, se pregunta Bernard Lahire en este sentido.12 Sin negar las posibilidades que nos ofrece este tipo de abordaje, la lectura vista desde esta perspectiva suele centrarse en el objeto libro y en obras legítimas.

Esta posición encuentra su expresión más acabada en la obra de Pierre Bourdieu 13 quien, al plantear la existencia de gustos de libertad y gustos de necesidad, gustos de sectores dominantes y gustos de sectores dominados, establece una relación más bien causal entre la determinación de estos gustos y los grupos sociales de pertenencia de manera casi independiente del propio objeto cultural de deseo o interés. De esa forma, los gustos se corresponderían con una posición en la estructura social y se dejaría de lado “la propia cosa”, como lo plantea Antoine Hennion,14 en abierta discusión con la perspectiva bourdiana.

El planteo de Bourdieu aborda el objeto artístico o estético desde una posición desacralizadora y busca restituir el juego de posiciones sociales contingentes en las que se inscriben las obras, por eso para Hennion se situaría en un polo “sociologicista”, en la medida en que pierde de vista las características distintivas del objeto artístico y se olvida, asimismo, del papel activo y performativo que el sujeto cumple en la relación que entabla con dicho objeto. Desde este marco conceptual, se concibe como producto de cultura aquello que forma parte del mundo simbólico de las clases dominantes, y funciona como modelo a seguir para el resto, dado su carácter hegemónico. Algunos géneros literarios considerados “populares” como el policial, el romántico y el juvenil, así como la actividad lectora de estos géneros, quedaría desacreditada por su propio carácter ilegítimo.

En lo que Hennion reconoce como el otro polo del “sociologicismo”, el “estetecismo”, se le da un estatuto de excepción al objeto artístico y a la experiencia estética, dejando por fuera del análisis al sujeto del gusto y centrándose en las propiedades internas del texto o en la figura del artista visto como “genio” creativo. La Escuela de Frankfurt y, especialmente, los trabajos de Theodor Adorno son leídos en línea con esta tradición que llama a salvaguardar el arte. En este paradigma, también se obtura el valor del acto de leer al ubicar la mirada únicamente en las obras y asumir que tienen un sentido inmanente.

Lejos de estas discusiones, otra tendencia en el estudio de la lectura ha sido considerarla una actividad mental y, por tanto, el interés se ubicó en la “comprensión lectora” y los sentidos que los/as lectores/as extraen de los textos. Desde este lugar, se ha soslayado la participación del cuerpo y de las emociones en esta práctica. Además de ser mental, se la ha estudiado como un acto que acontece de manera individual, privada, solitaria y silenciosa. Un imaginario que se sostiene y se esencializa, como plantea Papalini 15 en la figura del lector moderno, masculino, de mediana edad, poseedor de una gran biblioteca, con muchos estantes y colmada de tomos enciclopédicos con lomos oscuros y letras pequeñas. Es una figura propuesta por Roger Chartier 16 y consagrada por sus discípulos, aunque luego este autor se ocupó de contemplar múltiples disposiciones y modalidades de lectura. Como mencionamos al inicio de este apartado, junto a Robert Darnton y otros autores,17 trabajó profusamente desde la historia de la lectura para aclarar que no siempre se leyó de la misma manera ni se anudaron los mismos sentidos a esta práctica: la transición de una lectura oral y colectiva a una silenciosa, individual y privada fue producto de transformaciones históricas. De esa forma, la lectura no puede reducirse a la verdad autoevidente del texto. Frente a ella, se despliega una actividad creadora por parte de los/as lectores/as que no puede deducirse ni del objeto libro ni de lo leído. A continuación, nos detendremos en esta dimensión, revisaremos los planteamientos de otros/as autores/as y propondremos, como aporte nodal del artículo, una perspectiva de análisis de la lectura que contemple las prácticas y las emociones de los/as lectores/as.

La lectura como práctica activa, social y emocional

Recuperamos, en principio, algunos estudios que colocan en el centro de la escena a quien lee. Michel De Certeau,18 autor que se abocó a la comprensión de las prácticas de la vida cotidiana y, entre ellas, estudió los modos de leer, planteó la noción de lector como un cazador furtivo. Esto es: alguien que posee una táctica y que caza, en un territorio ajeno, aquello que lee para su utilidad, sin conservarlo. De esa forma, De Certeau apunta a hacer visible el uso furtivo, silencioso y zigzagueante que los individuos llevan a cabo de los productos culturales.

Bernard Lahire 19 también se posiciona desde una perspectiva que entiende de manera activa la relación que los sujetos entablan con sus lecturas. De hecho, este autor atiende mucho más al encuentro de los/as lectores/as con los textos que a los productos culturales (o literarios) en sí mismos. Aunque no renuncia completamente a una perspectiva bourdiana y disposicionalista, Lahire asume que el lector es un sujeto activo cuya adhesión a los objetos no se encuentra completamente estructurada de antemano, sino que “la lectura es parte de la acción”.20 En línea con esta última afirmación, desde la sociología de la música, se propone estudiar los consumos culturales “en acción” 21 y como performances,22 es decir, estudiar lo que los actores hacen, piensan y sienten cuando se vinculan con producciones culturales, para el caso que nos convoca, lo literario.

Desde la sociología de la lectura francesa y las apropiaciones que de ella se hicieron en Latinoamérica, una serie de autores/as propone analizar las prácticas de lectura haciendo foco en los modos en que los textos producen sentidos en quienes los leen. Para ello, Michele Petit 23 sostiene que hay que alejarse de la distinción y la jerarquización entre lecturas diurnas y por tanto “útiles” socialmente y aquellas lecturas de “evasión”, íntimas y, producto de ello, socialmente “inútiles”. De acuerdo con esta autora y a partir de un trabajo empírico con jóvenes de sectores rurales en las afueras de París, plantear que las lecturas nocturnas y de recreación son lecturas “inútiles” implica desestimar el lugar clave que ocupan en la construcción de lugares íntimos y en la elaboración de subjetividades.

En una línea similar y también mediante un relevamiento empírico, el equipo de trabajo que coordina Néstor García Canclini en México propone dejar de analizar la lectura en función de estándares cuantitativos y plantear una mirada que atienda antes que nada a cómo se lee.24 Desde ese marco, en Argentina, autores como Pablo Semán 25 y Vanina Papalini 26 se orientan a reponer los vínculos que se entraman entre literatura y sociedad, centrando sus estudios en lectores/as de libros best-seller,como los libros de autoayuda y de ensayo histórico. Son textos cuya categorización como “inútiles”, como denunciaría Petit,27 obtura el rol determinante que asumen en la educación sentimental de sus lectores/as. Desde este enfoque afín a una mirada socioantropológica de la lectura, se busca observar las sociabilidades que se habilitan con ella. Es decir, en este marco conceptual, la propuesta consiste en preguntarse menos por la cantidad de libros leídos o por lo que los/as lectores/as entienden de un texto, y más por lo que sienten cuando leen y lo que hacen (con otros/as) con lo que leen.

Sobre la base de este recorrido teórico, proponemos una perspectiva de análisis de la lectura que no parta de la lectocomprensión, que se reduce a los “sentidos” que se construyen en torno a un texto, o de considerarla una práctica esencialmente personal y silenciosa. Tampoco homologar el gusto con categorías de jerarquización social de distintas prácticas estéticas. Invitamos, en cambio, a atender las implicancias que tiene compartir de forma grupal y a veces oral una lectura, así como las modalidades en que el cuerpo participa de esa experiencia, aun cuando el acto de leer pueda ser individual y en silencio. A su vez, tener en cuenta las “sensaciones” que se despliegan a partir de la lectura 28 y los modos en que la lectura reviste hoy un carácter colectivo porque teje encuentros, sociabilidades y afectividades. Como diría Chartier,29 “es cimiento y expresión del vínculo social”.

Asimismo, esta propuesta considera que quienes leen son agentes no pasivos/as y afectados/as por lo literario. En otras palabras, son personas que experimentan emotivamente las obras literarias, elaboran imaginaciones y fantasías que pueden configurarse como “resoluciones” para los conflictos de sus vidas cotidianas, comparten con otros/as lectores/as con quienes forman espacios de sociabilidad, y actúan motivados/as por lo que encuentran en los textos, que tiene indudablemente resonancias en el devenir social.

Proponemos, a su vez, tener en cuenta el carácter, al menos, dual del libro: es un bien tanto simbólico como económico.30 Asumir esto es también un antídoto contra aquellas miradas que focalizan en la “colonización de subjetividades” por parte del mercado cuando los bienes culturales tienden a asociarse más a su dimensión económica que simbólica. Recaen, sobre estas producciones, la calificación de “literatura menor”, “ligera”, “liviana” y “banal”, reproductora de valores opresores y dominadora de los sentidos de los sujetos. Nuestra propuesta no implica perder de vista la especificidad de este objeto y tener una mirada ingenua sobre los procesos de mercantilización a nivel editorial. Tenemos en cuenta que es un contexto en el que el mercado editorial está “concentrado y polarizado”,32 la producción tiene una “lógica de empresa” 31 que busca la rentabilidad y construye condiciones desiguales para la producción y la circulación de obras, autores/as y sellos editoriales. Esta inscripción en el mercado, no obstante, no implica que pierdan su carácter literario ni que sean generadores de dominación.

Entonces, esta perspectiva entiende la lectura como una práctica despojada de sus características intrínsecas, como su naturaleza inherentemente privada e individual, para atender a las modalidades que asume en sus contextos específicos. Modalidades que entendemos como parte de un proceso histórico porque responden al carácter situado y conflictivo de la cultura. En el caso puntual de nuestras investigaciones,33 la lectura reluce especialmente por su capacidad para tejer lazos sociales y para formar parte de la educación sentimental de las personas. En lo que sigue, explicaremos con mayor detalle en qué consiste esta dimensión social y emocional de la lectura y su potencial para el abordaje de aquellos objetos literarios que se sitúan en los márgenes de la legitimidad.

Un abordaje socioantropológico para la lectura en acto

En su trabajo en torno a las encuestas de lectura realizadas por el Ministerio de Asuntos Culturales de Francia, Joelle Bahloul advierte que haber abordado la lectura de manera cuantitativa y, en consecuencia, haber construido tipologías de lectores/as en función de la cantidad de libros leídos, no permitió conocer quiénes eran esos actores, es decir, cuáles eran sus biografías lectoras, de qué modo accedían a los materiales bibliográficos que leían y qué los motivaba a leer. Partiendo de este diagnóstico, decidió realizar entrevistas a un grupo de lectores/as encuestados/as. Este acercamiento le dio posibilidad de saber, entre otros aspectos, que, si bien no leían muchos libros, se relacionaban con otras producciones impresas menos legítimas como periódicos y revistas. Asimismo, que el acceso a estos materiales no había sido en instituciones vinculadas con la promoción de la lectura como la escuela o la biblioteca, sino más bien a través de recomendaciones de conocidos/as y de los medios de comunicación. 34

Este desplazamiento en el modo de abordaje abre un campo de posibilidades para nuestras investigaciones. Es decir, podemos tener en consideración los números de ventas y las encuestas, y, a la vez, hacer un acercamiento etnográfico con los/as lectores/as para conocer con mayor profundidad sus sentidos y sus sensibilidades en torno a la lectura. Dicho esto, también es preciso mencionar que la lectura no se reduce al par obra-lectores/as, sino que abarca “el contexto de relaciones por las cuales este encuentro se produce, el modo y las razones de acoplamiento, el conjunto de expectativas tejidas a su alrededor, el rito –cotidiano o cultural– en el que se integra y un largo número de condiciones sociales”.35 Desde este lugar, analizar las prácticas de los/as lectores/as no implica verlas de manera aislada, sino en su imbricación con las relaciones sociales, mercantiles y culturales que movilizan y que conmueven su estatuto individual.

Asimismo, acercarse a los/as lectores/as permite, como hemos desarrollado en los apartados anteriores, estudiar las “habilitaciones” 36 que generan las producciones literarias en sus vidas cotidianas y, de este modo, evitar las interpretaciones “más allá de la obra misma” 37 o en función de su “calidad literaria”. Para esto, la etnografía reluce como la metodología más apropiada para lograr captar, en acto, el carácter activo y sensible de la práctica lectora.

Retomando nuestros propios objetos de estudio, podemos decir, por caso, que las novelas destinadas a jóvenes, mayormente de origen estadounidense, que circulan en América Latina y, en particular, en Argentina, son vistas como comerciales. Bajo esa etiqueta, a estas lecturas que se agrupan en los sellos editoriales young adult(joven adulto), se les borra su carácter literario –fueron nombradas como una “paraliteratura” – 38 ; son desjerarquizadas en relación con otras de presunta mayor calidad como los “clásicos” de la literatura “universal”; se las considera mal escritas, con estructuras repetitivas y personajes estereotipados; y, bajo la creencia de que tienen una narración unívoca, se asume que no permitirían lecturas plurales y polisémicas. Como plantean los/as propios/as jóvenes, si socialmente aún se hace presente el discurso de que “los chicos no leen”, cuando sí lo hacen, su práctica es desjerarquizada por no enmarcarse en los parámetros de la “buena” lectura. Puesto en sus términos y retomando la voz de un joven lector en una entrevista pública para un diario:

Por un lado, se dice que los booktubers39 solo leemos literatura juvenil, o comercial y basura, como la llaman algunos; y no leemos los clásicos, la literatura adulta o ‘profunda’. Es una contradicción inmensa, porque también escucho a la vez que dicen que los jóvenes no leemos en absoluto, pero cuando surgen medios que demuestran que no es así, se los acusa de leer mal. Entonces uno nunca se puede sentir validado como lector. 40

Es decir que, tanto desde una mirada cuantitativa como desde una legitimista de la lectura, se tiende a caer en posiciones que desprestigian, cuando no directamente invisibilizan, los modos de leer y los textos que apasionan a los/as jóvenes. Miradas presentes en el mundo académico y también ampliamente extendidas entre adultos/as, en general, y docentes, en particular.

Al hacer observaciones en librerías y en eventos literarios, así como al conversar y entrevistar a jóvenes lectores/as, podemos decir que estas novelas los/as interpelan, les ofrecen personajes y escenas reconocibles, con las cuales pueden identificarse o (re)elaborar sus propias experiencias y habilitan espacios de sociabilidad y afectividad con otros/as de su misma generación en entornos virtuales y en eventos literarios como la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Son libros que, como ellos/as mismos/as señalan en sus intervenciones en la Feria, “me enseñaron y me emocionaron mucho, entonces ¿por qué tendría yo que esconderlos de la gente?”. Al mismo tiempo, es en la experiencia compartida en torno a esta literatura que se gestionan y se regulan los lazos que se entablan con esas mismas lecturas y con otros/as lectores/as dando lugar a lo que en sus términos es una “comunidad”. Nuevamente en palabras de estos/as jóvenes:

Creo que todos los que estamos acá nos hemos unido justamente por esto de leer juvenil y no tener con quien compartirlo justamente por los prejuicios. A mí me pasó de tener amigos que me decían “¿por qué no leesEl Hobbit? ¿Por qué lees Crepúsculo?”. Ya con esos amigos no hablo de libros porque no les interesa lo que yo leo.41

En algunos casos, además, la relación con estas producciones literarias se volvió un espacio laboral, más o menos formal, porque empezaron a participar en la presentación social y la promoción de los libros como bookfluencers, en la evaluación, la corrección o la traducción de manuscritos como trabajadores a medio tiempo de los sellos editoriales y, en menor medida, en la escritura y la edición de libros dado que algunos/as se convirtieron en autores/as y directores/as editoriales. Más aún: no sólo participan de este mundo del trabajo, sino que tienden a co-producir esos puestos laborales al imprimir un carácter novedoso y creativo en torno a la producción y la circulación de libros, como lo hacen los/as jóvenes llamados/as trendsetters (creadores de tendencias) en otras industrias creativas.42

Por su parte, las novelas románticas, otro género popular-masivo, comparten algunos sentidos que son atribuidos también a las novelas para jóvenes: comerciales, menores, livianas, con tramas repetitivas que se vuelven una “fórmula”. A ellos se suman otras valoraciones: “cursis”, “edulcoradas” y “fantasiosas”, “sexistas” y reproductoras de sentidos patriarcales que “dominan” a las mujeres. Si suspendemos la “denuncia” a estas producciones y no pretendemos “develar” los sentidos que las lectoras, hipotéticamente, no estarían pudiendo interpretar, sino que escuchamos lo que ellas dicen, podemos ver que las novelas románticas forman parte de las sensibilidades femeninas y crean un espacio para elaborar reflexiones e imaginaciones en torno al amor, lo romántico y la sexoafectividad. Estas novelas, escritas mayormente por mujeres y destinadas a un público lector femenino, contribuyen a componer representaciones heteronormativas, basadas en la matriz cultural del amor romántico, en torno a qué es lo deseable en un vínculo sexoafectivo. No obstante, no impide que las lectoras puedan tener una mirada crítica al respecto y ser conscientes de que la lectura es un ejercicio imaginativo en sus vidas cotidianas.

Asimismo, es una práctica privilegiada para el encuentro con otras mujeres. A través de las conversaciones en torno a los argumentos y los personajes de estas producciones literarias entre compañeras de trabajo, amigas y familiares, libreras y bibliotecarias, se habilitan afectividades y sociabilidades de lectura. Este “estar entre mujeres” se vuelve un espacio fraterno y cómplice, en el que pueden también hablar de sí mismas y compartir el devenir de la vida cotidiana. El tiempo/espacio que le dedican a la lectura se constituye, además, como una “conquista” en la medida en que es propio y les permite disputar, negociar y se reapropiarse de algunos mandatos de género.

Conocemos lo que la lectura habilita en las prácticas cotidianas de los/as jóvenes y las mujeres porque nos acercamos a través de una escucha atenta y sensible de sus voces. Nuestro abordaje no se circunscribe al análisis estético o de la “calidad literaria” de las obras. Tampoco, a la jerarquización de géneros, autores/as y lectores/as desde la naturalización de las formas legítimas. En cambio, se desplaza por las líneas que se trazan entre la hegemonía y el placer, por los enredos y las tensiones entre el mercado de la cultura, la legitimidad cultural y las múltiples formas de apropiación de lo literario, por la trama de sensibilidades, sociabilidades y habilitaciones que se desenvuelven a partir de (el amor por) los libros.

Consideraciones finales

A lo largo de este trabajo, hemos retomado distintos posicionamientos con relación con el libro y, en particular, con la práctica de la lectura. Hemos repasado, someramente, la obra de diversos/as autores/as y sus miradas en torno a la actividad de leer, desde aquellos planteamientos que se centran en el (buen) carácter literario de las obras, los que celebran la “mucha lectura” así como las perspectivas que, más en línea con una mirada socioantropológica, proponen atender a la dimensión social, activa y emocional que se despliega en torno a los textos.

Realizamos este breve repaso como un modo de inscribir nuestra propia perspectiva en este campo de conocimiento y los modos en que en nuestras respectivas investigaciones hemos recuperado los aportes de autores como Hennion, De Nora, Darnton, Chartier, Lahire y, más cercanos/as aún a nuestras preocupaciones, Papalini, Semán y García Canclini. La adhesión, desde nuestras primeras producciones académicas,43 a esta última perspectiva nos ha prevenido contra una de las derivas del legitimismo que es caer en un posicionamiento “miserabilista” de la lectura en función de la distinción entre culturales legítimas y culturas populares.44 Un antídoto que funciona tanto en términos teóricos como metodológicos, como hemos tratado de dejar asentado.

Así, este posicionamiento nos permite recuperar y comprender experiencias en las que se entraman prácticas colectivas, performáticas y afectivas a partir del encuentro con los libros y con otros/as lectores/as. En un contexto de individualización de los consumos culturales, a través de dispositivos individuales, consumo on demand (a requerimiento de los/as clientes) y “anuncios personalizados”, la apropiación de los bienes culturales, en nuestros casos de novelas juveniles y románticas, no es solamente íntima, privada o solitaria (aunque esto no implique desconocer que el acto de leer también tiene un carácter individual y silencioso). Es la posibilidad de construir y reforzar lazos sociales.

Ampliar las preguntas y los modos en que abordamos la lectura nos permite acceder a otras prácticas y vínculos que intervienen más allá de la relación del texto con los/as lectores/as. Nos da la posibilidad de conocer a quiénes leen, cuáles son sus imaginaciones, sus expectativas y sus incertidumbres, así como también de jerarquizar el estudio de aquellos objetos tan extendidos y propios de las culturas contemporáneas que, por su propia masividad, tienden a ser desatendidos y sus usuarios/as (en este caso, lectores/as) incomprendidos/as.

Notas

  1. Este contraste es bien ilustrado por Feliu i Samuel-Lajeunesse quien, a través de un trabajo autoetnográfíco de su propio trayecto lector, plantea el contrapunto de su experiencia, como un pequeño y ávido lector, con la de un niño que pasa horas frente a la pantalla. En sus palabras: “El jugador intensivo de videojuegos tiene que afrontar un estigma tecnofóbico que yo no tuve que sufrir (...) Leer estaba bien, jugar a videojuegos no lo está. A los niños y jóvenes de hoy en día no se les deja enorgullecerse de las horas pasadas frente a una pantalla”. Joel Feliu i Samuel-Lajeunesse, “Literatura infantil y juvenil: Fragmentos de una infancia”, en Forjar un cuarto propio. Aproximaciones autoetnográficas a las lecturas de infancia y adolescencia, comp. por Vanina Papalini (Villa María: Eduvim, 2016), 147.
  2. Karin Littau, Teorías de la lectura. Libros, cuerpos y bibliomanía, 2006, trad. por Elena Marengo (Buenos Aires: Manantial, 2008).
  3. Graciela Batticoure, Lectoras del siglo XIX. Imaginarios y prácticas en la Argentina. (Buenos Aires: Ampersand, 2017), 128.
  4. Vanina Papalini. “Aproximaciones a los modos de leer: sobre la lectura como experiencia, como práctica y como herramienta”. Actas de las VII Jornadas de Sociología de la UNLP2 (2019).
  5. Michelle Petit. Lecturas: del espacio íntimo al espacio público, trad. por Miguel Paleo, Malou Paleo y Diana Luz Sánchez. (México: Fondo de Cultura Económica, 2001), 45.
  6. Petit. Lecturas, 48.
  7. Martine Poulain. “Una mirada a la sociología de la lectura: Martine Poulain”, Perfiles educativos 33, (2011), https://doi.org/10.22201/iisue.24486167e.2011.132.24904
  8. Roger Chartier. Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna; 1987, trad. por Mauro Armiño (Madrid: Alianza Editorial, 1993).
  9. Robert Darnton. La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa, trad. por Calos Valdés (México: Fondo de Cultura Económica, 2006); Robert Darnton. Los best Sellers prohibidos en Francia antes de la revolución, trad. por Antonio Saborit (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2008).
  10. Néstor García Canclini et al., Hacia una antropología de los lectores (México: Ariel - Fundación Telefónica - Universidad Autónoma Metropolitana, 2015b).
  11. Joelle Bahloul, Lecturas precarias. Estudio sociológico sobre los “poco lectores”, trad. por Alberto Cue. (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2002).
  12. Bernard Lahire, comp. Sociología de la lectura, trad. por Hilda García. (Barcelona: Gedisa editorial, 2004).
  13. Pierre Bourdieu, La distinción. Criterio y bases sociales del gusto, 1979, trad. por M. del Carmen Ruiz de Elvira. (Madrid: Taurus, 1998) y Pierre Bourdieu, “Gostos de classe e estilos de vida”, en Ortiz, R. (Org). Bourdieu, sociología (Sao Paulo: Ática, 1983) 82-121.
  14. Antoine Hennion, “De una sociología de la mediación a una pragmática de las vinculaciones. Retrospectiva de un recorrido sociológico dentro del CSI”, Cuestiones de Sociología16 (2017): 198, https://doi.org/10.24215/23468904e032
  15. Vanina Papalini, “La escritura escuchada. Circulación literaria y recreación de comunidad”, en La cultura como dimensión transversal de lo social: objetos, conceptos y debates actuales acerca de los mundos del arte contemporáneos, compilado por Ornela Boix y Rodolfo Iuliano, (La Plata: Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 2021).
  16. Roger Chartier, Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna, 1987, trad. por Mauro Armiño (Madrid: Alianza Editorial, 1993).
  17. Guglielmo Cavallo y Roger Chartier, dir. Historia de la lectura en el mundo occidental; 1997, Trad. por María Barberán, María Pepa Palomero, Fernando Borrajo y Cristina García Ohlrich (España: Taurus, 2001); Martyn Lyons, Historia de la lectura y de la escritura en el mundo occidental ; 2010, trad. por Julia Benseñor y Ana Moreno (Buenos Aires: Ampersand, 2012); Walter Ong,Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra; 1982, trad. por Angélica Scherp (México: Fondo de Cultura Económica, 2006).
  18. Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano I. Artes de hacer ; 1980, trad. por Alejandro Pescador (México: Universidad Iberoamericana, 1996).
  19. Lahire, Sociología de la lectura.
  20. Ibíd., 190.
  21. Tia DeNora, “La música en acción: constitución del género en la escena concertística de Viena, 1790-1810”, en Hacia una nueva sociología cultural. Mapas, dramas, actos y prácticas, comp. por Claudio Benzecry, trad. por Lilia Mosconi (Bernal: Universidad Nacional de Quilmes Editorial, 2012).
  22. Antoine Hennion, “Melómanos: el gusto como performance”; 2001, en Hacia una nueva sociología cultural. Mapas, dramas, actos y prácticas, comp. por Claudio. Benzecry, trad. por Lilia Mosconi (Bernal: Universidad Nacional de Quilmes Editorial, 2012).
  23. Petit, Lecturas.
  24. García Canclini, Hacia una antropología de los lectores; Néstor García Canclini, “¿Cuánto o cómo se lee? De los libros a las pantallas”, en La cultura argentina hoy: Tendencias!, comp. por Luis Alberto Quevedo (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2015a).
  25. Pablo Semán, Bajo continuo. Exploraciones descentradas sobre cultura popular y masiva (Buenos Aires: Editorial Gorla, 2006); Pablo Semán, “Retrato de un lector de Paulo Coelho”, en Cultura y neoliberalismo, comp. por Alejandro Grimson (Buenos Aires: Biblioteca virtual de CLACSO, 2007).
  26. Papalini, “Aproximaciones a los modos de leer”; Papalini, “La escritura escuchada”.
  27. Petit, Lecturas.
  28. Littau, Teorías de la lectura.
  29. Chartier, Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna, 34.
  30. Pierre Bourdieu, “Una revolución conservadora en la edición”, en Pierre Bourdieu Intelectuales, política y poder (Buenos Aires, Argentina: Eudeba, 2000).
  31. Malena Botto, “1990-2000: La concentración y la polarización de la industria editorial”, en Editores y políticas editoriales en Argentina, 1880-2000, dir. por José Luis De Diego. (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2006).
  32. Daniela Szpilbarg, Cartografía argentina de la edición mundializada (Temperley: Tren en movimiento, 2019), 79.
  33. Paula Cuestas. “Vivir los libros”. Exploraciones etnográficas en torno a los vínculos de jóvenes con lo literario a partir de la apropiación de tecnologías digitale s (tesis de doctorado, Universidad Nacional de La Plata, 2022); Pates, Giuliana, Si Romeo y Julieta vivieran. Cómo es escrito y leído el amor en tiempos de deconstrucción feminista (tesis de maestría, Universidad Nacional de San Martín, 2022); Pates, Giuliana, Un puerto seguro. Lectoras, novelas románticas y sensibilidades en torno al amor en el (pos)feminismo (tesis de doctorado, Universidad Nacional de San Martín, 2023).
  34. Bahloul, Lecturas precarias.
  35. Vanina Papalini, comp, Forjar un cuarto propio. Aproximaciones autoetnográficas a las lecturas de infancia y adolescencia (Villa María: EDUVIM, 2016), 28.
  36. DeNora, “La música en acción”.
  37. Papalini, Forjar un cuarto propio, 178.
  38. Gemma Lluch, Análisis de narrativas infantiles y juveniles (Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2003).
  39. Se llama booktubers a aquellas personas, en general, jóvenes, que utilizan sus redes sociales, en este caso particular, YouTube para compartir reseñas literarias. En el último tiempo, este concepto se fue ampliando para incluir, siempre con el prefijo book, a quienes se expresan en otras plataformas como Instagram (bookstagrammers) o TikTok (booktokers). En conjunto hoy se agrupan bajo la categoría debookfluencers, es decir, influencers (promotores) de libros.
  40. Pasaje de entrevista realizada al booktuber Augusto Funes y publicada en la nota periodística de Joaquín Sánchez Mariño, “Lectores influyentes: los nuevos protagonistas del mundo literario”, La Nación (29 de abril de 2018). https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/lectores-influyentes-los-nuevos-protagonistas-del-mundo-literario-nid2128922
  41. Intervenciones de jóvenes en panel de bookfluencers en la Feria Internacional del Libro de Ciudad de Buenos Aires, edición N° 46, año 2022. En el pasaje, se hace mención a dos obras literarias: El Hobbit, de J. R. R. Tolkien y la saga Crepúsculo, de Stephanie Meyer, marcando una contraposición entre ellas. El libro de Tolkien, como sus otros libros, en general, han gozado de una buena reputación entre lectores/as y también por parte de la crítica. Por el contrario, la saga escrita por Meyer, a pesar de que llevó a la autora a ser una de las más vendidas en el mundo entero, ha sido reiteradamente cuestionada por la “calidad literaria” de su trabajo.
  42. Néstor García Canclini, Francisco Cruces y Maritza Urteaga Castro Pozo, Jóvenes, culturas urbanas y redes digitales. Prácticas emergentes en las artes, las editoriales y la música (Madrid: Fundación Telefónica, 2012).
  43. Paula Cuestas, Conociendo el mágico mundo de Harry Potter: sus fans, la relación con la obra y los vínculos que se tejen en el club de lectores, (tesis de grado, Licenciatura en Sociología, Universidad Nacional de La Plata, 2014); Pates, Giuliana, “¿Los jóvenes no leen? Experiencias de lecturas en booktubers”, Revista Letras 1 (La Plata, 2015).
  44. Claude Grignon y Jean-Claude Passeron. Lo culto y lo popular. Miserabilismo y populismo en sociología y literatura (Buenos Aires: Nueva visión, 1991).

Referencias

Bahloul, Joelle. Lecturas precarias. Estudio sociológico sobre los “poco lectores”. Traducido por Alberto Cue. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2002.

Batticoure, Graciela. Lectoras del siglo XIX. Imaginarios y prácticas en la Argentina. Buenos Aires: Ampersand, 2017.

Botto, Malena. “1990-2000: La concentración y la polarización de la industria editorial”. En Editores y políticas editoriales en Argentina, 1880-2000, 209-249. Dirigido por José Luis De Diego. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2006.

Bourdieu, Pierre. La distinción. Criterio y bases sociales del gusto, 1979. Traducido por M. del Carmen Ruiz de Elvira. Madrid: Taurus, 1998.

Bourdieu, Pierre. “Gostos de classe e estilos de vida”. En R. Ortiz, org. Bourdieu, sociología,82-121. Sao Paulo: Ática, 1983.

Bourdieu, Pierre. “Una revolución conservadora en la edición”. En Intelectuales, política y poder, 223-267.Buenos Aires, Argentina: Eudeba, 2000.

Cavallo, Guglielmo y Roger Chartier, dir. Historia de la lectura en el mundo occidental; 1997. Traducido por María Barberán, María Pepa Palomero, Fernando Borrajo y Cristina García Ohlrich. España: Taurus, 2001.

Chartier, Roger. Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna; 1987. Traducido por Mauro Armiño. Madrid: Alianza Editorial, 1993.

de Certeau, Michel. La invención de lo cotidiano I. Artes de hacer; 1980. Traducido por Alejandro Pescador. México: Universidad Iberoamericana, 1996.

Cuestas, Paula. Conociendo el mágico mundo de Harry Potter: sus fans, la relación con la obra y los vínculos que se tejen en el club de lectores. Tesis de grado. Universidad Nacional de La Plata. 2014. https://bdu.siu.edu.ar/bdu/Record/I19-R125-Jte1087

Cuestas, Paula. “Vivir los libros”. Exploraciones etnográficas en torno a los vínculos de jóvenes con lo literario a partir de la apropiación de tecnologías digitales. Tesis doctoral. Universidad Nacional de La Plata. 2022. https://doi.org/10.35537/10915/144610

Darnton, Robert. La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa. Traducido por Calos Valdés. México: Fondo de Cultura Económica, 2006.

Darnton, Robert. Los best Sellers prohibidos en Francia antes de la revolución. Traducido por Antonio Saborit. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2008.

DeNora, Tia. “La música en acción: constitución del género en la escena concertística de Viena, 1790-1810”. En Hacia una nueva sociología cultural. Mapas, dramas, actos y prácticas, 187-212. Compilado por Claudio Benzecry. Traducido por Lilia Mosconi. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes Editorial, 2012.

Feliu i Samuel-Lajeunesse, Joel. “Literatura infantil y juvenil: Fragmentos de una infancia”. En Forjar un cuarto propio. Aproximaciones autoetnográficas a las lecturas de infancia y adolescencia, 129-155. Compilado por Vanina Papalini. Villa María: Eduvim, 2016.

García Canclini, Néstor, Francisco Cruces y Maritza Urteaga Castro Pozo. Jóvenes, culturas urbanas y redes digitales. Prácticas emergentes en las artes, las editoriales y la música. Madrid: Fundación Telefónica, 2012.

García Canclini, Néstor. “¿Cuánto o cómo se lee? De los libros a las pantallas”. En La cultura argentina hoy: Tendencias!,39-56. Compilado por Luis Alberto Quevedo. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2015a.

García Canclini, Néstor, Verónica Gerber Bicecci, Andrés López Ojeda, Eduardo Nivón Bolán, Carmen Pérez Camacho, Carla Pinochet Cobos y Rosalía Winocur, Rosalía. Hacia una antropología de los lectores. México: Ariel - Fundación Telefónica - Universidad Autónoma Metropolitana, 2015b.

Grignon, Claude y Jean-Claude Passeron. Lo culto y lo popular. Miserabilismo y populismo en sociología y literatura. Buenos Aires: Nueva visión, 1991.

Hennion, Antoine. “Melómanos: el gusto como performance”; 2001, en Hacia una nueva sociología cultural. Mapas, dramas, actos y prácticas, 213-246. Compilado por Claudio. Benzecry. Traducido por Lilia Mosconi. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes Editorial, 2012.

Hennion, Antoine. “De una sociologí­a de la mediación a una pragmática de las vinculaciones. Retrospectiva de un recorrido sociológico dentro del CSI”. Cuestiones de Sociología 16 (2017): 185-212. https://doi.org/10.24215/23468904e032

Lahire, Bernard, comp. Sociología de la lectura.Traducido por Hilda García. Barcelona: Gedisa editorial, 2004.

Littau, Karin. Teorías de la lectura. Libros, cuerpos y bibliomanía, 2006. Traducido por Elena Marengo. Buenos Aires: Manantial, 2008.

Lluch, Gemma. Análisis de narrativas infantiles y juveniles. Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2003.

Lyons, Martyn. Historia de la lectura y de la escritura en el mundo occidental; 2010. Traducido por Julia Benseñor y Ana Moreno. Buenos Aires: Ampersand, 2012.

Ong, Walter. Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra; 1982. Traducido por Angélica Scherp. México: Fondo de Cultura Económica, 2006.

Papalini, Vanina. Aproximaciones a los modos de leer: sobre la lectura como experiencia, como práctica y como herramienta.Actas de las VII Jornadas de Sociología de la UNLP, 2012, 1-10.

Papalini, Vanina, coord. Forjar un cuarto propio. Aproximaciones autoetnográficas a las lecturas de infancia y adolescencia. Villa María: EDUVIM,2016.

Papalini, Vanina. “La escritura escuchada. Circulación literaria y recreación de comunidad”, en La cultura como dimensión transversal de lo social: objetos, conceptos y debates actuales acerca de los mundos del arte contemporáneos. Compilado por Ornela Boix y Rodolfo Iuliano. La Plata: Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 2021.

Pates, Giuliana. “¿Los jóvenes no leen? Experiencias de lectura en booktubers”. Revista Letras 1 (2015): 125-131. http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/46664

Pates, Giuliana. Si Romeo y Julieta vivieran. Cómo es escrito y leído el amor en tiempos de deconstrucción feminista. Tesis de Maestría. Universidad Nacional de San Martín. 2022. https://ri.unsam.edu.ar/handle/123456789/2088

Pates, Giuliana. Un puerto seguro. Lectoras, novelas románticas y sensibilidades en torno al amor en el (pos)feminismo. Tesis doctoral. Universidad Nacional de San Martín. 2023.

Petit, Michelle.Lecturas: del espacio íntimo al espacio público.Traducido por Miguel Paleo, Malou Paleo y Diana Luz Sánchez. México: Fondo de Cultura Económica, 2001.

Poulain, Martine. “Una mirada a la sociología de la lectura: Martine Poulain”. Perfiles educativos 33, (2011): 195-204. https://doi.org/10.22201/iisue.24486167e.2011.132.24904

Sánchez Mariño, Joaquín. “Lectores influyentes: los nuevos protagonistas del mundo literario”. La Nación (29 de abril de 2018). https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/lectores-influyentes-los-nuevos-protagonistas-del-mundo-literario-nid2128922/

Semán, Pablo. Bajo continuo. Exploraciones descentradas sobre cultura popular y masiva. Buenos Aires: Editorial Gorla, 2006.

Semán, Pablo. “Retrato de un lector de Paulo Coelho”, en Aalejandro Grimson (comp.). Cultura y neoliberalismo, 137-150. Buenos Aires: Biblioteca virtual de CLACSO, 2007.

Szpilbarg, Daniela. Cartografía argentina de la edición mundializada. Temperley: Tren en movimiento, 2019.