Dossier
Enciclopedia Chilena y Quimantú: discursos, prácticas y representación
Enciclopedia Chilena and Quimantú: discourses, practices and representation
Enciclopedia Chilena y Quimantú: discursos, prácticas y representación
Amoxtli, núm. 8, 2023
Universidad Finis Terrae
Recepción: 09 Diciembre 2022
Aprobación: 12 Enero 2023
Resumen: Este artículo revisa la Enciclopedia Chilena y la Editora Nacional Quimantú en tanto políticas culturales en el ámbito de la cultura impresa. Se analizan las formas de representación de la clase social y sus jerarquizaciones, así como la función otorgada a la lectura ya sea como mecanismo de democratización del acceso cultural de determinación subjetiva, como herramienta de desarrollo o como forma de relaciones públicas. Además, a la luz de ciertos conceptos y distinciones de la historia cultural del libro y de la lectura propuesta por Chartier, explora una serie de tensiones y ambigüedades que obligan a repensar la linealidad y aparente coherencia con que se interpreta la historia de las intervenciones estatales en el ámbito de la cultura impresa en el Chile de la segunda mitad del siglo veinte.
Palabras clave: Enciclopedia Chilena, Quimantú, discursos, prácticas, representaciones.
Abstract: In this article we review two cultural policies in the field of printed culture: Enciclopedia Chilena and Editora Nacional Quimantú. By analyzing the forms of representation of social class and its hierarchies, as well as the function granted to reading as a mechanism of democratization of cultural access, of subjective determination, as a tool for development or as a form of public relations. In adition, in the light of certain concepts and distinctions of the cultural history of books and reading proposed by Chartier, we explore a series of tensions and ambiguities that force us to rethink the linearity and apparent coherence with which we have tended to interpret the history of state interventions in the field of printed culture in Chile in the second half of the twentieth century.
Keywords: Enciclopedia Chilena, Quimantú, discourses, practices, representations.
Introducción
En este artículo propongo, a partir de conceptos y distinciones de la historia cultural del libro y de la lectura propuesta por Chartier, una reflexión acerca de dos objetos de la cultura impresa en Chile en tanto políticas culturales. Se trata de dos proyectos estatales que, entre 1948 y 1973, articularon lectura y cultura impresa: la Enciclopedia Chilena , por un lado, y la Editora Nacional Quimantú, por otro. Resumo, muy brevemente, las características de ambos proyectos, que he podido estudiar más detenidamente en otras instancias.1 La Enciclopedia Chilena fue un proyecto enciclopédico desarrollado entre 1948 y 1971 a través de la Editorial Jurídica, con el apoyo de la Biblioteca del Congreso Nacional y del Poder Legislativo chileno. A pesar de que gran parte del material de la enciclopedia se encontraba listo, nunca se publicó un solo volumen de esta obra monumental en sus ambiciones. Su propósito era servir a la elite política del país desde una perspectiva desarrollista y desplegar información actualizada y de calidad sobre las distintas áreas económicas y culturales del país. Quimantú, en cambio, se inserta en las políticas culturales del gobierno de la Unidad Popular (1970-1973). Buscó contribuir a la democratización de la cultura y hacer posible el surgimiento de una cultura socialista dentro del proceso de revolución a la chilena. Nacida tras la compra por parte del Estado (a través de Corfo) de Zig-Zag, Quimantú se caracterizó por la producción masiva de libros y revistas a bajo costo, innovando en las formas de distribución del libro y explorando distintos formatos que acercaron la lectura y a la cultura impresa a los sectores populares del país.
La historia del libro y la lectura, entendida por Chartier como historia cultural, ha elaborado metodologías a contracorriente de una historia del libro más tradicional y cuantitativa que ha operado considerando diferencias culturales organizadas previamente de acuerdo a categorías sociales (élite/pueblo, por ejemplo). Aunque la obra de Chartier tiende a analizar objetos lejanos histórica y culturalmente a los que acá considero, me interesa indagar en la eficacia concreta de ciertas distinciones planteadas en su trabajo, ya que ellas permiten pensar en la articulación entre discursos, prácticas y representaciones en relación con la Enciclopedia Chilena y Quimantú. Veremos que, si bien estas distinciones proponen formas de pensar la articulación entre discursos, prácticas y representaciones, plantean igualmente un desafío en cuanto a cómo estas articulaciones se inscriben en políticas culturales estatales. Estas han sido definidas por Canclini como “el conjunto de intervenciones realizadas por el Estado, las instituciones civiles y los grupos comunitarios organizados a fin de orientar el desarrollo simbólico, satisfacer las necesidades culturales de la población y obtener consenso para un tipo de orden o de transformación social”.2 Más que asignar a cada proyecto un paradigma de la nomenclatura desarrollada por Canclini -donde en todo caso podríamos ver rasgos de cierto tradicionalismo patrimonialista en la Enciclopedia Chilena, y de estatismo populista y democratización cultural en Quimantú-, nos interesa analizar las preguntas que surgen al considerar estos proyectos estatales de la cultura impresa como políticas culturales en que se vinculan, a través de dispositivos materiales y textuales, discursos, prácticas y representaciones. Me parece, justamente, que es en este plano donde tanto la Enciclopedia Chilena como Quimantú nos exigen los mayores esfuerzos de reflexión, a la luz de las contradicciones que emergen al considerar distintos aspectos.
Para restituir los modos históricos de los usos y las prácticas de la lectura, Chartier presta especial atención a los protocolos o mecanismos materiales con que el libro impreso, tanto a nivel del autor como del editor, orienta la producción de significado del lector.3 Estos dos niveles (autoral y editorial), que no son necesariamente congruentes, revelan que en lo impreso se produce un encuentro de estrategias diferenciadas que permiten, a través del análisis de los procedimientos tipográficos y formales, entender cómo se concebía que estos libros fueran leídos. Esta primera distinción permite entender el libro impreso como un lugar en que intervienen, tanto en la producción como en la recepción, “comunidades de interpretación” según el término de Stanley Fish. Este carácter comunitario de las estrategias de producción y recepción les da su carácter contextual: una determinada estrategia editorial no necesariamente adquiere el mismo significado en contextos diferentes; lectores pertenecientes a distintas comunidades de interpretación se apropiarán de los libros y producirán significado de acuerdo con sus competencias, usos, códigos e intereses.
Por otra parte, Chartier realiza una distinción entre la manera en que los dispositivos formales “inscriben en sus estructuras mismas los deseos y las posibilidades del público al que apuntan”,4 y por otro lado, la forma en que “las obras y los objetos producen su campo social de recepción más de lo que son producidos por divisiones cristalizadas y previas”.5 Al cuestionar la supuesta homología existente entre la diferenciación social propuesta por el dispositivo autoral o editorial de la efectiva estructura social en que el libro impreso circula se vuelve necesaria la consideración de la dimensión de una producción social de identidad asociada a las estrategias editoriales. Por otro lado, esta diferencia entre producción del campo social de producción y las reales o posibles divisiones sociales existentes, nos permite recordar que la recepción de los lectores a nivel individual siempre es más libre, en la medida en que crean, a partir de los constreñimientos formales y materiales del libro, sus propias estrategias de creación de sentido. Chartier le restituye un margen de libertad a la figura del lector (individual y como parte de un grupo) y nos permite vislumbrar más claramente cómo el libro, si bien busca controlar el significado mediante distintas estrategias, no puede nunca garantizarlo del todo.
Chartier restituye el dinamismo a lo social inscrito en el espacio textual y material, al demostrar que las “luchas de representación, cuya postura es el ordenamiento, y por lo tanto la jerarquización de la estructura social en sí”, permite observar “las estrategias simbólicas que determinan posiciones y relaciones y que construyen, para cada clase, grupo o medio un ser-percibido constitutivo de su identidad”.6 En este punto la historia del libro y de la lectura deviene historia cultural propiamente tal, y es posible plantear la articulación del plano material con los discursos, las prácticas y las representaciones. De este forma, es posible restituir los modos históricos de las prácticas de lectura, entendiendo que en la singularidad de lo impreso se observan procedimientos tipográficos y formales que, en su materialidad, se articulan con prácticas deseadas de lectura, con discursos tanto sobre el valor de la lectura como sobre los grupos sociales que debían practicarla, y con representaciones acerca de las características y valores asociados a estos grupos sociales y con la relevancia otorgada a la actividad misma de la lectura. Más allá de esta tensión entre la libertad del lector y la eficacia del objeto para imponer un determinado significado (que supone explorar las recepciones concretas por parte de lectores), en este trabajo me centro en la idea, fundamental en la obra de Chartier, de que la lectura es un lugar en que muchas veces se enfrentan representaciones encarnadas en gestos, prácticas, espacios que pueden ser restituidos a través del dispositivo autoral y editorial. Me gustaría, entonces, en lo que continúa, detenerme brevemente sobre cuatro elementos en que, a la luz de la articulación entre lo material, las prácticas, los discursos y las representaciones, se nos invita a repensar, por las tensiones que revelan los análisis, en la estructuración de los modos de lectura de estos proyectos estatales de la cultura impresa en tanto que políticas culturales.
1. Asimetrías representacionales de clase en Quimantú
En el caso de la editorial Quimantú, resulta fundamental comprender distintos niveles de representación de lo social inscritos en elementos paratextuales, textuales y materiales. Por una parte, el libro, en su concepción material y en su modo de circulación (a través de la venta en quioscos o de convenios con sindicatos), muestra en la práctica su articulación con la política cultural de la Unidad Popular. El modo de producción y de circulación del libro es así un ejemplo vivo de la política de la democratización de la cultura (tal vez su ejemplo más exitoso) tal como este se anuncia en el Programa de Gobierno. La participación de trabajadores en la toma de decisiones en distintas etapas de la producción del libro debe considerarse en la misma línea.7 En términos generales – y obviando ciertas contradicciones producidas por el hecho de que Quimantú funcionaba como empresa y debía, por ejemplo, producir ingresos imprimiendo revistas con las cuales estaba ideológicamente en contra –, el modo de producción y de circulación de los libros y revistas de Quimantú era coherente con el discurso de democratización cultural del gobierno de Salvador Allende y las ansias de una nueva cultura socialista.
Sin embargo, esta coherencia es puesta a prueba al considerar más específicamente colecciones particulares, como las de literatura (Minilibros y Quimantú para todos, especialmente). La concepción material del libro en un formato de bolsillo a bajo costo es inseparable de una representación sobre el tipo de práctica cultural del lector popular. Se considera a este alienado por el consumo de objetos culturales capitalistas, y por lo tanto hay una serie de estrategias editoriales que apuntan a acercar al lector a un objeto que sea similar a los de la cultura de masas capitalista. Esto se acompaña de mecanismos paratextuales que apuntan a articular una comprensión de lo literario en estrecha relación con el horizonte revolucionario del gobierno de la Unidad Popular. Se omite, en este dispositivo editorial, la necesidad identificada en torno a “asimilar” el libro literario (concebido como alta cultura) a la literatura folletinesca (entendida como subcultura) como parte de un programa que buscaba, en último término, alejar al lector popular de los productos culturales capitalistas y acercarlos a contenidos de la alta cultura, más universales, que garantizaran una mejor comprensión y aprehensión de los nuevos valores socialistas y una capacidad crítica que permitiera tomar distancia del capitalismo burgués.
Esta asimetría se hace palpable en una entrevista del director de la División Editorial Joaquín Gutiérrez, quien en 1972 hacía explícita estas decisiones. La omisión es reveladora de la problemática auto-representación de los intelectuales en el contexto de un gobierno revolucionario (aunque fuera 'a la chilena') – cuyos conflictos sobre el rol que podían tener pueden rastrearse en debates de la revista CEREN, La quinta rueda o Cormorán - en la medida en que se toman decisiones acerca de qué elementos visibilizar u ocultar que dan cuenta de una diferencia en el tipo de información a la que se da acceso al lector popular. A pesar de impulsar un acceso igualitario y democrático a la cultura, el libro lleva inscrito en su textualidad y materialidad una diferenciación entre la clase intelectual y la clase popular contra la que, en principio, se luchaba.
Contra una interpretación simplista de las políticas de democratización de la lectura de Quimantú, la consideración de cómo la materialidad de las colecciones de literatura está atravesada por una incomodidad de la clase intelectual frente a su rol en un proceso político popular, restituye los conflictos – a veces virulentos – que caracterizaron el quehacer de Quimantú. Recordemos, por ejemplo, que para Armand y Michèle Mattelart, las colecciones literarias eran expresión de una defensa de la clase intelectual que a sus ojos era anti-revolucionaria. Las diferentes interpretaciones acerca de la función que cumplían estas colecciones en las políticas culturales de la Unidad Popular restituye la complejidad y densidad política de la coalición de gobierno y de sus nexos, también, con sectores más heterodoxos que eran adherentes del proceso también. En este caso, la repartición política de Quimantú plantea la pregunta acerca de si la editorial del Estado debe considerarse como expresión de una política cultural como un todo o bien si, en su fragmentación, debemos ver verdaderas micro-políticas editoriales asociadas a partidos políticos o tendencias políticas específicas que tenían representación al interior de Quimantú.
2. Una jerarquización social implícita en la Enciclopedia Chilena
En el caso de la Enciclopedia Chilena, nos enfrentamos a la complejidad de su carácter incompleto. Si bien podría dudarse de la aplicación de métodos propios de la historia del libro a una obra que nunca fue publicada, y cuya materialidad definitiva no conocemos sino a través de descripciones, lo cierto es que desde la perspectiva de la historia de la lectura y de la función otorgada al libro tiene sentido su aplicación sobre el conjunto de documentos (informes, libros de actas, prospectos) que hoy están disponibles en el archivo de la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile (BCN). Es a través de ellos que se describe material y textualmente la Enciclopedia Chilena y resulta posible, por lo tanto, restituir cómo se concebía su lectura. A diferencia de la Enciclopédia Brasileira – otro proyecto enciclopédico estatal latinoamericano frustrado, concebido este por Mário de Andrade en la década del treinta en el Brasil de Getúlio Vargas – que concebía una obra publicada en libros breves que pudieran comercializarse a bajo costo para facilitar así que pudieran llegar a las casas de los trabajadores y obreros, la Enciclopedia Chilena tenía una concepción monumental de sí misma, inseparable del tipo de destinatario al que apuntaba.
La enciclopedia buscaba apoyar a la élite política, profesional y técnica chilena para tomar mejores decisiones reuniendo todos los conocimientos disponibles sobre el país. Tres de los objetivos declarados en el "Prospecto de la Enciclopedia Chilena" de 1965, publicado para dar a conocer el estado de avance del proyecto, dan cuenta de la estrecha relación entre la información enciclopédica y su uso por parte de autoridades políticas, miembros del congreso, profesionales y técnicos, con la finalidad de “estimular el ritmo del proceso de desarrollo nacional”.8 La Enciclopedia buscaba así “suministrar, en forma fácilmente manejable, las referencias, datos y demás elementos de juicio que hagan posible la preparación expedita de planes orgánicos que tiendan al desarrollo del país”.9 La materialidad monumental de la obra se vincula en este caso con la representación del poder y del prestigio de la clase política.10 Textualmente, la enciclopedia apela a un universalismo en que las diferencias sociales parecieran desaparecer, aunque en la práctica se trata más bien de una concepción elitista de lo enciclopédico donde las clases populares o menos educadas no eran concebidas como posibles lectoras. Ninguna decisión del dispositivo editorial apunta en esta dirección. El objeto enciclopédico se transforma así en una herramienta de poder a disposición de la élite, concebida para ser consultada en oficinas o residencias con espacio y recursos suficientes para adquirir, guardar y desplegar los tomos enciclopédicos antes de tomar una decisión o elaborar un plan.
Al mismo tiempo, en la medida en que las decisiones políticas que se buscaba incentivar apuntaban a un horizonte desarrollista (que buscaba explotar los recursos del país), muchas decisiones editoriales les dan mayor relevancia a las secciones geográficas (donde se describían los recursos disponibles a lo largo del territorio) que, por ejemplo, a la sección de literatura. Al mismo tiempo, el tono a la vez universal y de un nosotros sin fisuras comprometido con el desarrollo del país, reforzaba cierta representación de la élite acerca de sí misma. A medida que se retrasaba la publicación la Enciclopedia Chilena fue crecientemente cuestionada – aunque muy tarde, recién a fines de la década de los sesenta – por una serie de debates y discursos que exigían la consideración de otros problemas, identidades y soluciones.11
En este caso, la consideración de las características materiales del proyecto, y su articulación con el desarrollismo, nos plantean la pregunta sobre qué lugar darle a la Enciclopedia Chilena como expresión de una política cultural. El hecho de que fuera apoyada desde el Congreso, ¿implica que la enciclopedia representa algún tipo de consenso entre diferentes fuerzas políticas? Tras el fin de la segunda guerra mundial y en el contexto de la Guerra Fría y masivos procesos de descolonización, se impulsa a las naciones desarrolladas como modelos a seguir. Las naciones subdesarrolladas debían avanzar por etapas hacia el desarrollo pleno. Por otra parte, este impulso desarrollista – que luego será contrarrestado con el surgimiento de teorías económicas de la dependencia – se acompañó de la proscripción del Partido Comunista en Chile durante una década. Sin duda, la Enciclopedia Chilena crece al amparo de este contexto, y de cierta manera lo cristaliza, con menor legitimidad durante los años sesenta. Sin embargo, también cabe la posibilidad de que el principal impulsor de la Enciclopedia Chilena, Jorge Ugarte, haya sabido aprovechar su posición como director de la Biblioteca del Congreso Nacional, y sus relaciones con el poder legislativo, para echar a andar un proyecto más bien personal. En la práctica, el funcionamiento durante más de veinte años de este proyecto nos invita a pensar si existía realmente connivencia política entre el horizonte desarrollista y las fuerzas políticas que brindaban su apoyo a la enciclopedia (básicamente, perpetuando su financiamiento a través de la Editorial Jurídica), o bien si esta funcionó en un espacio de relativa autonomía, utilizando la posición institucional como un enclave ideológico que no representaba realmente una política cultural representativa de las fuerzas políticas presentes en el Congreso. Más de fondo, la pregunta que nos planteamos es: ¿el carácter elitista de la Enciclopedia Chilena era respaldada por el poder legislativo o el universalismo enciclopedista fue utilizado para legitimar ideológicamente un proyecto cuya fundamentación se mantenía en segundo plano? En este caso, la pregunta es sobre la utilización política de lo enciclopédico o bien acerca de cómo el enciclopedismo es utilizado para enmascarar o atenuar un proyecto ideológico.
3. Sobredeterminación de la lectura en Quimantú
En Quimantú, hay ejemplos muy nítidos sobre cómo se articulan discursos, prácticas y representación en las estrategias utilizadas a nivel textual y material. Una parte de la producción de Quimantú perseguía objetivos de movilización política, como una forma de darle mayor apoyo a las transformaciones impulsadas por la Unidad Popular. Aparecen así, inscritas en lo textual y en lo material, ejemplos de una modalidad de lectura cuya finalidad era la acción política. En la revista La Firme, por ejemplo, se invita al lector a hacer circular la revista, en oposición a un consumo meramente individual. Esta socialización de la lectura también se observa en la inclusión de afiches desplegables al interior de la revista. Estos afiches, que invitan a aumentar la producción, se incluían para pedirle al lector que los llevara a su lugar de trabajo. Por momentos, la revista La Firme parece confiar en la organización popular de la lectura como medio de acción política de masas. Esta representación del pueblo organizado está inscrita en la forma en que el texto se dirige al lector, y en las expectativas políticas que se proyectan sobre el acto mismo de la lectura. Marta Harnecker, que participó en el diseño editorial de la revista La Firme y que dirigía también los Cuadernos de Educación Popular, afirmaba años más tarde que probablemente se habían equivocado al darle a los Comités de la Unidad Popular un rol relevante en la forma en que debía leerse la revista La Firme.12 Estos Comités, muy activos durante la campaña de Allende, se disolvieron rápidamente tras la elección.
Otro ejemplo interesante en Quimantú tiene que ver con el choque producido en torno a la representación de la infancia. Por un lado, la Unidad Popular produjo una representación de la infancia idealizada, como el futuro utópico de la sociedad que se quería construir, o bien denunciando las injusticias que esta sufría por la miseria y que justificaban, así, el horizonte socialista.13 Pero, por otro lado, la confluencia de discursos marxistas y estructuralistas produjo una aproximación crítica a productos culturales destinados a la infancia, identificando en ellos un riesgo de contaminación de los niños debido a los valores burgueses y capitalistas que transmitían implícitamente. Esto llevó a estrategias editoriales como la decisión de reescribir cuentos tradicionales para niños, de forma de hacerlos más afines a los valores socialistas. La revista Cabrochico fue, así, el lugar de enfrentamiento entre dos representaciones de la infancia. Por una parte, una visión, representada por cartas de padres-lectores, afirmaba la inocencia de los niños y se indignaba por la forma de concebir la función política de la literatura, mientras que los editores insistían, a veces de forma muy moralizante, acerca de la absoluta necesidad de alejarse de toda producción cultural que pudiera resultar nociva para el tipo de sociedad deseada. En estas pugnas, llama profundamente la atención el determinismo con que se concibe la lectura. Los lectores, niños o adultos, se conciben desde la pasividad y la reproducción. Somos lo que leemos, parecen decir, por lo que bastaría cambiar lo que leemos para cambiar lo que somos y, por ende, la sociedad.
Ambos ejemplos revelan la tensión existente entre la inscripción, en el dispositivo editorial, de una determinada representación social de los destinatarios y, por otro, la posibilidad de que esa categoría no genere identificación y/o adhesión por parte de estos. Desde este punto de vista, se aprecia el trabajo de subjetivación socialista llevado a cabo por Quimantú y, al mismo tiempo, se vislumbran los límites de esta operación. Los dispositivos de creación de significado diseñados por la editorial dependen tanto de la representación acerca de las características de sus destinatarios, así como de los discursos acerca de la función social de la lectura. El poder de determinación de la lectura ya sea para movilizar políticamente o para evitar la subjetivación capitalista invita a repensar la relación entre democratización y subjetivación socialista. La historiografía sobre Quimantú ha tendido a resaltar la primera, pero un análisis de los impresos nos muestra la relevancia de la segunda para entender las características materiales y discursivas de libros y revistas.
4. La lectura como burocracia y sociabilidad en la Enciclopedia Chilena
Si en el caso de Quimantú hay una irradiación del libro hacia los sectores populares, en la Enciclopedia Chilena llama la atención su aparente incapacidad de proyectarse en la esfera pública. ¿Cómo explicar que durante más de veinte años este proyecto, que contaba con el apoyo del poder legislativo, y que era liderado por el director de la Biblioteca del Congreso Nacional, nunca publicara ni siquiera el primer tomo de sus trabajos? Una hipótesis es entender la burocratización -que pasaba por la existencia de una oficina en el centro de Santiago, diversos equipos de trabajo, protocolos de producción de entradas enciclopédicas, y la contratación anual de decenas de colaboradores- de la Enciclopedia Chilena como un tipo de sociabilidad asociada al mundo parlamentario de la época. Historiadores disímiles como Jocelyn-Holt o Salazar han subrayado el carácter exclusivo y excluyente del Parlamento chileno. Hay prácticas de sociabilidad de este espacio elitista que se inscriben también en los documentos del archivo y que nos dejan entrever el modo en que esta deseaba ser percibida por la élite y cómo, por momentos, adaptaban los modos de elaboración del conocimiento en función de las relaciones con el mundo político.
Un ejemplo de esto se ve en una carta enviada con motivo de la posible visita del presidente Frei a las oficinas de la Enciclopedia. La carta, enviada por el Jefe de la Sección Archivo y Control, solicita al director del proyecto, Jorge Ugarte, que acelere la elaboración de entradas enciclopédicas sobre el Partido Demócrata Cristiano, biografías de miembros históricos de este partido y también de los líderes de ese entonces, que actualice el artículo sobre “Los Suizos en Chile” y realice un estudio sobre la familia de la esposa del presidente, María Ruiz-Tagle, describiendo también las propiedades, fundos, haciendas o pertenencias mineras o industrias. La carta culmina: “Como medida de una adecuada política de relaciones públicas, estimo que es de la mayor importancia que el señor Director comunique a esta Sección, por lo menos con un mes de anticipación, la visita de personajes ilustres, a objeto de tomar medidas similares a las anteriormente propuestas”.14 Esta carta (Fig. 1) sugiere que la Enciclopedia Chilena estaba en buena parte concebida para satisfacer las necesidades de la clase política. Es decir que, más que una política cultural, era una “política de relaciones públicas”.
La práctica de lectura señalada en la carta implica la articulación de conocimientos diversos para facilitar el reconocimiento de la clase política como tal. Para esto, no era necesario publicar la obra. Bastaba con pequeños gestos, invitaciones, demostraciones de atención, donde la presencia de conocimientos que mostraran el poder de la clase política estaba destinada en parte a mejorar la toma de decisiones, pero también como una especie de museo donde contemplar la propia importancia en la representación de lo nacional. Se proveía, así, un lugar en la nación, que pretendía, al mismo tiempo, ser un reconocimiento a la labor de conducir el país hacia el desarrollo. La Enciclopedia Chilena, en su constante acumulación de conocimientos, en su incapacidad de producir un objeto concreto, nos muestra cierta endogamia de la clase política en un contexto de crecientes demandas sociales. Martín Cerda, con acierto, lleva los cuestionamientos a la esfera pública, vinculando a la Enciclopedia Chilena con un tomo perdido de la enciclopedia de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius de Borges y contrastando, muy concretamente, los plazos de publicación de otras empresas similares en el mundo.15
Si hay algo así como una esfera de sociabilidad parlamentaria que, en su relativa autonomía, es capaz de acoger un proyecto como el de la Enciclopedia Chilena, entonces habría que repensar la noción misma de política cultural, ya que estaríamos frente a una iniciativa cuyo propósito no era, necesariamente, el declarado en documentos compartidos públicamente, sino más bien el de alimentar una esfera política heterogénea, pero congregada por ciertas prácticas sociales, elaborando un discurso nacional complaciente con el rol de la clase política. La pregunta que nos podríamos hacer es por qué el consenso en torno a la Enciclopedia Chilena se extendió durante tanto tiempo; por qué, a pesar del evidente retraso en los trabajos, siempre se optó por extender el crédito de la legitimidad a un proyecto que, ante la sociedad civil, solo realizó promesas sobre su utilidad a pesar del lugar central que la enciclopedia se atribuía a sí misma para el desarrollo del país en su conjunto.
Algunas preguntas
Son varios asuntos que emergen de la consideración de ambos proyectos, sobre todo en la medida en que el surgimiento de Quimantú está estrechamente vinculado, tal como muestra el proyecto de editorial estatal presentado por Allende en 1967, a la crítica a la Enciclopedia Chilena. En primer lugar, al ser proyectos estatales, me pregunto acerca de la distinción que puede hacerse entre las formas de representación que pueden estar presentes en grupos o individuos de manera más o menos inconsciente y las ideas impulsadas por organizaciones políticas a través de las políticas culturales. Las representaciones ligadas a partidos políticos o ligadas a instituciones se muestran por momentos de cierta manera como parte de cálculos y alianzas que no necesariamente reflejan una intención discernible en el nivel textual o material. Es más bien la expresión de un estado de cosas momentáneo, que a veces se encubre con un textualismo utópico. Hay una serie de elementos externos al libro que terminan de dar luces sobre esas estrategias. No quiero, con esto, sugerir que lo político predomina por sobre las determinaciones textuales y materiales. Más bien, me interesa entender de manera más precisa cómo las determinaciones textuales y materiales intervienen desde la institucionalidad, como expresión de lo político en las políticas culturales. Al analizar el surgimiento de proyectos en el ámbito del Estado, aunque sea en espacios institucionales o formas de intervención diferentes, es un verdadero desafío intentar articular el nivel de lo institucional y el de los actores individuales que participaron en el proyecto.
Las políticas culturales estatales se benefician de cierta aura que emana de la soberanía de las instituciones. Proyectan, así, sus discursos, apoyándose en esa autoridad política sobre la que erigen sus posibilidades de intervención. Sin embargo, sería un error considerar que, por tratarse de políticas culturales estatales, representan una visión programática común a todo un gobierno. Mediante los ejemplos considerados, se observa cómo, en cada caso, y en distintos niveles, estas políticas culturales dan cuenta de tensiones y ambigüedades que es necesario reconstituir. Por una parte, para evitar interpretaciones de una supuesta hegemonía cultural ahí donde en realidad había diversas propuestas en pugna. Por otra, para comprender de manera más situada y precisa cómo se articulaban, concretamente, los dispositivos materiales y editoriales con una serie de prácticas, discursos y representaciones. Quimantú, en su diversidad, parece exigir un análisis caso a caso que implica repensar, constantemente, el significado histórico de la editorial como un todo. La Enciclopedia Chilena, en tanto, a pesar de que su aparente coherencia y unidad fue opacada por su ineficacia, plantea la pregunta sobre la verdadera función que cumplen las políticas culturales. Por momentos, pareciera que la política cultural es cooptada para la auto-representación de la clase política.
Por otra parte, hay que sopesar si es posible restituir cierta continuidad -a pesar de los signos políticos disímiles- en la manera en que, desde el Estado, se ha pensado la articulación entre lectura y cultura impresa. En los casos que he estudiado, observamos que el libro cumple un rol utópico de transformación de lo social. Por otro lado, ambos proyectos tienen inscritos en sus estrategias autorales, paratextuales y materiales, una cierta forma de concebir la estructura social y su jerarquización. Tanto la Enciclopedia Chilena como Quimantú se conciben a sí mismos desde la idea de pertenencia a la clase social como criterio principal de diferenciación. Si bien no he explorado en mi trabajo más que marginalmente el cómo los lectores se apropiaron de los significados vehiculados por Quimantú (en el caso de la Enciclopedia Chilena sería más difícil), veo un interés especial en comprender, en el caso chileno, cómo la clase intelectual en Chile se ha relacionado con la clase política en diversos momentos de la historia poniendo al libro y a la lectura como una herramienta capaz de transformar el país. Esta historia me parece relevante, también, porque terminó, durante la dictadura, con la quema y destrucción de libros, la criminalización del pensamiento, y luego, ya en democracia, con la subordinación del libro a la economía y la creciente concursabilidad de las publicaciones. Por esto, también me parece relevante entender de manera más amplia lo sucedido en estos dos proyectos estatales. La historia cultural enfocada en el libro y la lectura permite problematizar las formas en que la memoria sobre el Estado y su relación con la cultura impresa ha tendido a ser presentada, muchas veces de manera lineal y omitiendo, de pronto, partes relevantes de las prácticas de lectura que han constituido nuestro campo intelectual.
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Salvador Allende. “Proyecto de Ley de la Empresa Editora del Estado”, en Actas de la 14ª sesión, del 26 de octubre, del Senado, 1967: 503-508. Disponible en: https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=recursoslegales/10221.3/4797/3/S19671026_14.pdf
Notas
Notas de autor
Información adicional
Proyectos originales: Este artículo hace parte del proyecto Fondecyt Iniciación “Historiografía literaria, canon y cultura impresa en la Sección de Literatura de Enciclopedia Chilena (1948-1971), nº11200451, y del Fondecyt Regular “Temporalidades en la cultura durante la Unidad Popular”, n°1210298, cuyo investigador responsable es Matías Ayala.
Enlace alternativo
https://revistas.uft.cl/index.php/amox/article/view/295 (html)